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El hombre y una de las mujeres deberían tener por lo menos setenta años. La otra mujer era más joven.
-Mierda –exclamó Milo levantándose de un golpe y poniéndose los calzoncillos, con la cara completamente descompuesta.
-¿Quiénes son? –pregunté un poco asustada mientras me envolvía en la sábana e iba hacia la habitación donde tenía mi ropa, recogiendo por el camino mi ropa interior que estaba esparcida por el suelo. Milo se había quedado blanco y estaba muy nervioso. Yo acabé de ponerme la ropa y salí del cuarto.
-Mierda, mierda, mierda –iba repitiendo mientras se vestía.
-Milo, ¿qué está pasando? –le pregunté intentando que me hiciese caso, pero corría de un lado a otro como una gallina sin cabeza. Lo cogí de un brazo para que me prestará atención.
-Milo –le repetí. -¿Quiénes son esas personas?
Milo me miró casi con expresión de terror.
-Son mis padres.
La sangre se me heló. Los padres de Milo acababan de llegar y nos habían
pillado en la cama. No me imaginaba mejor manera de conocer a mis suegros.
-¿Y qué hacen aquí tus padres?- le pregunté completamente desconcertada.
-No tengo ni idea. Han venido por sorpresa –decía exasperado mientras se frotaba la cabeza nervioso.
Otros golpes volvieron a distraernos, esta vez procediendo de la puerta.
-Milo, ábrenos, por favor –dijo la voz de su madre al otro lado de la puerta, con un acento muy marcado.
Milo parecía a punto de estallar. Nunca lo había visto de aquel modo. Había alguien más y no sabía quién era. No se parecía a su prima, porque no la reconocía en las fotos que me había enseñado. De repente me vino como un
flash.
-¿Quién es la otra mujer?- le pregunté asustada.
-Es Helen –me contestó completamente destruido. Me mareé del dolor que me acababa de dar en el corazón. ¿Qué hacía Meg allí? Me tuve que sentar.
-___, ¿estás bien? –me preguntó Milo asustado cuando me vio sentarme.
-Estoy un poco mareada.
-___, no sé lo que hacen aquí –me dijo estresado.- Escúchame por favor. Esto seguro que es alguna invención de mi madre. No hagas caso de lo que
digan. Los echaré de aquí y no volverán a molestarnos jamás. Te lo prometo, ____.
El tono de Milo era honesto, pero me costaba mucho concentrarme en sus palabras, el dolor lo invadía todo. Conseguí reunir las últimas fuerzas que
me quedaban y me levanté antes de que Milo abriese la puerta.
-Hola hijo –dijo su madre con cara de pocos amigos.
-¿Qué hacen aquí? ¿Y qué hace ella aquí? –preguntó Milo con rabia sin ni siquiera saludar.
-Hemos venido a verte, Milo –contestó la madre.
-Hola Milo–dijo Meg acercándose un poco más a nosotros con una forzada sonrisa que felizmente hubiese partido.
Meg me miró, y si las miradas pudiesen matar, aquel hubiese sido mi fin. El padre se acercó un poco más pero aun mantuvo las distancias.
-Supongo que esto es tu ligue –dijo la madre señalándome con desprecio.
-Se llama ____, y es mi novia, y como se te ocurra meterte en medio de esta relación será lo último que hagas.
Milo estaba furioso. Apretaba los puños con fuerza intentando contenerse.
-Quiero que se vayan ahora mismo. Aquí no tienen nada que hacer, y menos ella –dijo
Milo refiriéndose a Meg. Milo fue a cerrar la puerta pero la madre lo impidió. A mí me parecía estar viviendo una situación surrealista.
- Milo–volvió a decir su madre,- creo que Meg y tú tienen que hablar. Sabes que se quieren y que esto es sólo un bache. ¿De verdad me dices que prefieres a eso? Creí que Milo iba a estallar.
-¡Te he dicho que no hables así de ___! –chilló amenazante acercándose aún más a su madre. El padre se acercó y se puso delante de Milo para intentar retenerlo. Tenía una expresión de abatimiento que me dio mucha pena.
-Milo –dijo su padre suavemente intentando calmarlo, - Tranquilo. Ahora nos iremos.
-Tú, pobre infeliz, me podrías haber avisado –le reprochó con rabia a su padre, . Su padre bajó la mirada al suelo como si fuese un perro abatido.
-No nos iremos hasta que Meg y tú hablen –dijo la madre tajante.
Aquello se estaba poniendo feo, y yo no quería seguir oyendo como me
hablaban de aquél modo. Cogí mi chaqueta y me dispuse a salir. Cogí a Milo
a un lado mientras su padre intentaba hablar con su madre, intentando hacerla entrar en razón.
-Milo, yo me voy a ir.
-No te vayas, ___, por favor, ahora se irán, te lo prometo- me dijo cogiéndome la cara con las dos manos, suplicando.
-No puedo. Esto lo tienen que resolver ustedes. Es demasiado doloroso.
La presencia de Meg me estaba poniendo muy nerviosa, así que me acerqué a la puerta decidida a salir.
-Meg, dile a Milo lo que le tienes que decir y luego nos iremos, pero hazlo antes de que ella se vaya –dijo la madre de Milo con un tono de maldad que
no me gustaba nada. Meg miró a la madre de Milo y luego a él .
El padre frunció el entrecejo como si no tuviese ni idea de lo que estaban tramando.
-No sé cómo decir esto...- dijo Meg un poco nerviosa, aunque a mí me pareció que era todo un cuento chino.
-Dilo, hija mía –la animó la madre con su maléfica sonrisa de bruja.....

Enamorada de mi Profesor (Milo y tu) adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora