Epilogo.

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(...)

[Capítulo Final.]

(1 AÑOS DESPUES)

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(1 AÑOS DESPUES)

La azabache miraba el exterior, por la ventana de su habitación. Hace un par de semanas había comenzado a sentir una molesta sensación en su clavícula.

Le picaba como si tuviera una picadura, aun que nunca había nada ahí.

Miro el reloj que estaba en su mesita de noche, al parecer eran más de las doce de la madrugada. Las estrellas estaban más iluminadas que antes, y la luna llena le daba inspiración para imaginar cualquier tipo de cosa relacionada con la noche.

Soltó un suspiro y cerró los ojos con pesadez. El crujido hizo que se alterara, la puerta de la habitación había sido abierta por sí sola. La oji verdes se quedo paralizada observando en aquella dirección, casi se cae de la ventana al sentir como tocaban el vidrio.

Miro hacia afuera con temor. En la maleza se podía observar una luz que se movió, por alguna razón su corazón se acelero, tomo un abrigo y salió de la cabaña.

Aquella luz la llama, la obligaba a ir.

Probablemente se arrepentiría pero que importa.

Camino con mucho cuidado, las ramas de los arboles le hacían unos pequeños raspones. La luz se hacía cada vez más grande y cuando llego su confusión aumento ¿Una fogata?

Miro a su alrededor en busca del dueño, pero no parecía haber nadie, solo estaba ella y los sonidos de la naturaleza. Suspiro, no le importaba en lo mas mínimo quien fuera el dueño de esa fogata.

Comenzó a caminar devuelta hacia la cabaña pensando que era una estúpida por pensar que la fogata la llamaba.

—¿Tan rápido piensas irte...? —Su cuerpo se paralizo— Cariño.

Se giro rápidamente observado a un rubio reposando en uno de los arboles, este tenía una sonrisa mientras miraba a la azabache. ¿Por qué? por qué sentía que lo había extrañado tanto, si es la primera vez que lo veía.

—.... —La azabache no sabía que decir. Por algún motivo quería tirarse al suelo a llorar o incluso a sus brazos y besarlo.

Una lagrima traicionera escapo de sus ojos, ¿por qué no podía recordarlo?

Si Alguien le hubiera dicho alguna vez que sus sentimientos y emociones estarían tan desordenados como ahora, a esa persona le hubiera dicho; Amigo, deja las drogas.

—¿Por qué? —Dijo confundida y rompiendo en lagrimas— ¿Por qué me siento así cuando te veo? ¿Quién eres...?

El verlo le producía descargas, llenas de emoción. Todo este tiempo se había sentido vacía, careciente de algo que la llenara. Nunca supo que era, no hasta ahora.

Mirar esos ojos amarillos, le daban vida. Restauraban cada pedazo roto de su alma.

—Quizás no lo recuerdes, pero te dije que siempre seré una parte de ti y que nos volveríamos a ver. — Se acerco a la azabache. Esta no puso ninguna resistencia ante este acto.

La mano del rubio toco la pálida mejillas de la chica. Con solo tocar su piel hizo bailar el corazón de ambos. El era alguien importante, alguien a quien no quería olvidar.

—Siento que si, recuerdo esas palabras... —Contestó inconscientemente. Bill sonrió al ver como poco a poco ella iba recordando otra vez— En un sueño lo escuche, Dijiste que volverías conmigo...

—Sí y mírame, ¿Dónde crees que estoy cariño?

La azabache soltó una risita. Miró de forma amable al rubio.

Finalmente había recuperado sus recuerdos, tenerlo allí, era la bomba que necesitaba para liberar sus memorias reprimidas.

—Te extrañe, Dorito. —Comentó a centímetros de su cara.

—Y yo a ti, cariño.

Se fundieron en un tierno y cálido beso, mientras eran envueltos por el calor de la fogata. Estaba feliz, otra vez estaba con él.

El hecho de que ese demonio se halla enamorado de una humana fue muy simple. El sabia quien era ella, lo vio en sus recuerdos, aquel dolor, sus enfados y sus errores.

Bill se sentía identificado con ella, y a pesar de ser un demonio. Tenía un corazón humano y ese corazón humano, hizo que un ser tan sádico como él, se enamorara de un alma tan noble como lo era ella para él.

La luz de la luna era testigo del amor de estos amantes, como la ropa comenzó a estorbar y se fundían en el abismo de la pasión y el placer. El rubio tenía en claro lo que sentía por la azabache, y también el efecto que ella había tenido en el.

Una oleada de calor embriago a la pareja, la cual estaba llena de sudor y los cubría una manta que el rubio había creado. Ambos cuerpos eran consientes de la presencia del otro. De cómo sus cuerpos encajaban a la perfección, como ambas caderas se hundían con la otra.

Deleitándose con el vaivén, con los jadeos, con el tacto ardientes de sus pieles.

Se miraron con tantos sentimientos juntos y sonrieron.

—Te amo. —Comento el rubio.

La azabache se sorprendió, nunca escucho esas dos palabras salir de los labios del rubio, esos labios que tanto amaba besar. Aun así, le sonrió, lo beso, se separo tan solo unos centímetros y le contesto.

"—Yo también te amo, Dorito."

M ᴇ ɴ ᴛ ɪ ʀ ᴀ s [#1] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora