Las clases del lunes me supieron diferentes. Había vuelto a salir el sol y
todo parecía que tenía colores más vivos de lo normal. El bosque estaba
empezando a coger unos tonos otoñales preciosos.
Parecía un cuadro impresionista. La gente de la calle me parecía más amable y todo. Incluso Angélica me parecía menos ofensiva. Ni siquiera habían pasado quince minutos de la primera clase del lunes cuando me vibró el teléfono en el bolsillo. Lo puse en mi estuche y disimuladamente miré qué había sido esa notificación. Era un mensaje de Milo.
-'¡Hola cariño. Sólo quería decirte que te echo de menos y que te quiero!'
Al principio no quise contestarle. Moralmente estaba mal. No podía estar
escribiendo mensajes durante la clase. Estar mirando el mensaje ya me hacía sentir culpable. Siempre había sido muy correcta y me había comportado muy bien, y no podía manchar mi reputación si me pillaban mandando mensajes.
Pero, ¿y si no me pillaban? Tenía su riesgo, la verdad. ¿Podía ser que me
estuviese volviendo una rebelde?
-'Pero si ni siquiera han pasado 20 minutos desde que me has visto'
-'Ya son demasiados'
-'Yo también te echo de menos'- Miré Disimuladamente a mi alrededor a ver si alguien me miraba. No estaba acostumbrada a quebrantar la ley, pero la verdad es que la adrenalina que me provocaba esa sensación me gustaba.
-'No paro de pensar en todos los besos que nos hemos dado. Cada vez que lo recuerdo me entra un calor por el cuerpo...' –le escribí atrevida.
Esa morbosa sensación me estaba empezando a gustar demasiado.-
- Hmmm... Y a mi' – contestó. – 'Esta tarde te daré más y mejor!'
-'Eso será si me dejo' –le contesté.
-'Jaja. No podrás resistirte. Además recuerda que soy tu profesor y puedo castigarte'- Tuve que disimular una sonrisa para que nadie me viese.
-'Será mejor que me concentre que como me vea el profesor de Matemáticas la cosa no va a acabar bien. Además me están entrando demasiados calores. Te quiero'
-'Yo también te quiero. Hasta luego'
A Milo le tocaba guardia a la hora del recreo, así que no podía ir a verlo a
su despacho. Me senté en un banco un poco más cerca del colegio para no
darle ideas a Angélica. Me sentía demasiado bien para que me lo
estropeara. Seguí escribiendo la historia que estaba preparando para Milo. Me sentía motivada y con un montón de nuevas ideas. Cuando habían pasado unos diez minutos, me sorprendió una voz más que familiar.
-Señorita ____. Ya veo que está ocupada –dijo Milo con un todo serio, distante y formal muy divertido.
Había bastantes alumnos alrededor y nos podían oír. Seguramente ninguno
prestaría atención, pero sí que algunas chicas lo miraban desde la distancia
odiándome por estar hablando con él. Si tan solo supieran...
-Buenos días profesor –le contesté siguiéndole el juego. El jueguecito le añadía otro punto de morbo irresistible. Estaba pasando al lado oscuro muy rápido... y me estaba gustando.
-¿Ha pasado usted un buen fin de semana? –me preguntó.
-Podríamos decir que acabó mejor que como empezó.
Le dije sin mirarle, como si no estuviese interesada.
-Vaya día el de ayer. No paró de llover.
-Sí, imposible de hacer cualquier cosa fuera de casa. Milo se aclaró la garganta.
-La verdad es que se pueden hacer muchas cosas dentro de casa –me dijo mirándome cada vez más pícaro pero sin perder su tono distante.
-Sí. Últimamente estoy descubriendo nuevas aficiones muy interesantes que hacer en el interior. Parece que predicen un invierno muy frío y lluvioso.
Me miró e intentó reprimir una sonrisa.
-Además es muy probable que este año ponga muchos deberes, lo cual hará que tenga que estar todavía más tiempo dentro de casa.
-Me parece correcto. Disciplina y trabajo duro es lo que hace falta –le contesté.
-No se preocupe que los deberes serán muy duros. Le miré un poco sonrojada. La conversación estaba empezando a ponerse interesante.
-Yo soy muy aplicada. Pude ver como Milo también se sonrojaba. Me miró intentado parecer un poco serio pero podía ver sus esfuerzos por ocultar una sonrisa. Entonces intentó pasar por delante de mí haciendo que se tropezaba con mi pie. Yo no pude evitar reírme.
-Mire donde pone sus pies- dijo fingiendo un enfado. –A ver si voy a tener que castigarla quedándose horas extras en mi despacho.
-Es que tiene los pies muy grandes. Por lo menos un siete o seis y medio, ¿no? Eso es casi de gigante –le provoqué.
-Todo es proporcional – dijo descarado. Me puse colorada al momento. A él
pareció divertirle.
-Porque los suyos son diminutos. Un 23, diría yo.-
- 24, para su información. La talla estándar de la mayoría de las mujeres.
-A mí me gusta pasarme de la media –dijo atrevido.
Siguió caminando por el patio vigilando a los demás alumnos, mientras yo intentaba reponerme de los calores que aquella conversación me había dado. Me quedé unos instantes contemplando su porte. Se giró un momento y me pilló mirándolo. Me guiñó un ojo y se volvió a girar.
Luego seguí escribiendo mi historia hasta que sonó la sirena intentando controlar mi imaginación que empezaba a trasladarse al lado oscuro, el que me daba esos calores por todo el cuerpo.
La siguiente clase era con él y no paramos de enviarnos miraditas. Repartió las redacciones corregidas y con nota. Había sacado un 10 sobre 10.
Era la única de toda la clase que había sacado un 10. Angélica había sacado un 3 y no paraba de refunfuñar desde la fila de atrás. Milo la ignoró sin piedad.
Cuando quedaban quince minutos de clase Milo nos dio tiempo para adelantar los deberes que nos había puesto. No habían pasado ni dos minutos cuando mi teléfono vibró. Miré alrededor para asegurarme que nadie miraba y puse el teléfono en el estuche. Milo se iba levantando según le iban llamando para resolver dudas.
-'¿Qué te ha parecido mi tono de antes?'
-'Bueno, puede mejorar' – le contesté.
Vi cómo Milo disimulaba entre sus libros detrás del pupitre para contestar a
mi mensaje, como si estuviese entretenido corrigiendo.
-'¿Sabes lo que me gustaría hacer ahora?' - Me miró un segundo con cara de travieso.
-'Me acercaría por detrás y te tomaría por la cintura. Después te apretaría contra mí y te daría un mordisquito en el cuello'
Tuve que respirar más profundamente. Sólo imaginarlo me estaba volviendo loca. Le miré un momento y me miró. Su mirada era intensa e inquietante, llena de deseo. A mí me encantaba que me mirase de esa forma.
-'¿Y qué te lo impide?'–le reté.
Le miré un segundo y luego hice como si estuviese haciendo mis deberes.
El teléfono volvió a vibrar.
-'Me estás volviendo loco ____. No me tientes que tengo demasiadas ganas de besarte'. Los calores cada vez eran más fuertes.-
-'Me tienes justo delante' –le reté. Me miró desafiante y sorprendido por mi osadía. De repente se levantó y se dirigió a mí. La clase seguía en silencio. Nadie pareció darse cuenta. Yo me quedé sorprendida y un poco asustada. Cuando estuvo a mi altura se sentó en el pupitre a mi lado que estaba vacío.
-Dime, ¿cuál es tu duda? - me preguntó.
Me quedé un segundo sin contestar. Me había pillado desprevenida.
-Pues.. es este enunciado... no acabo de entenderlo –improvisé. Me sentía latir el corazón con fuerza. Milo se acercó un poco más a mí. La posición en la que estaba mi mesa era ideal porque los demás no podían ver bien lo que ocurría exactamente.
Además Milo había dejado que los que quisieran pusieran música con los
auriculares, así que la mayoría estaban completamente en su mundo.
-Déjame que te lo explique –me contestó mirándome deseoso.
Empezó a hablar explicándome el anunciado en voz baja. Pero pronto dejé
de prestar atención. Milo se había acercado todavía más y en un gesto
disimulado había puesto su mano debajo el pupitre y después la colocó en mi rodilla. Ese gesto me sobresaltó y tuve que disimular para que no se me notase. Milo sonrió un segundo y siguió explicándome el anunciado. Poco a poco fue subiendo su mano por mi entrepierna.
Yo empezaba a descontrolarme. Milo estaba tocándome delante de todo el mundo y aunque era lo más incorrecto del mundo, me estaba gustando... y mucho. Estaba nerviosa por si alguien podía vernos, pero a la vez me gustaba. Podía notar mi cuerpo temblar y tenía que contenerme para no soltar los gemidos que mi cuerpo me pedía tan desesperadamente. ¿Cómo era posible que Milo me hiciese sentir de esa manera? Poco a poco, fue subiendo, cada vez más cerca de... bueno... de mi pubis, pero sin tocarme. La verdad es que algo raro me estaba pasando, porque cuanto más se acercaba, más quería que, siguiese subiendo. De repente paró, justo cuando estaba a punto de tocarme.
-Bueno, ¿lo has entendido? –me preguntó.
Necesité unos segundo para saber ni siquiera dónde estaba.
-Sí, por supuesto... –le contesté acalorada intentando hablar de la manera más normal posible.
Se levantó y justo sonó la sirena que anunciaba el final de la clase. Miré
alrededor para ver si alguien se había dado cuenta. Nadie parecía haber visto nada. Todos se levantaban apresurados por salir. Miré a Milo que me miraba con una mirada triunfante. Se sentó en su mesa y mi teléfono volvió a vibrar. Después empezó a recoger sus cosas.
-'Ven a mi despacho un momento' –me dijo.
Era lo que más quería en ese momento pero no podía porque aún me quedaba una clase.
-'No puedo. Tengo clase'
-'5 minutos sólo. Por favor' –y salió de clase sin mirarme.
Si iba a su despacho sería la primera vez que llegaría tarde a clase. Me lo
pensé un segundo. No me gustaba romper las leyes, pero el cuerpo me
pedía ir, me pedía ir a ver a Milo.
Llegué a la puerta de su despacho, y después de respirar hondo, llamé a la
puerta...
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Enamorada de mi Profesor (Milo y tu) adaptación
FanfictionSinopsis: A __(Tn) la vida le ha enseñado a ser madura y precavida con tan sólo 20 años. Niall, de 30, intenta huir de un pasado turbio para poder rehacer su vida como profesor. Aunque __(Tn) se protege ante cualquier persona del sexo masculino, pro...