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Estar otra vez con Milo era la mejor sensación del mundo. Los dos habíamos recuperado la ilusión en la vida, y aunque yo aún sufría por la pérdida de Minerva, estar a su lado me estaba ayudando a superarlo. Desde que Milo me había contado lo que ocurría con su madre, todo iba genial. Las siguientes semanas fueron de ensueño.
Estábamos siempre juntos. Milo me hizo un montón de sesiones de fotos
aunque no me dejaba ver ni una. Hubo una en la que tuvimos que ir a un río y tuve que meterme en el agua helada para poder recrear la escena de Ophelia. Milo parecía muy motivado con aquella sesión, y aunque acabé con los labios morados, fue una experiencia muy bonita. Aunque yo le insistía una y otra vez para que me dejara ver alguna,  decía que antes de eso tenía que trabajar en ellas.
Milo tuvo que volver a irse durante tres semanas, del dos al veintitrés de
noviembre, para hacer otro reportaje fotográfico que había conseguido a
través del trabajo anterior. Estaba súper feliz de haberlo conseguido porque decía que significaba un gran avance para su carrera, y yo estaba muy feliz por él. Aunque lo eché muchísimo de menos, me dio el tiempo justo para prepararme y hacer mis exámenes de final del semestre. Tuve tiempo incluso de acabar el libro con los dibujos que estaba preparando para Milo, pero sólo se lo daría en un momento especial. Además, la fecha de mi cumpleaños se acercaba peligrosamente, así que aproveché también para comprar ropa interior un poco más provocadora con unos ahorros que
tenía para emergencias. Cuando el día veintitrés de noviembre llegó, fui a
buscarlo por sorpresa al aeropuerto.
-¿Qué haces aquí? –me preguntó sorprendido mientras saltaba a sus brazos.
-¡Quería darte una sorpresa!.
-No sabes lo mucho que te he echado de menos –me dijo mientras me cubría con besos.
Cuando llegamos a su casa, apenas habíamos cruzado la puerta que empezamos a besarnos apasionadamente. El invierno cada vez se hacía más presente, y a la que caía el sol la temperatura bajaba drásticamente.
Después de besarnos durante un buen rato encendimos el fuego e hicimos la
cena.
- Esta semana estaré un poco ocupado acabando las fotos de estas últimas semanas y preparando los exámenes, pero te prometo que después seré todo tuyo.
-No te preocupes, a mí también me quedan un par de exámenes, así que tendrás tiempo.
Al día siguiente, el domingo, Milo preparó la segunda habitación con dos
mesas y dos sillas.
-Si a ti no te molesta, podríamos trabajar juntos –me dijo un poco nervioso enseñándome la nueva organización de la habitación.
-¿Cómo me va a molestar?–le dije contenta. –Así, cuando descanse, sólo tendré que girarme para darte un montón de besos.
Jamás me había resultado tan placentero estudiar. A pesar de mis buenas notas, estudiar era algo que detestaba, pero aquella vez se me hizomucho más llevadero que cualquier año anterior. De vez en cuando, Milo me sorprendía con un beso en el cuello.
Al siguiente sábado, para celebrar que ya habíamos acabado, Milo preparó un pastel de chocolate buenísimo. Aún nos quedaban días de clase antes de las vacaciones de navidad, pero los exámenes más importantes ya habían pasado, y Milo había acabado su trabajo fotográfico y sus exámenes. Ya hacía una semana que encendíamos la chimenea cada noche, y me encantaba el color que le daba a toda la casa. Apenas acabó la película que
estábamos viendo, que empezamos a besarnos otra vez. La pasión iba subiendo y Milo acabó sobre mí. Desde aquella vez en el lavabo, no habíamos estado tan apasionados. Los dos respirábamos con fuerza y la luz
dorada que desprendía el fuego en la chimenea lo hacía todo todavía más
romántico. Milo , poco a poco, fue metiendo su mano por debajo de mi
jersey y fue subiendo. Aquella sensación era extraña pero muy placentera y excitante.
Lo agarré por la cabeza y lo apreté todavía más a mí. Entonces le mordí la oreja suavemente, y aquello pareció volverlo loco.
-¡Tú quieres que yo pierda la cabeza! –dijo acalorado. Seguí besándole.
-¿Sabes qué día es hoy? – le dije coqueta.
-Sábado día treinta, creo – contestó sin prestar mucha atención, mientras seguía ocupado besándome.
-¿Y sabes lo que eso quiere decir?
-No –me contestó tiernamente.
-¡Pues que sólo quedan siete días para que cumpla los dieciocho años!.
Milo me miró como cuando un niño se da cuenta de que pronto pasarán los
reyes magos.
-La espera se me va a hacer eterna –dijo sonriendo. -No sé lo que me haces pero me vuelves loco. Y seguimos besándonos hasta que nos quedamos dormidos el uno en los brazos del otro.
Cada vez se acercaba mi cumpleaños, por lo tanto estaba más nerviosa.
Quería hacerlo con Milo, pero aun así estaba un poco nerviosa. Toda esa
semana, Milo me regaló una rosa cada día hasta el día de mi cumpleaños, y me escribía notitas románticas que me encontraba en los lugares menos
esperados de la casa. Me hacía sentir muy especial, y eso me gustaba. El
viernes por la noche, justo la noche antes de mi cumpleaños, me sorprendió
con un regalo cuando acabamos de cenar.
-Sé que tu cumpleaños es mañana, pero éste es un primer regalo para que recuerdes siempre tu último día antes de ser mayor de edad –me dijo dándome una pequeña cajita envuelta en un precioso papel de regalo plateado con un lazo dorado que era casi más grande que toda la caja.
-¿Cómo que un primer regalo? –le pregunté sorprendida. – Ya sabes que no quiero que me hagas regalos. No quiero que te gastes más dinero. Todo lo que haces por mí es más que suficiente, y además el teléfono vale para los próximos 5 Reyes Magos y cumpleaños juntos. Milo me miró divertido por mi reprimenda.
- Sabes bien que nada de lo que digas me va a hacer cambiar de opinión. Los dieciocho son importantes, así que disfrútalo.
Era imposible enfadarse con él. Desenvolví la cajita, no sin antes refunfuñar un poco. Me quedé con la boca abierta cuando vi lo que era.
Dentro de la cajita había unos preciosos pendientes en forma de hojas, como si fuera el esqueleto de una hoja será. Eran preciosos, de oro blanco, de una
delicadeza exquisita.
-Cuando los vi me hicieron pensar en ti.
-¡Son preciosos Milo , me encantan! No tendrías que haberlo hecho –le agradecí de corazón a punto de llorar de la emoción.
-Quiero que los disfrutes. Quería que tuvieses algo que te recordase siempre estas fechas. Además, pensé que podría combinar bien con el colgante de Minerva. Me abracé a él y no pude evitar llorar.
-No llores cariño –me dijo con Ternura mientras me acariciaba la cabeza.
-Es que estoy emocionada. Son muy bonitos –le dije entre el
llanto. Milo rió con cariño.
-Pues mañana te quedan todavía más, así que si vas a llorar por cada regalo, te pasarás el día llorando.
-¿Más regalos todavía?
-Claro, mañana es el gran día –y me guiñó el ojo.
Le sonreí un poco nerviosa, pero divertida por la cara de pillo que ponía.
-Pero si yo ya soy feliz Estando contigo.- le dije honestamente.
-Ya lo sé... pero, ¿quién no es más feliz con un montón de regalos? –me preguntó poniendo una cara divertida. Me reí y él también se rió.
-¡Qué tonto! –le dije cariñosamente. Me sonrió y me dio un beso.
-¡Qué guapa que eres, carajo! –dijo con su adorable acento, que sonó muy
divertido ante aquella expresión tan española.
- ¿No te los vas a probar?
-¡Sí, claro! –le dije ilusionada mientras los sacaba de la cajita y me los ponía. -¿Qué te parecen?
-Te quedan muy bonitos. Seguro que también quedan preciosos con el collar de Minerva.
-Sí –le dije contenta llevándome la mano al colgante de Minerva que quedaba cubierto bajo el jersey.
Me quedé pensando unos segundos, pero me armé de valor y me quité el
jersey delante de él, quedándome en sujetador, mostrando el colgante. Era un sujetador muy bonito, negro, con un poco de encaje, que me había ido a
comprar durante las semanas que Milo estuvo fuera. Me dio bastante vergüenza porque Milo no me había visto nunca
antes con tan poca ropa. Se quedó sorprendido ante mi atrevimiento, pero
me miraba con ojos llenos de deseo. Le miré un poco nerviosa, pero a la vez
coqueta. El calor del fuego me acarició la piel de la misma manera que lo
hicieron las manos de Milo.
-¿Qué te parece? –le pregunté tímida.
-Te queda precioso –me dijo casi en un susurro mientras acercaba sus labios a los míos.
Milo acarició mi cuerpo con sus manos fuerte, haciéndome temblar bajo su tacto. Me observó durante un rato.
-Eres tan hermosa. No cambiaría nada. Eres perfecta.
-Eso eres tú que me ves con buenos ojos –le contesté sonrojada.
Me echó hacia atrás suavemente y me besó.
-Te amo, ____ –me dijo mirándome a los ojos.
-Yo también te amo, Milo.
Y de nuevo, nos dejamos llevar por la pasión de nuestros besos hasta que
nos quedamos dormidos...

Enamorada de mi Profesor (Milo y tu) adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora