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Nuestra joven protagonista se encontraba atando su cabello en una coleta alta.

No tenía idea de por qué estaba haciendo esto, sabía que se arrepentirá, pero... ¿Acaso eso importaba?

Si.

De hecho no.

Estuviera bien o mal, quería ir.

Su corazón le decía que tenía que ir sin importar que, sintiera un raro sabor dulce y amargo en su paladar. Un extraño sabor agridulce envolvió a la azabache. Comenzó a dudar seriamente en si ir o no.

Había pasado todo el día pensado en la carta que estaba en su mesita de noche, por alguna razón al ver a él triangulo a un costado de la nota, su piel tembló y no puedo reaccionar en unos buenos segundos.

Movió levemente su cabeza, junto con su coleta, quien se movió de igual manera.

Tomó su mochila, llevaba algunas cosas útiles en caso de un secuestro. Salió de la cabaña sigilosamente, pasó por la cocina y la sala, hasta que el frío viento de la noche la envolvió en su brisa nocturna.

La noche la recibió como si estuvieran esperando que saliera.

Ella comenzó a caminar en dirección hacia el bosque, no le agradaba la oscuridad eso era seguro. Camino apretando las cuerdas de su mochila con ansiedad, nadie podía explicar qué clase de sentimiento le hacía seguir caminando hasta lo más profundo del bosque. Una persona normal daría media vuelta y volvería.

Pero ella no lo hizo.

Se aseguro de seguir a su corazonada. No conocía el espeso y oscuro bosque.

Un leve brillo hizo que la chica se volteara en aquella dirección. Un brillo rojo erizo la piel de la adolescente, en las películas solían acercarse a revisar, pero esta no era una película, y ni en sueños pensaba acercase.

Iba a seguir caminando ignorando lo de hace poco, ya que la palabra "Peligro" hacía eco en su cabeza.

Un ruido hizo que la azabache se volteara otra vez, sus ojos se abrieron como platos al ver la gran altura de la figura. Su forma monstruosa hacia que la chica no moviera ni un solo musculo de su cuerpo, el sudor tampoco tardó en hacer acto de presentación.

Los árboles se movía alertando que algo malo estaba apuntó de pasar.

Aquella bestia observó a la azabache con un hambre feroz. Sus ojos rojos inyectados de sangre lo hacían más terrorífico de lo que ya era.

—¡Aaaahh! —Sin pensarlo dos veces echó a correr. Sabía que correr no le serviría de nada contra aquel enorme oso.

Podía sentir sus fuertes pisadas y jadeos con tanta claridad que creía que moriría. Sabía que era mala idea venir, pero había decidido arriesgarse sin importar nada. Que estúpida fue.

M ᴇ ɴ ᴛ ɪ ʀ ᴀ s [#1] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora