Recuerdos tormentozos. (El rechazo del gesto)

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Ambos habíamos subido a nuestra respectivas habitaciones

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Ambos habíamos subido a nuestra respectivas habitaciones.

Yo me encontraba en modo protección, o feto. Abrazaba mis piernas y mi vista estaba concentrada en un punto fijo pero mi mente repetía como caset trabado aquella escena una y otra vez. Agache mi cabeza ocultándola, estaba sonrojada, exageradamente. Pase de hacerme la enojada a  ser yo la avergonzada por lo que había pasado,  si tan solo no me dieran miedo las tormentas. Golpeaba mi frente contra mis rodillas varias veces mientras apretaba mis ojos con fuerza. <<Torpe, torpe torpe>>  me decía a la par de mi acto. Es más vergonzoso esto que mandarle el mensaje incorrecto a una persona.

Alce mi vista con rapidez debido a que Milo había tocado la puerta. Estaba nerviosa por la situación, solo con recordar que mi piel hizo contacto con la suya hace que se ponga chinita, que mi estómago empiece a doler. Todo por mi torpeza.

—No hay nadie—. Contesté sin dejar de abrazar mis piernas—. Vuelve pronto.

—¿No crees que deberíamos de hablar?—. Me cuestiona. Tal vez, pero no ahorita que todo está fresco.

—No.

Abre la puerta y ruedo los ojos. Para que me pregunta si va a hacerlo que se le hinchen sus huevos. Pasa y tenía una taza en la mano, se acerca y me la extiende, yo la veo con extrañeza y la tomo con cuidado. Al tenerla en mis manos él se sienta en una orilla de la cama. No tenía cara para verle a los ojos.

—No fue nada grave—. Volteo a verlo impresionada—. Vaya, no fue agrede, fue un accidente—. Me muerdo mi labio inferior para volver a mirar la taza—.¿Por qué te aterran?

No quería contar esta historia, pero si me salvara de sentirme menos incómoda pues supongo que estará bien...creo.

—Cuando era pequeña me caí en un poso. Dure ahí tres días, en el última noche, empezó a llover incluso más fuerte que ahora. No podía ver nada, solo la luz de los relámpagos caer y haciendo aquel sonido tan desesperante y aterrador. Aquel poso empezó a llenarse con rapidez, no podía nadar, no sabía—. Expresé acariciando aquella orilla de la taza con mi pulgar. Me quemaba, pero no quería llorar frente a Milo.

—¿Cómo sobreviviste?—. Bostece un poco y suspiré al final.

—Iba escalando poco a poco, con ayuda del agua, hubo un momento que pensé que no aguantaría más estar aferrada aquellas piedras, pero uno de los trabajadores me encontró y me ayudó a salir—. Le di un sorbo aquella bebida. Al tener un poco de ese sabor tan delicioso: manzanilla con Limón y miel, simplemente delicioso, hizo que me relajara. Tengo que admitir que es delicioso, además siento que este es su manera de disculparse aunque no tiene porque.

—Bueno, pudo ser peor—. Fruncí el ceño y lo miré de reojo. A ver cáete a un poso para ver si resistes sin comer tres días.

—Lamentó haber entrado en pánico, espero y no vuelva a pasar—. Estire mis piernas ya que me había cansado un poco de tenerlas en esa posición y veo cómo Milo saca aquella caja que había devuelto, la miré sorprendida y angustiada.

Cuando la tierra conoce a Venus y Colapso (Milo Manheim) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora