31.- La vieja Londres

401 50 1
                                    

La vuelta a Londres es rara. Primero tenemos que regresar a la isla de Arran porque ahí es dónde se nos vio por última vez antes de que desapareciera la civilización y Castiel nos suelta no sé qué rollo sobre el equilibrio cósmico. En resumen: tenemos que regresar a la isla de Arran y a partir de ahí emprender el camino a Londres.

De llegar a Arran se encarga de solucionarlo Castiel en un pispás. Y desde ahí nos deja a nuestra suerte porque según nos cuenta hay asuntos celestiales más urgentes que teletransportarnos de un sitio a otro. 

Para mi significa que ya hemos cumplido la misión y el resto es cosa nuestra. Crowley también se ha desentendido, como es habitual en él, y nos hemos quedado los cuatro abandonados a nuestra suerte. A ver, abandonados tampoco, porque Castiel ha dicho que en dos días volverá a Londres con Crowley para devolver a los Winchester a su mundo, su realidad, su plano existencial o lo que sea.

Sam ha asegurado que nos acompañarán a hablar de nuevo con Loki, porque no se fían ni un pelo del dios nórdico, por mucha cara adorable de Tom Hiddleston que tenga.

Con esa perspectiva en mente volvemos a Londres desde la isla de Arran. Y sé que algo va mal porque, aunque sea la capital del reino enemigo, a mi siempre me ha encantado Londres (que me perdone William Wallace) y ahora no quiero regresar. Mejor no se lo cuento a Meg, porque fijo que me mete una colleja de aquí a Aberdeen.

Por el retrovisor echo miradas furtivas a Sam, que va contemplando el paisaje en silencio. Dean ha puesto una de sus cintas de rock y va cantando a pleno pulmón canciones de Deep Purple, secundado por Megan. Pues sí que están felices estos dos. Esto me hace enfurruñar, aunque me guste Deep Purple. En algún momento mi mirada se cruza con la de Sam, pero enseguida apartamos los ojos para seguir escuchando el concierto improvisado de Meg y Dean.

A medio camino me quedo apoyada en el Impala fumando, mientras los demás entran en una cafetería a comer algo. Noto que Sam se queda un momento atrás, como si quisiera hablar conmigo. Lo noto a mi espalda, mirándome, pero no le invito a venir a mi lado y al final también entra en la cafetería, dejándome sola.

Supongo que es mejor así. Entonces, ¿por qué estoy tan jodidamente triste? No es por la pérdida de sexo espectacular a la Winchester, ni por echar de menos que mi vida esté en peligro por mierdas sobrenaturales. Es otra cosa a la que no sé ponerle nombre.

Bueno, sí que sé, pero no me da la gana decirlo en voz alta. ¿A que me entendéis? Pues eso.

+++

Antes de que pueda darme cuenta estamos de nuevo en la vieja Londres y a punto de reunirnos con Loki. Esta vez ya no me impresiona tanto ver al dios viviendo en ese apartamento barroco porque en realidad lo único que quiero es volver a nuestro minúsculo piso, ducharme y dormir entre cuarenta y ocho y cinco mil horas.

Pero antes de que yo pueda hacer eso y regresar a mi antigua vida, tengo que cumplir mi parte del trato con Loki.

—O sea que al final lograstéis derrotar a los titanes. Enhorabuena. No creí que pudieseis.— dice Loki, sentado en una butaca, frente a nosotros. Tiene las largas y elegantes manos entrelazadas y la pierna derecha, cruzada sobre la izquierda, se balancea con toda tranquilidad. En esos momentos me parece más un villano que nunca.— Bien. ¿Tenéis algo para mi, según nuestro acuerdo?

En el bolsillo de mi pantalón tengo el conjuro de mi abuela Aileen y me quema cuando meto la mano y lo saco, pulcramente doblado. Pero lo retengo en mi mano, incapaz de dárselo a Loki.

—Vamos, Kat.— me apremia Meg, a mi lado, con Loki delante observándonos.

—¿Katherine?— se acerca Sam, poniéndome una mano en la espalda. No me toca desde que me desperté en el hotel de Belfast y el contacto de su enorme mano entre mis omóplatos me sobresalta.— Todo irá bien.

No, no lo creo, Sam. Por eso no quiero dárselo. Pero sigo petrificada y sin darle el papel con el hechizo, incapaz de decidirme.

Entonces hay un impulso dentro de mi que me lleva a hacer la enésima locura de mi vida. No es algo nuevo tampoco, toda mi existencia ha estado marcada por estos brotes de puta loca del coño que me llevan a hacer gilipolleces. Esta solo es una más.

Me giro hacia mis tres acompañantes.

—¿Me dejáis un momento a solas con Loki?

—¿Eh?

—Kat, no creo que...

—Katherine, no.— ese es Sam, que ya sé que me llama por mi nombre completo cuando está en plan Sam el Serio. Como ahora.— No voy a dejarte sola con este tipo.

Veo como Loki arquea una ceja al escuchar el tono del pequeño de los Winchester, pero opta por no intervenir.

—O me dejáis sola o no le doy una mierda y me trago el papel.— les amenazo. No es una amenaza brillante, es cierto, pero es la única que se me ocurre.

Veo que Sam va a echarme una bronca pero antes de que pueda hacerlo Loki chasquea los dedos y Meg y los Winchester desaparecen de la habitación. Estoy sola con Loki.

—Eeeehmmm...— empiezo yo, con mi mejor faceta de mujer elocuente.

—No te preocupes, están abajo en la calle esperándote.— dice el dios nórdico.— Simplemente me he cansado de escuchar tonterías. No tengo todo el día, Katherine. Habla y dime qué quieres.

—Te daré el hechizo como te prometimos, pero antes tengo que preguntarte algo.

—Adelante.

—¿Tú... tú podrías llevarme y traerme de vuelta a las otras realidades?

Loki sonríe, taimado como él solo. Su pierna se sigue balanceando, de arriba abajo.

—¿A la realidad dónde existen los estúpidos Winchester, por ejemplo?

—Por ejemplo.

—Soy el mayor hechicero de los Nueve Reinos. ¿Tú qué crees?

—Creo que puedes y que me pedirás un precio por ello, ¿a que sí?

—Veo que no eres tan estúpida como pareces.

El dios se levanta y por un momento había olvidado que es muy alto, aunque no tanto como el maldito Sam Winchester. Aún así, me da mucho más miedo que él y retrocedo unos pasos. Loki alarga la mano, esperando su pago.

—Dame el hechizo y hablaremos del siguiente trato cuando estés preparada para viajar entre esas realidades.

Me tiembla un poco la mano cuando extiendo el brazo y dejo caer el papelito con la letra de mi abuela Aileen escrita en él. Veo como se desliza a cámara lenta hasta aposentarse en la palma abierta de Loki, que lo aprisiona mientras se le dibuja en el rostro un gesto de profunda satisfacción.

—Hasta pronto, Katherine Cohran. 

Ya os dije que lo mío era hacer gilipolleces.

Ya os dije que lo mío era hacer gilipolleces

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Hi, Winchester [Supernatural]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora