Cap 3 primera parte

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-Y esto es todo. Ah, por cierto, ya saben que cualquier Teléfono móvil que yo tenga la mala suerte de escuchar será confiscado hasta final de curso.
Son reglas del colegio , así que pónganlo en silencio antes de entrar. Yo intentaré que las clases sean amenas, pero por favor les pido que estén atentos.
Todos lo pasaremos bien si están atentos en mis clases. Y no quiero parecer duro, pero para estar distraídos y distraer a los demás, mejor quedaros en casa. De repente un trueno rompió el hechizo de la voz de Milo, haciendo
que todo el mundo se sobresaltara. La luz se apagó unos instantes, pero volvió a encenderse.
- Y sepan que esto lo tenia planeado –dijo refiriéndose al rayo, haciendo que la clase riera. –Así que si no hay ninguna pregunta nos vemos mañana para
empezar con nuestra primera clase de historia del arte.
Justo en aquel momento sonó la sirena. Todo el mundo se levantó y fue
saliendo de clase. Recogí mis cosas ytambién salí, pero antes pude ver como Angélica y su grupito de botas se habían acercado a Milo y le hacían
alguna pregunta que no llegué a escuchar, empleando poses más bien no
correctas. Ver a Angélica cerca de Milo me hacía hervir la sangre.
Mientras me dirigía a la salida apreté los dientes tan fuerte que los podía oír rechinar. ¿Cómo era posible que Milo provocara ese efecto en mí? Me ponía a recordar su mirada, su voz, su olor... y me parecía perder la cabeza. No podía parar de pensar en él. Tenía que concentrarme, no podía
dejarme llevar por la locura. Siempre había sido muy correcta y eso no iba a cambiar. Que me gustase Milo no quería decir nada. Además, yo ya tenía
asumido que acabaría mis días sola, con un montón de gatos y comiendo
chocolate constantemente.
Cuando llegué a la salida impulsada por la marea de alumnos desesperados
por salir (cualquiera diría que tan sólo era el primer día de clase), comprobé
que estaba lloviendo a cántaros. No me quedaba más opción que ponerme
chorreando, ya que como buena previsora que soy, me había olvidado de
coger el paraguas. Si por lo menos pudiera decir que caían cuatro gotas,
pero es que aquello realmente parecía el diluvio universal. No tenía a nadie que pudiese venir a buscarme. Hacía dos años que vivía sola, pero eso no lo
sabían los servicios sociales, que pensaban que aún seguía viviendo con el
cabrón de mi tío. Mi madre llevaba casi seis años ingresada en el hospital en
coma. La noche de mi primer día en el instituto, fue la última que vería a mi
madre 'viva', y por suerte, también fue la última que vería a mi padre. Me hubiese gustado poder decir que tenía la opción del transporte público, pero no era el caso. Tal vez en el siguiente pueblo... porque en el mío, por no haber no había ni semáforos, entre muchas otras cosas.
La marabunta ya me tenía bajo el agua. Cuando uno queda atrapado en la avalancha, no hay quien escape. No sirve de nada intentar salir, puede incluso ser peligroso. No hay nada tan determinado como un grupo de
estudiantes intentando salir por una estrecha puerta a la vez.
Las gotas eran frías, y el fuerte viento que se había levantado pronto me
calaría hasta los huesos, así que sin más remedio, me puse a caminar. Cuando hacía tanto viento me daba apuro caminar bajo los balcones. Con mi
suerte, seguro que a alguna de las macetas se le ocurría aterrizar en mi
cabeza. Además, las calles eran de adoquines, y se convertían en una pista
de hielo cuando estaban mojados, asíque mis posibilidades de llegar a casa
sana y salva eran escasas. A los pocos segundos oí un claxon. Me giré instintivamente sin parar de caminar. Vi a Angélica saludarme con una maléfica sonrisa desde un Audi al lado de su madre, todavía más pija que ella. No contesté. Seguí caminando intentando no pensar en los temblores que sacudían mi cuerpo para combatir el frío que sentía en cada centímetro de mi piel. Ni treinta segundos habían pasado cuando volví a escuchar un claxon. Esta vez no me iba a girar, no le daría esa satisfacción. Volvió a pitar. Me estaba empezando a enojar. Por lo menos eso me servía para entrar un poco en calor. Volvió a pitar. Me giré con la expresión más enfadada que pude conseguir, dispuesta a fulminar a Angélica con la mirada,
pero no era Angélica.

Enamorada de mi Profesor (Milo y tu) adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora