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Milo entró un poco más tarde con papeles bajo el brazo, como si hubiese ido a buscar algo. No sé cuánto tiempo estuvimos en el lavabo, pero fue bastante.
-Aquí tienen el esquema que quiero que sigan cuando analicen las siguientes obras de arte. Para la semana que viene quiero que escojan dos de las que
aparecen en el tema que acabamos de empezar y que las analicen .
Contará para la nota final –dijo mientras iba repartiendo los papeles por cada pupitre, aún con el pelo alborotado.
–Ahora empezaré a haceros las preguntas sobre el resumen de hoy.
Tenía ganas de contarle todo a Minerva esa tarde. Seguro que se emocionaría muchísimo y me haría preguntas inapropiadas, pero quería verla para poder compartir todas las cosas maravillosas que me estaban pasando, y así de paso preguntarle unas cuantas dudas sobre hombres que seguro ella dominaba. No se creería jamás todo lo que me estaba pasando, y aún menos tratándose de mí.
Justo cuando Milo se giró, un papelito llegó volando hasta mi mesa. Venía de la parte de atrás, así que seguramente sería de Angélica. Parecía que había algo escrito, así que lo cogí y lo abrí. Había un dibujo de una chica
que se suponía que era yo (porque ponía mi nombre encima de la persona, no porque se me pudiese reconocer) sentada en el wáter cagando. Debajo
ponía: "van a tener que destruir el colegio entero de la peste que va a salir de ese sitio después del tiempo que has estado fuera. Si tu trasero se parece a tu cara, el wáter estará intentando suicidarse". No podía negar que la frase tenía su ingenio, pero la verdad es que no me importaba lo más mínimo. De mí podían decir lo que quisieran que no me iba a quitar el sueño. Milo estaba dando algunas preguntas sobre el tema a los alumnos que parecían más despistados. Al cabo de pocos minutos me llegó otra carta hasta la mesa. La volví a abrir sólo para ver que habían ingeniado esta vez, pero lo que vi ya no me hizo tanta gracia. En realidad no me hizo ninguna. En el papel había un dibujo de una mujer en una camilla que parecía de hospital y un hombre que la agarraba por el cuello, enfadado. De entre las piernas de la mujer salía una especie de excremento en forma de bebé. El excremento llevaba mi nombre, encima de la mujer ponía 'Tu madre' y en el hombre ponía 'Tu padre'. Debajo ponía otra nota. "cuando tu padre te vio salir de tu madre, la mató por haberte hecho con cara de caca". Eso ya no tenía ninguna gracia, y podía notar como empezaba a hervirme la sangre de la rabia. No pude evitar imaginar a mi madre siendo empujada por mi padre y dándose con el bordillo de la escalera, y eso me enfurecía.
Entonces empezaron a tirarme trozos de goma.  Milo estaba atendiendo a uno delos alumnos al otro lado de la clase y no se enteraba de nada. Por mucho que lo intentase, no podía quitar la vista de esa nota, y los horribles flashes seguían viniendo a la cabeza. Intenté respirar y tranquilizarme, pero me estaba resultando muy difícil. Contra más cachos de goma me tiraban, más rabia se me iba acumulando. Entonces, como si ya no fuese dueña de mi cuerpo, me levanté, y apretando los puños de la rabia, me dirigí hasta el pupitre de Angélica, que mostraba una sonrisa de triunfo en su cara de malcriada. Escuché como Milo decía algo, pero su voz me llegó como si estuviese muy lejos, distorsionada.
-Cara caca –dijo Angélica levantándose de la silla quedando así a mí misma altura. Me miró desafiante durante unos segundos, y entonces me escupió. Esa fue la gota que colmó el vaso. Me limpié con la manga, poco a poco, sin dejar de mirarla directamente a los ojos, y con una sonrisa en mi cara, como si estuviese medio loca, apreté el puño y le pegué con todas mis fuerzas en toda la cara.
No recuerdo bien lo que ocurrió después. No pude más que concentrarme en los gritos de sus amigas, la sangre que salía de la nariz de Angélica, y la
sensación de victoria y poder que se adueñaba de mí. Recuerdo a las amigas de Angélica gritando y ayudando a que se levantara. Había caído hacia atrás
cuando le pegué el puñetazo, cayendo primero en la silla, y ésta, por la inercia del movimiento, siguió hacia atrás haciéndole dar una voltereta al revés.
Los demás alumnos se habían acercado, y para mi sorpresa, podía ver rostros de satisfacción en varios de ellos al ver a Angélica en una posición tan inferior. Supongo que después de todo no era yo la única que sufría sus abusos. Lo siguiente que recuerdo es estar sentada en el despacho del director, junto a Angélica, que empezaba a tener un ojo parecido al de los sapos, pero con peor aspecto todavía.
El director estaba Rellenando una Sanción disciplinaria. En otra circunstancias, un parte disciplinario me hubiese parecido lo peor del mundo, pero cuando me lo entregó creo que incluso sonreí de la satisfacción. Me parecía más un premio a mi valentía que un castigo por mis hechos. Angélica empezó a lloriquear mientras el director rellenaba el suyo.
-No puedo ir a casa con un reporte. Por favor, señor director, no me ponga uno. Castígueme con lo que quiera, pero un parte no- le suplicó entre sus habituales falsos llantos.
-Lo siento, pero su conducta merecería más que un simple reporte, así que dé gracias que sólo es eso -le contestó sin dudar.
Saliendo del instituto, por los pasillos, me pareció que mis compañeros me miraban de otra manera.
Algunos incluso me sonreían. El grupo de Angélica me evitaba atemorizado,
guardando una distancia más que prudente, y la verdad es que me parecía
bien así. Me gustaba verlas tan aterrorizadas. Marcos se acercó a mí.
-Gracias –dijo tímidamente y se fue sin darme ni siquiera tiempo a hablar con él. Me sorprendió también la reacción de Milo , que no perdió la calma en
ningún momento. Aunque evidentemente no lo demostró en clase, sé que estaba orgulloso de mí.
Esa tarde Milo tenía un par de horas de reunión, así que tardaría un rato, la cual cosa me iba bien porque tenía que ir a ver a mi madre y a Minerva.
-'¿Quieres que pase por el hospital a buscarte? y luego podemos ir a dar una vuelta por la playa' –me escribió, cuando iba de camino a la estación de tren.
-'Vale. Tú avísame cuando estés allí y bajaré a la entrada'
-'Vale, mi luchadora personal' –y puso un emoji que guiñaba el ojo.
Cuando llegué, la primera que visité fue a mi madre, como de costumbre. Seguía igual, ni mejor ni peor, tumbada, con la mirada fija en el techo, ausente, sin la más mínima expresión. Me quedé a su lado un rato cogiéndole la mano. Me preguntaba cómo de diferente hubiese sido mi vida si la hubiese tenido junto a mí. Me hubiese encantado que conociera a Milo, que viese que era un buen hombre y que me trataba como una princesa, como ella siempre me llamaba. Y sobre todo me hubiese encantado que hubiese podido ver el puñetazo que le había pegado a Angélica. De todos modos, se lo conté todo, por si acaso, mientras ella se quedaba allí, inexpresiva. Cambié las flores y salí.
Los nervios iban aumentando a medida que me iba acercando a la habitación de Minerva. Me podía imaginar la cara que pondría cuando le contase todo lo que había pasado.
Cuando oyese lo del puñetazo, seguro que me hacía una fiesta y todo. Llevaba el parte disciplinario para demostrar mi proeza.
-No te vas a creer lo que ha .... – dije mientras entraba por la puerta entusiasmada, pero me di cuenta de que en la habitación no estaba Minerva, sino otra mujer mayor acompañada de un hombre.
–Perdón, me he equivocado. Salí de la habitación confundida.
Miré bien el número por segunda vez y me aseguré de que aquella habitación fuese en la que Minerva siempre había estado. Me dirigí al mostrador, donde había una secretaria, para preguntarle por Minerva. Me miró mientras me acercaba y soltó un suspiro de irritación.
Estaba jugando con su teléfono a algo que no parecía que requiriese mucha
capacidad intelectual.
-Hola. Querría saber si usted sabe si han cambiado de habitación a la mujer que estaba en la habitación 315, por favor – pregunté educadamente.
-No lo sé –contestó mientras seguía jugando con una voz más bien repelente.
Respiré, intentando no enfadarme por la incompetencia de aquella secretaria.
-¿cree qué podría mirarlo, por favor?- Soltó un suspiro todavía más fuerte
y, como si fuese casi una misión imposible, dejó el teléfono a un lado y se puso a mirar en el ordenador. Tecleó durante un rato.
-¿Minerva Gonzales? – preguntó.
-Sí –contesté.
-Falleció el pasado martes. Fue enterrada esta mañana en el cementerio municipal de su pueblo....

Enamorada de mi Profesor (Milo y tu) adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora