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Tuve un sueño precioso en el que estaba Milo. No recuerdo bien lo que ocurría, pero la sensación que me había dejado era muy agradable. Cuando me desperté, Milo no estaba a mi lado, pero pude escuchar ruido en la planta de abajo, como de cosas que se movían.
-¿Milo? –le llamé.
Escuché un golpe, como si se hubiese asustado y se hubiese golpeado con algo.
-No te asomes cariño. Ahora subo –dijo apresurado.
Oí como movía más cosas hasta llegar hasta la escalera. De un salto, se
puso a mi lado en la cama con su preciosa sonrisa.
-¡Buenos días cariño, muchísimas felicidades! –dijo dándome un beso enorme.
–Pensaba que ibas a dormir un poco más –dijo como quien no quiere la cosa, poniendo cara de niño bueno. –¿Seguro que no estás cansada?
Le miré intentando averiguar qué tramaba.
-Qué estarás planeando...–le dije.
-¿Yo? – dijo intentando fingir su sorpresa–No estoy haciendo nada.
Le sonreí divertida por su tono y expresión.
-Pero aunque no esté haciendo nada, me parece que estarás muy cómoda aquí durante unos 15 minutos más... Y más rápido que un rayo, volvió a bajar por la escalera.
El día era precioso y el sol brillaba con fuerza. Me acurruqué en la cama
disfrutando de esa placentera sensación. Podía oír a Milo moviendo cosas en el comedor y en la cocina.
-Subo en cinco minutos – dijo al cabo de un rato mientras movía platos en la cocina.
– Tú sigue ahí, relajada.
-Vale.
Al cabo de un ratito, Milo subió emocionado.
-Vale, ya está –dijo tumbándose a mi lado. –Te vas a tener que poner esto antes de bajar–dijo entregándome una venda que tenía en la mano.
-Vale –dije contenta.
Me encantaban las sorpresas. Milo me puso la venda y me guió para bajar por las escaleras.
-¿Estás lista? – me preguntó cuando llegué abajo.
-Sí –contesté impaciente.
Me quitó la venda. Había tantas cosas que me costó asimilarlo un buen rato. Había un montón de regalos sobre la mesa del comedor, de todos los colores y tamaños. Había ramos de flores por todas partes. En una bandeja,
al lado de los regalos, había dos vasos de lo que parecía jugo natural de naranja, pero lo más impresionante eran unas galletas en forma de letras que formaba el mensaje
'Feliz Cumpleaños Cariño' y que estaban decoradas con un montón de colores. Había globos y decoraciones por toda la casa. Estaba claro que se había pasado mucho rato preparando todo aquello. Todo quedaba precioso.
-¿Qué te parece? -me preguntó dulcemente mientras me abrazaba por detrás. Me giré y le abracé nuevamente con lágrimas en los ojos.
-Es increíble. No tendrías que haber hecho nada de esto –le agradecí emocionada.
-Me hace feliz hacerte feliz, cariño. Volví a girarme para contemplar cada detalle.
-¿Pero cuándo has conseguido hacer todo esto?
-Llevo preparándolo desde hace unos días, pero anoche lo monté todo mientras dormías –dijo orgulloso y contento.
-Es todo tan bonito. Me encantan todas las decoraciones, las flores y las galletas.
-¡Ah! Casi se me olvidaba- dijo mientras iba rápidamente a la cocina y volvía con algo escondido detrás suya.
–Las vi y me encantaron. Pensé que te gustarían. Me miró con su sonrisa y descubrió un precioso ramo de rosas multicolor. Cada pétalo tenía un color diferente, y el ramo, de unas veinte rosas, formaba un precioso ramo colorido como el arcoíris. Me fascinaron.
-¡wow! Me encantan. Mira que colores –dije sin poder dejar de mirarlas.
-Sí, son muy originales. Es la primera vez que las he visto.
-Yo tampoco las había visto nunca. - Le volví a abrazar abrumada por todo el esfuerzo que estaba haciendo por mí.
-Venga, come alguna galleta y empieza a abrir los regalos –dijo impaciente.
-¿Tú ya has desayunado? –le pregunté.
-No. Quería esperarte a ti.
-Hazle alguna foto, por favor, antes de que nos comamos tu obra de arte.
Milo fue al cuarto y trajo su cámara. Hizo un montón de fotos de todos los detalles y de mí con los ramos de flores, con los globos, y luego se puso a mi lado y, girando la cámara hacia nosotros, hizo unas cuantas fotos de los dos juntos.
-Vale –dijo emocionado cuando acabó, llevándose una galleta a la boca. – Venga, ábrelos. Cogí el primer regalo. El paquete era blando, como si fuese algo de ropa. Cuando lo abrí descubrí una chaqueta como las de esquí pero un poco más fina.
-¡Qué bonita! –le dije contenta mientras le daba un beso.
-Pruébatela a ver si te queda bien –me pidió.
Era ligera pero abrigaba muchísimo. Me quedaba que parecía que la habían hecho para mí.
-¿Cómo has acertado mi talla? –le pregunté sorprendida.
-Le pedí a la chica de la tienda que se la probara y luego le pedí que me dejara abrazarla para ver si era como tú –me contestó convencido. Me quedé mirándolo un poco sorprendida.
-¡Es broma! –dijo riendo mientras me hacía cosquillas. –Lo miré en unos de tus jersey. ¡Venga va, abre más! –me pidió impaciente.
Le sonreí y seguí abriendo más paquetes. Una vez los abrí todos tenía un
conjunto completo para ir al polo norte. Había unos pantalones a conjunto con la chaqueta, unos guantes, una bufanda, un gorro, una mochila de montaña y un vale para ir a comprar botas de montaña.
-Estos son demasiados regalos, Milo –le dije cariñosamente.
-Pues éstos son sólo los prácticos... -dijo acercándose a mí y cogiéndome por la cintura – he pensado que así podremos ir a la montaña a caminar y a esquiar incluso.
-Pero si yo no sé esquiar.
-Bueno, yo te enseñaré. Además, si algún día tengo que ir a hacer algún reportaje de montaña podrás venir conmigo. Así que vete vistiéndote que hoy mismo lo estrenamos todo –me dijo contento con cara de emoción.
-¿Qué? –le pregunté un poco confundida.
-He preparado una excursión para hoy a un sitio muy bonito. Vamos a hacer una cima de unas cuatro horas. No he querido escoger un pico muy alto para que no estés muy cansada esta noche – dijo guiñándome un ojo. Me puse un poco colorada.
-Te aseguro que los paisajes te van a encantar –me animó.
-Vale, pero yo no he hecho esto nunca. Espero poder seguir tu ritmo –le advertí.
Me vestí mientras Milo acababa de preparar la mochila con las cosas que
nos teníamos que llevar. Estaba súper cómoda y calentita en mi ropa nueva.
-Estás guapísima. Pareces una exploradora –me dijo cuando me vio con el kit completo.
El paseo hasta la cima fue genial. Había partes un poco difíciles pero los
maravillosos paisajes hacían que valiese la pena. Milo me explicó un montón de cosas sobre la montaña y sobre qué tenía que hacer si me perdía, o si me encontraba con animales peligrosos. Me enseñó los tipos de árboles y arbustos y me contó un montón de curiosidades. Cuando llegamos a la
cima, el paisaje cortaba la respiración. Había montañas por todas partes, y los colores otoñales hacían que todo pareciese todavía más mágico. El aire
puro llenaba nuestros pulmones.
-¡Es increíble! –le dije abrazada a él mientras observaba aquél imponente entorno.
-Y esto es sólo una pequeña montaña.
Hay muchísimas otras cimas que podemos hacer que también tienen unas vistas increíbles. Cuando regresamos a su casa, pensé que estaría más cansada, pero en realidad me sentía más despierta que cuando salí. Merendamos tranquilamente y nos quedamos un rato relajados en el sofá mientras veíamos la televisión.
-¿Te apetece salir a cenar esta noche? - me preguntó al cabo del rato.
-¿A cenar? –respondí un poco nerviosa por todo el dinero que Milo se estaba gastando en mí.
-Hay un sitio muy bonito justo en la costa, al lado del mar. ¿Qué te parece?
-Me parece bien, pero estoy sufriendo por todo el dinero que te estás gastando –le confesé.
-Deja ya de pensar en eso. Hoy es tu día y no importa nada, y si lo hago es porque puedo. ¿Vale?
-Vale –le dije con una sonrisa.
-Pues entonces dame un segundo –dijo mientras se levantaba e iba a la habitación de al lado, la que se había convertido en nuestro cuarto de estudio.
Salió a los pocos segundos con cuatro paquetes envueltos en papel de regalo. Uno de ellos era muy grande.
-¿Más regalos? –le pregunté sorprendida y un poco nerviosa, pero no podía protestar ante aquella cara de emoción y felicidad que traía Milo.
-Después de éstos sólo te quedará uno más... bueno... dos–me dijo mientras dejaba los regalos delante de mí y se volvía a sentar a mi lado.
-¿Dos más? –le reprendí.
-Sí... y son los que tengo más ganas de darte... -me contestó sonriendo.
Le di un golpecito suave en el lado pillando a qué se refería.
-No mujer, no es eso... bueno... eso también... pero el regalo que yo digo no es eso –dijo divertido por mi expresión.
–Venga... ábrelos. Cogí primero el más grande.
-No, primero éste –dijo cambiándome el paquete por otro un poco más pequeño. Lo cogí y lo abrí. Había un precioso vestido rojo con una tela muy suave , elegante, y algunas partes como de crochet.
-¿Te gusta? –preguntó nervioso.
-¡Me encanta! –dije aun embobada.
Era el primer vestido que tenía que no fuese de cuando tenía diez años. Nunca me había puesto un vestido ya de más mayor.
-Pensé que te gustaría tener uno para estrenarlo esta noche.
-Es el primer vestido que tengo.
-Venga, abre los otros.
Abrí el siguiente paquete que era rectangular y duro. Dentro había unos
zapatos de tacón negros de charol preciosos.
-¿Cómo sabias mi talla? – le pregunte sorprendida mientras me los probaba emocionada.
-¿Te acuerdas aquel día en el recreo?–me preguntó haciéndome recordar su tropiezo.–Pues era todo una táctica. Quería saber tu número y no sabía cómo pedírtelo y que no pareciese muy preparado. Para entonces ya
estaba planeando tu cumpleaños.
-¿Y cómo sabías que mi cumpleaños era entonces? Yo aún no te lo había dicho.
-Bueno, ser profesor tiene sus ventajas... - me contestó guiñándome un ojo. -Venga, ¡siguiente!
Abrí el paquete más grande. Era un abrigo negro por encima de las rodillas
precioso y muy elegante.
-Pensé que necesitarías algo para llevar con el vestido.
-Muchas gracias Milo, es muy elegante. Todos los regalos son geniales.
-Venga, abre el último – dijo emocionado.
El último paquete también era rectangular y duro, pero un poco más grande que la caja de zapatos. Cuando lo desenvolví había una caja de metal y
dentro había todo tipos de maquillajes y cosas para el pelo. Había cosas para maquillar que ni siquiera sabía que existían. Y cremas y espumas de todo tipo. Había incluso una plancha para alisar el pelo y otra para rizarlo.
-No sabía si ya tenías estas cosas, o si ni siquiera las utilizas, pero pensé que tal vez te apetecería utilizarlo para esta noche. Para mi estás guapa de
todas las maneras, pero pensé que era lo que todas las chicas tienen. Ya sé que no eres como todas las chicas...
-¡Es estupendo! –le interrumpí viendo que se ponía un poco nervioso al pensar que no había acertado con el regalo. Dejé el regalo sobre la mesa y me puse sobre él mientras le besaba apasionadamente.
Nos estuvimos besando un rato y cada vez nos costaba más controlarnos.
-Será mejor que nos preparemos – dijo acalorado y llenos de deseo mientras intentaba controlarse.

Enamorada de mi Profesor (Milo y tu) adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora