13

720 31 1
                                    

Milo no parecía muy convencido sobre la historia de mis padres, pero tampoco preguntaba sobre ello. Me levanté, me puse los zapatos y me di
cuenta de que había dormido con la ropa puesta. Me senté en la silla al lado de la mesa de la cocina, alimentándome del olor de las tostadas recién hechas que me recordaba lo hambrienta que estaba.
-¿Te gustan las tostadas con mantequilla? –me preguntó.
-Sí.
-Y también tengo jugo de naranja .
-Vale, gracias.
Milo volvía a tener esa ilusión en la cara. Tenía el pelo un poco despeinado,
de recién levantado y estaba guapísimo. Llevaba una camiseta azul que se le pegaba al cuerpo y que marcaba unos músculos bien definidos. Acabó de traer el zumo y las tostadas y se sentó a mi lado.
Empezamos a desayunar disfrutando cada bocado.
-Entonces, ¿vas a querer ver mis fotos? –dijo divertido. Se me escaparon algunas carcajadas.
-¡Sí!.
Se levantó un momento y cogió la caja que había en la mesita de la sala de
estar que había apartado para poner el colchón. El sol volvía a brillar con
fuerza por las ventanas. Era otro día estupendo. Se sentó a mi lado, un poco
nervioso, mientras me entregaba la caja. La abrí y dentro había láminas y cada lámina contenía una foto.
-No están todas, sólo son las mejores de mi trabajo hasta el momento –me explicó un poco nervioso mientras iba pasando cada lámina.
Eran increíbles. Las de paisajes eran cautivadoras, con unos colores y una luz
increíbles, como sacadas de revistas de 'National Geographic'. Había también
fotos tomadas en la calle de gente en diferentes situaciones, en blanco y
negro, que eran muy interesantes, pero las que más me gustaron fueron las que él me había explicado, las de doble exposición. Había retratos de los cuales salían formas de montañas, o de edificios, o incluso de árboles y flores. Estaban realmente muy bien hechas.
-Bueno, ¿qué te parecen? – me preguntó un poco nervioso.
-¡Son increíbles Milo, tienes muchísimo talento! –le dije honestamente sin poder apartar la mirada de las últimas fotos que había sacado.
-¿De verdad lo crees?
Al principio me pareció que lo preguntaba en broma. ¿Cómo podía alguien que había hecho fotos de esa manera preguntar si me gustaban? Pero
su pregunta era sincera. De verdad dudaba de su trabajo.
-Son preciosas. Todas me gustan muchísimo. Tienes mucha sensibilidad y consigues que eso se vea en las fotos que haces, sobre todo en estas de doble exposición. Me encantan.
- Me alegra mucho que te gusten –me dijo un poco más aliviado.
-¿Cómo puedes pensar que no me iban a gustar? –le dije sorprendida. –Ya sé que yo no soy una experta en esto, pero estoy convencida que incluso un experto pensaría que son muy buenas.
-No sé, nunca he sido muy valiente a la hora de que otros miren mi trabajo. Jamás he hecho una exposición por miedo a las críticas de los demás –dijo de corazón. –Pero ahora quiero intentar hacer alguna exposición y que mi trabajo sea criticado, porque es la única manera de poder mejorar. Si puedo hacer eso, que es lo que más apuro me da, seré capaz de hacer cualquier
cosa –dijo inocentemente.
-Seguro que conseguirás las exposiciones que quieras –le contesté animándole. –No va a haber sala que no quiera exponer tus fotos, te lo aseguro. Se pelearán y todo por exponer tus fotos.
Sonrió un poco colorado. Hubo un momento de silencio mientras Milo guardaba el libro.
-¿Me dejarías que te hiciese una sesión de fotos? -me preguntó.
-¿A mí? –le respondí medio atragantándome con el jugo que por poco no me sale por la nariz.
-Sí. Me encantaría poder hacerte una sesión –me dijo sonriendo.
-Bueno, no sé, yo nunca salgo muy bien en las fotos. ¿Tú estás seguro que quieres que sea yo?
-Sí –contestó mirándome convencido. -Desde que te vi he tenido ganas de hacerte una sesión.
-Me da un poco de vergüenza la verdad –le dije.
-Tú no te preocupes, ya verás que es muy fácil –me dijo sonriendo.
¿Quién era capaz de decirle que no a esa cara tan angelical? Yo por lo menos no. Lo miré rogándole con la mirada que no me hiciese hacerlo, pero se le veía tan motivado y entusiasmado...
-Bueno, vale, mientras no las pongas en una de tus exposiciones... -le advertí.-
- ¿En serio que me dejas? – dijo muy contento.
-Sé que me arrepentiré, pero sí.
-Gracias –dijo, dando un salto y abrazándome.
Me quedé sorprendida por su reacción. Cuando se separó de mí me sonrió feliz.
-¿Y cuándo la quieres hacer? –le pregunté un poco temerosa.
-¿Qué tienes que hacer hoy? –me preguntó con una sonrisa pícara viendo venir lo que me iba a proponer.
-Hasta las tres nada –le contesté con un poco de miedo.
-Pues hoy mismo entonces. Antes de que cambies de opinión.
-¿Hoy? –le pregunté un poco asustada. –¡Pero si tengo un cuerno en la frente y una ceja partida!
-No te preocupes, yo todo eso lo arreglo con Photoshop xD –me dijo casi suplicando.
Dudé unos momentos, pero ya no podía negarme.
-Bueno, si te hace ilusión, pues vale, pero ya te aviso que no sé, no se me da bien esto de posar y además te digo que no soy fotogénica.
-Te prometo que será muy fácil –me dijo contento y aliviado, volviéndome a mostrar esa espléndida sonrisa. -¿Qué te parece si la hacemos después de
comer?
-Vale, cuando tú quieras.
-¿Te gustaría ir a buscar piñones? –me preguntó. – Podríamos hacer pasta al pesto con piñones frescos, si te gusta, claro.
-Sí, me encanta. La mañana pasó genial. No quería que terminase nunca. Estuvimos en el bosque una hora más o menos buscando piñones. Hacía un día despejado y caluroso, casi de verano. Los pájaros cantaban con ganas, y las golondrinas surcaban el cielo animadas aprovechando los últimos calores.
Vimos algunas ardillas e incluso un ciervo a lo lejos. No paramos de reír en
todo el rato. Milo siempre encontraba algo divertido que hacer o decir que me hacía reír. Parecía muy feliz y relajado, se le veía ilusión en los ojos, y yo no podía acabar de creer lo que me estaba pasando. Ahora ya sabía que Milo sentía algo por mí, y yo estaba completamente enamorada de él, pero
había un tema en mi cabeza que no podía parar de darle vueltas.
Cuando volvimos de buscar los piñones, Milo preparó unos tallarines al pesto increíbles. Sin duda los más buenos que jamás había probado. Después nos preparamos para hacer la sesión.
-¿Cómo me pongo? –le pregunté un poco incómoda cuando ya estábamos a punto de empezar.
Estábamos justo delante de su casa, pero con el paisaje de las montañas
delante para que saliese de fondo. Me había dado una camisa de las suyas
blanca para hacer la sesión, que por cierto me quedaba bastante grande, pero él decía que quedaba muy bien. La verdad es que yo no tenía ni idea, así que le dejé hacer.
-Tú tranquila, como si yo no estuviese aquí -me dijo para que resultara fácil.
-Ya... - murmuré para mí misma notando como la cara se me tensaba por momentos.
-Vale, cuando quieras, yo ya estoy listo –me dijo levantando la cámara hasta su cara y acercándose un poco más a mí.
Estuvimos un rato haciendo fotos, pero yo tenía claro que no estaban
quedando bien. Milo me iba dando indicaciones amablemente, pero podía
notar que no era lo que él buscaba. Mi cara estaba completamente tensa y no sabía cómo ponerme. Lo estaba pasando mal.
-Lo siento, está saliendo fatal, no consigo relajar la cara.
-No te preocupes. Te voy a traer un taburete, así estarás más relajada.
Salió con el taburete y me senté. Se acercó a mí y tiró de la goma que tenía que me recogía el pelo hacia atrás. Pasó sus dedos por mi pelo sacudiéndolo de un lado al otro para darle volumen.
Seguramente eso lo hacía en todas sus sesiones, pero a mí me pareció muy
sensual, y rápidamente se me volvieron a encender las mejillas. Me sonrió y se quedó mirándome, pero estaba tan nerviosa que aparté la mirada.
-Tú no tienes que hacer nada, simplemente piensa en algo que te gusta, como por ejemplo cuando estás en el bosque tumbada. Cada vez que yo te diga vas haciendo una pequeña variación, pero cuando veas que te estás poniendo nerviosa piensa en la sensación agradable otra vez – me dijo mientras volvía a su posición.
-Vale -le contesté respirando hondo. –Yo lo intento pero no te prometo nada. Me tomé unos segundos para pensar.
Lo que más me gustaba de todo era cuando Milo me acariciaba la frente.
Eso me calmaba de verdad. Respiré hondo y le hice una señal con la cabeza para indicarle que ya estaba lista, y Milo empezó a hacer las fotos.
-Muy bien, lo estás haciendo genial.
Y así seguimos durante un rato. Milo parecía cada vez más contento y
yo estaba cada vez más relajada. Luego empezó a hacer cosas para que me riera, y me iba haciendo las fotos mientras me reía. Fueron unos treinta minutos, pero mucho más fáciles de lo que yo me imaginé.
-¡Lo has hecho genial! –me dijo cuando acabamos mientras se acercaba para abrazarme.
-¡Gracias! –le contesté sonriendo aliviada.
-Verás que van a quedar genial. Se puso a mi lado mientras caminábamos hacia la casa, y levantando la cámara rápidamente, echó una foto de los dos. No me dio tiempo a reaccionar, y justo me pilló mirándolo cuando disparó.
-Ésta es para mí –dijo con una sonrisa de victoria.
Volvimos a entrar en la casa, me cambié en el cuarto de baño y me preparé para irme.
-Me tengo que ir ya –le dije un poco triste. Milo parecía apenado.
-Vale, ¿Quieres que te acerque? –me preguntó.
-No, quiero andar un poco, no queda lejos –le contesté, aunque la verdad es que sí que quedaba bastante lejos.
-Nos vemos pronto entonces, en clase, supongo –me dijo un poco triste, haciéndome recordar que era mi profesor.
-Sí, claro –le contesté.
-¿Puedo tener tu número?
Así puedo llamarte esta noche a ver cómo va el chichón -me pidió un poco nervioso.
-Es que no tengo móvil. No tengo ni internet ni nada de eso – le dije un poco nerviosa.
Milo se quedó un poco sorprendido, pero no preguntó. Seguro que se preguntaría como era que no tenía ni móvil ni internet si mis dos padres
trabajaban, además estando tanto tiempo fuera de casa sin saber nada de su hija.
-¿Y en casa tienes línea?
-No, lo siento, se ha estropeado –mentí. no insistió más.
-Bueno, pues si necesitas algo ya sabes dónde estoy. Lo que sea a la hora que sea –me dijo mientras me dirigía a la puerta. –
- Me ha hecho mucha ilusión estar contigo -dijo intentando que sonara un poco alegre, pero sin poder evitar el tono de pena en su voz.
-Sí, yo también lo he pasado muy bien.
Nos quedamos un segundo mirándonos sin saber qué decir, sintiendo esa complicidad, pero a la vez muchos nervios. Milo hizo un movimiento como si fuese a acercarse a darme un beso, pero se quedó parado sin atreverse.
-Hasta el lunes entonces – me despedí.
-Vale –dijo un poco nervioso. – Hasta el lunes.
Y salí después de que Milo abriese la puerta de otro fuerte tirón.
-Cuidado con los bordillos –me dijo alzando la voz cuando ya estaba a unos metros de la casa.
Vi cómo hacía un gesto de arrepentimiento justo cuando acabó la frase. Sonreí, aunque sabía que a esa distancia no lo podía ver. Le hice un gesto con la mano y seguí caminando. Estaba feliz, pero algo dentro de mí me decía que enamorarse de un profesor no podía ser buena idea...

Enamorada de mi Profesor (Milo y tu) adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora