19.- Dviná Septentrional

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Cuando me despierto Sam sigue durmiendo y siento la muy razonable tentación de levantar las sábanas y ver si está empalmado. Como cuando estás a dieta de carbohidratos pero te paras delante del escaparate de una pastelería para babear un poco y recordar a qué sabe el chocolate.

Pero no lo hago, ¿vale? Soy una mujer calenturienta pero respetuosa.

En cambio, él, medio dormido, estira los brazos y me agarra, como también me hizo Jared. Yo contengo la respiración para que Sam no se despierte mientras esos brazos me rodean y me atrapan, porque puedo ser respetuosa pero gilipollas tampoco soy.

Estoy a punto de olerle un poco el cuello cuando Sam se despierta.

—¿Eh?— murmura en sueños y abre un ojo para darse cuenta de lo que está haciendo. Se despabila de golpe y me suelta, con cara de culpabilidad. Mi gozo en un pozo.— Joder, perdona.

—No, no. Tranquilo. Son cosas que pasan.

¿Le lanzo un mini tonteo o no? Algo no muy bestia en plan "pero yo estaba a gusto", a ver qué dice. Pero antes de que yo abra la boca él ya ha saltado de la cama y está estirando la espalda. Pues no hay tonteo.

—¿Has dormido bien?

—Sí, muy bien.

Y más caliente que las fraguas del infierno. Nos vestimos en silencio y yo echo un último vistazo a su torso antes de que se ponga la camiseta y la camisa. Los tíos así deberían ir medio en bolas todo el día, por decreto real.

Sam me pide un poco tímido si le dejaría usar mi peine y le digo que claro. No me voy a poner melindrosa después de todas las cosas que le he hecho. Bueno, a él no, a Jared, ya me entendéis.

De pronto estamos compartiendo el baño como un par de viejos casados, yo lavándome los dientes y él cepillándose la media melena de color castaño. Nos miramos a través del cristal y Sam sonríe un poco. Yo no puedo evitar sonreírle de vuelta.

Cuando llegamos a la cafetería del hotel nos encontramos con Dean, escondido tras un pedazo de plato lleno de diferentes tartas y pasteles. Megan, a su lado, lo mira con un café en la mano y una sonrisa de bobalicona que tira para atrás. Nos ha jodido, como para no ir sonriente por la vida.

—¡Buenos días!— saludo yo, pasando por el buffet de desayuno para servirme café y coger un par de panecillos de mantequilla. Luego me siento delante de mi mejor amiga, que tiene la jodida decencia de sonrojarse un poco.— Espero que hayáis guardado algo de energía para salvar el mundo.

¿Se nota el sarcasmo en mi voz? ¿Y la envidia? 

Sam se sienta en la silla libre que está a mi lado con un bol lleno de cereales integrales con leche y un café americano. Parece inusualmente contento, dentro de su espectro de caras serias y preocupadas. Dean sopla al ver el desayuno de su hermano y detiene su tarea de engullir pasteles.

—Tío.— señala Dean con ofuscación el bol de Sam.— ¿En serio vas a desayunar eso, teniendo tarta de queso, de chocolate blanco, de almendras, de...?

—Dean, ¿es que tienes catorce años? Estás loco si crees que voy a desayunar esa porquería.

—Ah no, claro, el señor sano. Para una vez que tenemos acceso ilimitado a tartas...

—¿Y qué más te da, si no las estás pagando tú?— se enfada Sam, hundiendo la cuchara en sus sanísimos cereales. A mi se me escapa un poco la risa ante esa absurda discusión típica entre hermanos y Megan enseguida se me une.

En la cafetería del hotel hay unos cuantos turistas más, que desayunan entre feliz cháchara sobre sus planes de hoy. Es por eso que al principio no escuchamos lo que dice el televisor encendido que relata las noticias matutinas, justo encima de nuestra mesa.

Pero pronto las palabras de la presentadora de las noticias atrapan toda nuestra atención.

"...el terremoto ocurrido en Rusia esta noche ha sido calificado por los científicos como de grado 9,6 en la escala de Richter, el mayor terremoto registrado de los últimos siglos, superando incluso al desastroso seísmo que tuvo lugar en Chile en 1960.  Al parecer el terremoto se ha originado en el Mar Blanco, al norte de Rusia, y ha abierto una brecha siguiendo el curso del  Dviná Septentrional, el sexto río más largo de Europa, desde su desembocadura hasta su nacimiento."

Todos hemos dejado de comer y beber. Observamos las escenas de caos y destrucción que proyecta la televisión. Una cámara aérea recorre el cauce del río Dviná, comparando una imagen del antes y del después. Ahora, en vez de un río, parece una enorme grieta llena de agua de varios kilómetros de ancho que ha separado Rusia en dos. Alrededor del desastre se ven escombros, coches destrozados, restos de casas, árboles rotos y vete a saber que horrores más.

"Este desastre natural de magnitudes incalculables ha dejado miles de pérdidas humanas y materiales, al parecer cambiando para siempre la orografía de Rusia. Los científicos siguen buscando el origen de este terremoto, pero una primera hipótesis lo relaciona con el inexplicable aumento de las temperaturas en toda Europa desde hace una semana."

—Por favor, decidme que esto es cosa del cambio climático.— murmura Meg, al borde de la histeria.

—Lo dudo mucho.— responde Sam, apartando de su vista el bol de cereales y sacando enseguida su teléfono para consultar un mapa de Europa.

—Parece como si...— empiezo, indecisa ante las imágenes catastróficas que acabo de ver. Siento que conozco la respuesta pero no quiero decirla en voz alta.

—Como si Rea estuviera haciendo de las suyas para separar Europa de Asia.— completa Dean, de mal humor.

—Apuesto que su siguiente jugada se originará en el Mar Caspio.— apunta Sam, mostrándonos el mapa en su móvil.— Desde aquí, un maremoto podría cubrir por completo Azerbaiyán, Turquía y Kazakstán y separar la tierra por el sur. Así Europa estaría totalmente aislada de Asia y África.

—Dios mío.— Meg mira el mapa con los ojos muy abiertos y llenos de pánico.

—Creo que es hora de ponernos en marcha.— dice Dean.

Bueno, allá vamos, Edimburgo.

Bueno, allá vamos, Edimburgo

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Hi, Winchester [Supernatural]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora