27.- Ángel de la guarda

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Lo bueno de estar en compañía de dos cazadores como Sam y Dean es que ninguna de nosotras nos tenemos que preocupar de cosas tan superficiales como colarnos en un hotel. Lo malo es que si estás con estos dos tienes unas altas probabilidades de que te maten, en especial si te enrollas con Sam. Recuerdo de golpe el primer capítulo de la primera temporada de Supernatural y trago saliva al pensar en la suerte que tuvo Jessica, la novia del pequeño de los Winchester. Acostarse con Sam es fantástico y es uno de los hombres más valientes y dulces que he conocido nunca (socorro, ¡que ya parezco otra vez una novela de Danielle Steel!), pero no sé si estoy dispuesta a perder la vida por ello.

Con ese pensamiento un poco turbio observo como eligen un hotel de cuatro estrellas llamado The Douglas. La cerradura de la puerta principal es electromagnética y ha quedado sellada cuando Cronos ha decidido barrer a los humanos del continente, pero ellos están más que acostumbrados a vivir al margen de la ley y no les cuesta nada conseguir abrir el acceso al hotel. 

El bonito y elegante vestíbulo del The Douglas nos recibe y los cuatro lo admiramos en silencio. Dean ha decidido que ya que esta noche no tiene que pagar por una habitación puede elegir el mejor hotel de la zona y los demás pues tampoco le ponemos pegas a esa resolución.

En otras circunstancias se me caería la baba cuando entramos en el lujoso hotel, que tiene vistas al mar y habitaciones amplias y con todo tipo de comodidades inéditas para los cuatro. Cosas tan tontas y simples como kits de higiene, zapatillas de felpa y... bañera. Dean y Sam han elegido dos habitaciones en la planta de arriba, una delante de la otra. Sam me ha mirado un poco tímido y me ha alargado una tercera llave, por si me apetecía dormir sola. Yo he dejado esa tercera llave en su sitio y le he sonreído, dándole a entender que dormiré con él, si no le importa.

Su sonrisa vergonzosa me deja entrever que no le importa, más bien lo contrario.

—Yo me encargo de rezar a Castiel para que venga mañana, ¿de acuerdo, Sammy?— se despide Dean en la puerta de su habitación. Escucho a Megan dentro ya dar grititos excitados al encontrar el minibar. Para que luego diga que mi amistad no la ha influido para nada.

—De acuerdo.

—Y usa condón, hermanito.

—¡Que te largues!— le pega una patada Sam, harto ya de su hermano mayor. Cierra la puerta con fastidio y pasa la llave para que nadie nos moleste. Luego se da cuenta que, aparte de Dean y Meg, no hay nadie que pueda molestarnos y se echa a reír un poco.

Ambos nos tiramos sobre la mullida cama pulcramente hecha y dejamos ir la respiración cansada a la vez. Eso nos hace sonreír. Estamos agotados y yo reconozco que me sobrepasa un poco la situación ya. Creo que en cualquier momento empezaré a gritar y a correr como un pollo sin cabeza por el hotel.

—Tengo muchísima hambre, en serio.

—Yo también. Veamos que tenemos por aquí.— se levanta de un ágil salto de la cama y abre el minibar que hay debajo del escritorio, que releva sus pequeños y muy caros tesoros. Un par de bolsas de cacahuetes, patatas fritas, chocolatinas, cervezas, aguas con gas y dos sándwiches de jamón y queso. No parece mucho pero para mi es todo un botín. Así que ni cortos ni perezosos lo sacamos todo del minibar, lo tiramos sobre la cama  y nos lanzamos a devorar la comida y a beber refrescos como si fuéramos dos adolescentes fumados.

Cuando terminamos decido que necesito una ducha antes de continuar con este viaje surrealista y como antes que nada soy una señorita, como supongo que ya os ha quedado claro, me quito la ropa en la habitación y se la tiro a la cara a Sam, que se queda un poco sorprendido pero tampoco demasiado. Supongo que ya empieza a conocerme.

—Me voy a la ducha. Y eso es una invitación para que te unas.

—¿Te han dicho ya que eres lo peor seduciendo?— se ríe él. Pero se une. Y vaya como se une.

Hi, Winchester [Supernatural]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora