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-¡Aaaah! –chillé dándome el susto de mi vida.Cuando pude concentrarme un poco en lo que estaba pasando, el corazón me dio un vuelco. Era Milo.
-Perdona, no quería Asustarte,Llevo un rato llamándote pero no me escuchabas–se disculpó sin poder reprimir una sonrisa.
-¿Pero a ti qué te pasa? –le dije un poco enfadada mientras me levantaba aún alterada. – ¿Me quieres matar del susto o qué?
-Lo siento de verdad –dijo mientras no podía evitar sonreír.
-Y encima te hace gracia.
-No, no es eso, es que tienes la cabeza llena de hierbas –y siguió intentando evitar sonreír, en vano.
Me sacudí un poco para quitármelas, pero estaban por todas partes.
-Espera que te ayudo –me dijo amablemente.
Se acercó a mí y fue quitando las hierbas de mi pelo, y a mí se me aceleró
el corazón al tenerlo tan cerca. Lo miré sonrojada intentando no parecer muy nerviosa.
-No te preocupes, da igual. Ya se caerán.
-Ya están casi todas –y sonrió mirándome a los ojos mientras quitaba las últimas hierbas.
Intenté acicalarme lo mejor que pudey respiré para tranquilizarme. Me fijé en
él, que también tenía la respiración acelerada, y me di cuenta de que había
estado corriendo. Llevaba un conjunto de deporte que le quedaba increíble.
Estaba un poco sudado y con las mejillas coloradas. Estaba muy sexy y a
mí me estaba entrando muchísimo calor. Ahora el infarto me iba a dar por otras razones.
-¿Cómo me has encontrado? –le pregunté extrañada dándome cuenta de la
rareza del evento, aún un poco alterada - ¿O es que te dedicas a dar sustos así como así?
-Bueno, al principio no sabía que eras tú. Estaba corriendo por el camino y vi a alguien en el suelo. Me he acercado para asegurarme que estuviera bien, y luego me di cuenta de que eras tú –explico.
-¿Y cómo es que vienes a correr por aquí? –le pregunté recogiendo mi mochila del suelo.
-Es un circuito que hago que da una vuelta entera y me
lleva de vuelta a mi casa –me dijo mientras sacaba un teléfono móvil
de los táctiles y toqueteaba la pantalla.
- Perdona, voy a parar esto un segundo que sino sigue contando.
-Bueno, por mi no lo hagas, sigue si quieres. Estoy bien –le dije.
-No, tranquila, si ya estoy cansado de correr por hoy. Hace unos días que no he salido y estoy un poco oxidado –me dijo mientras guardaba el teléfono y se ponía a estirar los cuádriceps.
–Y tu por aquí sola... ¿crees que es seguro? –Preguntó un poco preocupado. –Te aseguro que cuando pongo mi cara de mala leche no hay quien se
acerque. Además sé defenderme sola–le dije sintiéndome orgullosa de mi seguridad.-
- Pues tal vez tendrías que empezar a defenderte de según qué personas, ¿no? Porque a mí me parece que lo de la ceja no fue un tropiezo –soltó como si hubiese sido un impulso, aunque sin perder su tono amable.
Me cambió la expresión de golpe y él se dio cuenta.
-Lo siento pero no voy a hablar de eso. Es mi vida y sé cómo manejarla. No necesito que nadie me ayude. Sé apañarme sola – y me giré enfadada para irme.
Rápidamente se acercó a mí con su mejor expresión de disculpa.
- Perdona, ___. Lo he dicho casi sin pensar. No sacaré más el tema –se disculpó. Su voz era tan sincera que no pude renunciar a perdonarle. Miré al suelo unos segundos pensando e intentando calmarme.
- No te preocupes. No pasa nada –le dije suavizando mi expresión de enfado.
- Pero bueno, tengo que decirte que tu técnica de esquivo es buena, como la de esta mañana. Estoy sorprendido, la verdad – dijo un poco pícaro tentando el terreno.
Me miró sonriendo. Yo le sonreí.
- Si quieres podemos dar una vuelta –me propuso.-
-Vale –le contesté después de pensarlo unos segundos.
- ¿Quieres que te lleve la mochila? –se ofreció caballeroso.
- No, tranquilo, ya puedo – le contesté sonriéndole, y nos pusimos a andar por el camino.
- Si llego a saber que te encuentro aquí no hubiese ido a correr, así ahora no estaría sudado- dijo un poco apurado.
- No te preocupes, de momento no hueles mucho –le dije bromeando, y él me miró divertido.
Si él supiese lo bien que le quedaba esos chorretones de sudor, iría sudado atodos sitios. Hubieron unos segundos de silencio hasta que llegamos al camino, pero no fueron incómodos. No podía creerme lo que estaba pasando.
- ¿Vienes muy a menudo por aquí? –me preguntó.
- Sí, siempre que puedo me escapo. Me tranquiliza estar en el bosque, y así aprovecho para escribir y dibujar.
- Así que ahí llevas las historias que me prometiste que me dejarías leer –dijo con cara de pillo.
- Bueno, aún no están listas- dije arrepintiéndome de haber hecho esa promesa. –Cuando tenga una que esté bien te la enseño, pero puede que tarde un tiempo aún.
- Esperaré –dijo amablemente, pero su voz sonó muy sensual, con aquel acento que a veces se le escapaba.
- ¿De dónde eres? Tienes acento pero no consigo ponerlo en ningún sitio.
- Con que tengo acento ¿eh? –me dijo un poco pillo. – Mira que intento que no se me note, pero sé que se me escapa en algunas palabras. No me gusta
mucho que se note.
- ¡A mí me encanta! –dije sin poder controlar las palabras que acababan de salir por mi boca. Seguro que se dio cuenta de la cara de sorpresa que se me tuvo que quedar, y sobre todo de las mejillas al rojo vivo. Me miró y sonrió.
-¡Gracias!–dijo divertido y sorprendido por mi comentario y
mi reacción. -Soy medio español medio irlandés. Mi padre, es de este pueblo, y mi madre, Camryn, es de Irlanda, de la zona de Galway.
- ¡Irlanda, ¡que padre!! –dije emocionada. –Siempre he querido ir a Irlanda. Allí sí que hay unos paisajes increíbles. Si algún día tengo dinero será el primer lugar que visite.
- ¿Ah sí? ¿Y por qué Irlanda? –me pregunto con curiosidad.
- Pues no sé, siempre que he visto fotos o libros de Irlanda me han encantado. Tiene algo que me llama la atención.
- Sí, es un sitio muy bonito.
- Y, ¿cómo es que has venido aquí? La gente de este pueblo daría un riñón por irse –le pregunté sin ni siquiera darme cuenta de que tal vez le estaba
haciendo preguntas demasiado personales.-
Bueno, necesitaba un cambio de vida, y un poco más de sol-me explicó relajado. – Además, aquí tengo la casa de mis padres, así que era conveniente.
- Si ves que te hago preguntas que no quieres contestar me lo dices y ya está, es que yo me lanzo y pregunto sin pensar que tal vez no quieras contarlo –me disculpé. –Si ves que me paso de la raya me lo dices. Es que como eres nuevo me cuesta acordarme de que eres mi profesor –le expliqué sin mirarle, un poco ruborizada.
- No, tranquila –dijo sonriendo sorprendido por mi espontaneidad. –Yo quiero que estés tranquila, no pienses en mí como un profesor, si no como a un
amigo, ¿vale?
Le sonreí un poco tímida en modo de afirmación mientras sentía como mis
mejillas volvían a arder. Me paré un segundo a pensar. La verdad es que la situación era surrealista. Estaba en mi sitio preferido con mi hombre preferido que acababa de decirme que le tratase como a un amigo.
Me pellizqué discretamente para asegurarme que no estaba soñando.
– ¿Entonces allí también eras profesor? –seguí preguntando.-
Sí, daba clases de español, pero en realidad yo soy fotógrafo. Estos últimos años no he tenido tiempo de dedicarme a ello, así que decidí venir aquí
para poder dedicarme más en profundidad e intentar conseguir exposiciones en galerías y conseguir alguna publicación. A veces también hago fotografías para artículos de revistas, pero sólo cuando me lo piden.
- ¡Uauuu! –dije sin poder ocultar mi asombro. –¿Y qué tipo de fotos haces?
- Bueno, tengo muchas técnicas. Hago paisajes, naturaleza, macro... pero ahora quiero concentrarme en una técnica que estuve probando hace unos años que combina retratos y paisajes. Consiste en sobreponer dos imágenes y buscar una combinación que quede bien.
Intenté poner una expresión normal para que no se diese cuenta de que no
entendía bien lo que me estaba contando, pero se dio cuenta. No se le escapaba ni una, como a Minerva.
- Si quieres te puedo enseñar algunas fotos que tengo en casa, así sabrás de lo que hablo. No estamos lejos –me dijo un poco dudoso por el atrevimiento
de su oferta.¿Yo? ¿En casa de Milo? ¡Infarto! ¡ Infarto seguro!
- No quiero ser molestia, seguro que tienes muchas cosas que hacer –le contesté sonrojada deseando que siguiera insistiendo para que
fuera.
- Venga, que así te invito a un buen te irlandés y unas galletas que hice ayer –me dijo emocionado intentando convencerme.
- ¿Así que también cocinas? –le dije sorprendida.
- Bueno, no soy tan bueno pero si.- Y allí estaba de nuevo aquella mirada. Nos quedamos un segundo mirándonos. Acabé por apartar la mirada un poco nerviosa, pero vi como sonreía. Tenía un aspecto juvenil y dulce que lo hacía irresistible, con esa ropa deportiva, y ese pelo alborotado.
Debería tener unos veintiocho o treinta como mucho. No sé si era muy normal que me gustase alguien mucho más mayor que yo, porque por lo menos nos llevábamos varios años, pero la verdad es que me sentía tan bien a su lado... cuando estaba con él, lo último en lo que pensaba era la edad.
- ¡Vale! –le dije sonriendo.
–Todo sea por probar esas galletas. Me dieron unas ganas repentinas de
abrazarlo y apoyar mi cabeza en su pecho, cogerlo con fuerza y que no me
soltara, pero no lo hice. Tenía que mantener la cabeza fría y recordar que
no sabía apenas nada de él. ¿Y si tenía novia? O incluso peor, ¿Y si estaba
casado y con hijos? Me quedé un poco traspuesta por el dolor que me causaba pensar que alguien más estaba ya con él, y que todo lo que estaba pasando eran imaginaciones mías.
- ¿Estás bien? –me preguntó al verme sumida en aquellos pensamientos.
- Sí –contesté y sonreí intentando que no pareciese muy forzado.
- Estás muy guapa cuando sonríes –dijo de repente sin poder ocultar el nerviosismo y la timidez en su voz.......

Enamorada de mi Profesor (Milo y tu) adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora