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(***)

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(***)

Ella quería creer que todo era una broma desagradable.

No pudo contener las lágrimas en sus ojos y estas simplemente se desbordaron.

Se sentía tan estúpida. Siempre creía cosas que no eran posibles cumplir. Lloro como pudo por no poder hacer nada para salvar a las personas que le importaban porque era débil.

—Niña....

Aquella voz paralizó el cuerpo de la adolescente. Giro lentamente su cabeza, encontrándose con la persona que menos esperaba ver.

—¡Tío Stan! —Grito la chica con alivio. Corrió en su dirección, para lanzarse a sus brazos y abrazarlo.

El viejo correspondió aquel tierno encuentro familiar. Stan había recuperado sus recuerdos, conocía a la perfección lo que ocurría y sabía lo que tenía que hacer, Bill lo había subestimado otra vez al pensar que por ser viejo no podría rehacer el ritual.

Debía buscar a os demás.

—Escúchame niña, tenemos que encontrar a Wendy y Soos. —La azabache asintió.

No conoció mucho aquellos chicos, pero sí había estado juntos un par de veces. Ambos corrieron en dirección al pueblo, en su camino se encontraron con varios monstruos.

Pero estos eran mucho más listos que ellos y se escabullían sin ser vistos. El pueblo era un caos, las casas y edificios estaban destruidos, todo parecía una horrible película de una invasión alienígena.

Stan y la azabache estaban escondiéndose de un monstruo gigante de un solo ojo. Todo parecía ir de acuerdo al plan del viejo, hasta que un fuerte grito femenino alteró a la azabache.

Miró por enésima de los arbustos. Sus ojos se abrieron al ver a su amiga Pacifica atrapada en la enorme mano del demonio.

—Mierda... Debemos pensar en un plan...

La azabache sentía tanta impotencia. Entonces recordó lo sucedido algunas horas atrás cuando Mabel y ella descubrieron sobre sus poderes.

Miro fijamente a la gran criatura, arrugó ligeramente las cejas. El cosquilleo en sus dedos volvió, su cuerpo comenzó a soltar algunas descargas electrónicas que sólo ella podía sentir.

Entonces ocurrió lo inesperado. El brazo que mantenía prisionera a la rubia se quebró. Logrando que el demonio soltara un fuerte grito e intentara volver a poner bien el hueso de su mano.

La oji azul cayó bruscamente al suelo, miró sin entender cómo el brazo de aquel ser se había roro.

—¡Pacífica aquí! —La nombrada volteó observando a la azabache algunos metros más allá.

Stan también había quedado sorprendido. Miró a su sobrina unos momentos, tenía una leve intuición, pero no estaba seguro del todo y no quería pensar mal de ella.

M ᴇ ɴ ᴛ ɪ ʀ ᴀ s [#1] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora