Cinco años atrás, ese mismo día, el primer día de escuela, mi madre me preparó crepas y jugó de naranja que ella misma había exprimido para desayunar. Aquello suponía un extra y, aunque mi madre pensaba que aún no tenía edad para darme cuenta, ya hacía muchos años que me enteraba de lo que pasaba. Le di un beso enorme y le dije que la quería, y con eso mi madre era la persona más feliz del mundo. Todos los esfuerzos le valían la pena con tal de verme feliz, y yo siempre se lo demostraba para agradecerle todos los esfuerzos que hacía por mí.
La casa había sido herencia de mi madre. Era una gran casa que en su época tuvo que haber sido la envidia del pueblo, con sus grandes paredes y sus campos idóneos para las cosechas, solo que ahora mostraba la degradación del pasos de los años.
En aquél entonces, la situación de mi madre me recordaba a un cuento sobre
un pez que alguien me contó un vez. El cuento contaba la historia de un pez de feria que vivía en una pecera. Un día, el pez llegó a las manos de un niño
pequeño y lleno de ilusión, que lo había ganado en un puesto de la feria de su pueblo. El niño adoró al pez durante mucho tiempo, pero un día, el niño dejó de ser niño y se hizo mayor, y la vida no le enseñó cuál era el camino correcto que debía tomar. El pobre pez ya no formaba parte de los planes del niño que ya era un hombre, así que decidió deshacerse de él. Cada vez que llegaba el momento de la verdad, el hombre miraba al agonizante pez y sentía pena, así que decidió buscar otra manera que le resultase menos difícil. Un día se le ocurrió ir quitando un poco de agua cada día a la pecera.Poco a poco iba quitando agua, día tras día, y aunque al principio no parecía que ocurría gran cosa, pronto el agua comenzó a ser escasa. El pobre pez no se daba cuenta de que, aquél que un día lo había querido tanto, lo estaba conduciendo hacia una muerte segura. Cuando le quedaba ya muy poca agua, el hombre lo abandonó. De ese modo nunca se sentiría culpable de haber matado al pez, ya que no acabó por quitarle toda el agua. Cuando el oxígeno del agua se acabase, la naturaleza llevaría su curso.
Los órganos del pececito fallarían y así quedaría dormido en agonía para los restos. Mi madre me recordaba al pez, y el hombre era mi padre.
Llegué al hospital. Por suerte había parado de llover, y aunque seguía
haciendo un poco de viento, no era lo mismo afrontarlo seca que mojada. El
tren llevaba retraso, lo cual había hecho mi viaje más largo de lo habitual. En mi pueblo ni siquiera había hospital, así que mi madre estaba ingresada en el hospital más cercano a nuestro pueblo. En un día normal tardaba casi una hora en llegar, y la única forma que tenía de llegar era en tren. Las flores silvestres que recogía cada jueves y cada sábado no tenían muy buen aspecto, pero por lo menos olían bien.
Subí hasta la tercera planta y entré en la habitación 204. Cambié las flores
y me senté al lado de mi madre, inerte e inexpresiva como siempre, desde hacía cinco años. Estaba en coma, y aunque los doctores siempre intentaban
animarme diciéndome que había esperanza, yo sabía que no se despertaría jamás, que estaría allí hasta que sus órganos no pudiesen funcionar más, igual que el pez en la pecera. Me quedaba allí con ella una media hora, leyéndole las historias que había escrito durante la semana y mostrándole
los dibujos. Sabía que lo más probable es que ni se estuviese dando cuenta,
pero había leído que en algunos casos, las personas en coma pueden oír y sentir, así que me gustaba pensar que de algún modo aún estaba allí. Mi madre había sido la única persona que me había animado a pintar y a escribir, y me decía que algún día llegaría lejos, aunque yo sabía que eso me lo decía para que no me desanimase. Mi padre, en cambio, siempre me decía que perdía el tiempo, que aprendiese a cocinar y a ser una buena ama de casa, que con suerte algún día alguien se querría casar conmigo. De todos modos, desde una temprana edad, había aprendido a no escuchar lo que él me decía. Cuando había acabado con mi madre, iba a ver a Minerva. Para ella también tenía un ramo de flores silvestres.
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Enamorada de mi Profesor (Milo y tu) adaptación
FanfictionSinopsis: A __(Tn) la vida le ha enseñado a ser madura y precavida con tan sólo 20 años. Niall, de 30, intenta huir de un pasado turbio para poder rehacer su vida como profesor. Aunque __(Tn) se protege ante cualquier persona del sexo masculino, pro...