Venus, tus talento oculto.

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—¿Puedo preguntarte algo?—

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—¿Puedo preguntarte algo?—. Lo mire sin dejar de teclear—Habiendo nombres tan simples o sublimes ¿por qué?...

—¿Venus?—. Mordí mi labio y miré ligeramente a un costado, pensando la respuesta. Realmente no lo sabía.

—Pregúntale a mi padre si es que lo llegas a conocer—. Me mira con el ceño fruncido—. Olvídalo, solo que tampoco lo sé, son otros misterios que me ha dado la vida acerca de mi—. Suelta un sonido como de risa—. ¿Qué? ¿Qué es gracioso?—. Él niega y baja la vista con una sonrisa.

—Se me hace algo curioso que no sepas cosas de tu vida—. Apreté mis labios con fuerza, pero no mencioné nada. A mi también se me hace extraño no saber tanto de mi o antes de mis inicios, pero no puedo hacer nada al respecto, bueno por eso estoy aquí aunque no está resultando como quería—¿Tú no comprarás nada para la fiesta de hoy?—.Pasó  mi lengua por mis labios con delicadeza.

—No y por favor deja de preguntar, me estás poniendo algo incomoda—. No era verdad, bueno si, pero no de esa manera.

Creo que me molestaba que él conociera cosas tan simples que yo no. No sé si me doy a entender, pero es complicado, un poco, bastante.

Llegamos a su siguiente actividad que era su práctica de voleibol con sus amigos, así que me fui a sentar a las gradas para poder estar en el teléfono un rato. Era muy bueno, supongo que por algo es su deporte favorito. Los actores tienen que ser buenos en muchas cosas, debido a que existen papeles muy diferentes con grados de dificultad enormes, por los cuáles tienen que desempeñar de una manera que sea casi perfecta, pero que sea normal al unísono.

Mientras los veía escuché música en otro lugar del establecimiento, miré a Milo y el está muy concentrado como para que pueda notar mi ausencia. Baje las gradas y me fui a investigar un poco había distintas áreas para distintas actividades y ahí vi aquellas telas colgando de un techo en una de las zonas. Olvidándome por completo de la música. Me mordí el labio y pase para poder verlas mejor. Sonreí al recordar mi fuerte; manifestación expresiva en la danza y la danza aérea.

Miré para todos lados y me puse a calentar un poco, me quite mi sudadera y agradecí vestir con ropa cómoda, me amarré el cabello y le subí el volumen a los teléfonos por cualquier cosa que llegaran a necesitar de mí o era la hora de ir a entrenar.

Puse una canción, una de mis favoritas para este tipo de danza. Empecé con unos pasos de expresión algo bruscos, todo dependiendo del sonido que emitiera en mi cuerpo. Después enrollé mi cintura en la tela pero aún no subía debido a que me deje llevar por la lentitud de la canción sin perder la elegancia empecé a subir con rapidez y elegancia. Cuando suenan unos tambores empecé a subir y al estar a una altura empecé a colgarme como si estuviera en una amaca, solo que sin ella. Mis vueltas eran rápidas pero elegantes, usaba aquellas telas como si de un columpio se tratara, dejaba caer mi cabeza y empezar a girar. Esta sensación era increíble, enrollé mi pie y deje que mi cuerpo se dejara caer, estas sensación era la única que predominaba en mi ser,  era lo más real que tenía en meses. Tome mis manos y con ambas telas giraba sin ningun otro esfuerzo más que el mis brazos para sostenerme, la tela cubría mi cuerpo con delicadeza como si de una canción se tratara. Podía hacer como si caminara en el aire. Llego un punto donde me deje caer sosteniéndome con la parte trasera de mi rodilla sentía que la música quería que diera más de lo que estaba dando así que seguía y seguía, no paraba de  dar vueltas o comprobar mi elasticidad, seguía el ritmo y mi pasión. Me enrollaba mis manos, muñecas, pies para hacer los pasos más sublimes, daba las vueltas que creían que eran necesarias necesarias, me colgaba de una sola tela, de una mano o de un pie. La brusquedad que emitía era por la canción, porque lo ameritaba. Daba marometas con la ayuda de la tela, giros con dificultad, pero sencillos para mi. Hubo un momento dónde abrí toda la tela y me refugié en ella, esa sensación de estar como en una cabaña flotante. Sonreía por aquella pequeña cubierta que genere, parecía que estaba acostada, como si de una amaca se tratara, daba más vueltas, parecía que mis problemas se iban conforme la canción avanzaba. Mis pasos poco a poco fueron siendo más delicados. Y cuando estuvo a punto de acabar la canción me enrollé la tela en mi cintura y me deje caer, pero no toque el piso. Di una vuelta de carro desatándome de aquel nudo y me mire al espejo.

—Cielos—. Gire exaltada, me había espantado—. Esa canción es la versión tenebrosa del baile de la cenicienta—. Expresó un amigo de Milo. Todos estaban viendo, no sé por cuánto tiempo, pero me había avergonzado un poco.

Me incliné con seriedad, como cuando lo hacen los artistas al acabar una obra de teatro. Caminé con rapidez y me
Puse mis zapatos y recogí el teléfono, estaba a tiempo para la siguiente actividad.

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Cuando la tierra conoce a Venus y Colapso (Milo Manheim) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora