Jugando con fuego

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—       ¿A dónde señor? –Pregunto el chofer y mi corazón comenzó a latir a millón.

—       Vamos a darle un paseo a la señorita –Dijo mirándome con la mandíbula tensa y yo cerré los ojos y comencé a pensar las mil maneras que utilizara para matarme.

—       Entendido señor –Dijo el chofer comenzando a manejar.

—       ¿Está nerviosa? –Pregunto el Perro mirándome con una mirada burlona, yo trague con dificultar, esperando que mi amigo llamara a  la policía y me vinieran a buscar antes de que sea tarde y yo este enterrada bajo tierra –No te preocupe, no te pasara… Nada –Dijo con voz suave, y algo en mí no quiso creer en su palabra –Claro nada que no te merezca –Completo y yo fingí una risa.

—       Si me vas a matar –Dijo con una voz temerosa –Hazlo de una vez.

—       ¿Y perderme de la cara de terror que tienes? –Dijo conteniendo una risa ¿Qué le pasaba a este chico?

—       ¿Te gusta verme sufrir? –Pregunte con asco

—       En parte –Dijo dudoso y yo abrí mis ojos hasta donde más pude.

—       Eres un demente –Dije de repente, y quise haber pensado más lo que iba  a decir antes, pero ya era tarde.

Perro achino los ojos y llevo una mano a mi cuello rápidamente y me apretó un poco, no me dolía pero, sentía que me estaba agarrando con un poco de presión.

—       Controla tu boca, antes de que te moche la lengua –Dijo fríamente, no dudo que lo hiciera, así que me mantuve callada el camino entero.

El chofer se paró en medio de una carretera, que a los lados estaban lleno de bosque. Al parecer este lugar no era muy frecuente que las personas pasaran, porque ahora mismo estaba vacío, solo el chofer, Perro y yo.

—       Camina –Dijo sacándome del carro por el antebrazo.

—       Puedo caminar sola –Me queje por la presión que me hacía en el brazo en cada paso que dábamos.

Entramos al bosque y yo lo seguí, claro cuando intentaba hacer algo él me miraba con esa mirada que te decía “Si haces cualquiera tontería te mato” Y sé que gana no le faltan así que decidí seguirlo  como una chica obediente. El chofer no nos acompañaba que creo que por esa parte me sentía más nerviosa. Al rato de llevar varios minutos caminando llegamos a lo que yo supongo que era nuestro destino.

En esta parte del bosque no había tanto árboles, solo cuando uno miraba hacia atrás, delante de nosotros solo se veía montañas, un lago y una enorme barranca. ¡Ay mamá! Estaba más que muerta. De seguro es que me trago hasta aquí para matarme y luego tirarme por la barranca.

—       ¿Aquí traes a todas tus víctimas? –Pregunte nerviosa

—       No –Contesto con un tono de voz calmado que hasta a mí me sorprendió.

—       ¿Me mataras? –Me atreví a peguntar, eso era más que obvio que lo haría pero solo lo quería escuchar por última vez.

—       Te he dicho que no te hare nada –Dijo acercándose a la barranca y sentándose cerca del borde ¿Estaba loco? ¿Qué pasaría si eso se desploma? Pero al parecer este era un lugar que frecuentaba mucho, de haber sabido como la palma de su mano el camino. Porque siendo sincera si a mí me dicen que salga por mi propia cuenta de aquí, estuviera más que pérdida.

PERRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora