Sus dos armas

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¡Maldición! ¡Mierda! ¡Joder!

Esta era la primera vez que me despertaba maldiciendo una y otra vez como si fuera una canción mañanera. Cerraba los ojos forzadamente y lo volvía abrir, tenía las falsas esperanzas que todo lo que había ocurrido fuera un mal sueño y que en todavía no me había despertado. Apreté mi labio inferior con mis dientes y volví a abrir los ojos para luego cerrarlo de nuevo.

¿Por qué algo tan rico y placentero me hace sentir ahora como si yo hubiese hecho algo malo? ¡Claro que lo hice! Yo que le había aconsejando a mi prima para que se alejara de esas persona y yo, yo desde el primer momento que sentí sus labios carnosos apoderándose de los míos, perdí todo la noción del tiempo y solo me concentre en una cosa, él.

Quería sentirlo completamente, sentir sus labios por todo mi cuerpo, sentir sus manos recorriendo cada rincón de mi cuerpo, sentir su respiración cerca de mi cuello, escuchar su voz, oler su olor era una de las cosas más gratificante para mi ¡ay Perro que estás haciendo conmigo mi cinco sentidos te reclaman a ti a gritos!

Y a pesar que me siento culpable por lo débil que fui, una parte de mi salta de alegría a revivir cada momento de placer que solo él me hace sentí.

Su cálida mano me tenía agarrada mi cintura, mientras su rostro se aferraba a mi brazo, su respiración me daba cosquilla, su pelo estaba revoloteado, era tan diferente su expresión cálida y tranquila cuando estaba durmiendo que cuando estaba despierto. Era un hombre indefenso durmiendo, era como si no fuera capaz de matar ni una mosca, se veía tan relajado que hasta no creía que fuera de Perro que estábamos hablando.

¿Qué mierda le voy a decir? ¿Por qué tuve que hacer tan débil y caer?

¿Y si me salgo corriendo? Mierda, esta es mi casa, el que se debe ir es él. No quería despertarlo se veía tan bello.

Ya lo decidí, seré yo que salga de este lugar, me iré al trabajo y no vendré a la casa hasta estar segura de que él ya se ha ido. De esa manera no tengo que cruzar palabras con él. Sí, eso es lo que hare.

Despacio comencé a retirar la mano de Perro de mi, pero antes de que mi esfuerzo por hacer silencio se diera, se escucharon caer unos trates de la cocina haciendo y yo comencé a maldecir mentalmente.

Perro se había levantado sobresaltado y sacando una pistola que no sé ¿¡De dónde demonios lo había sacado!? Su mirada estaba fija hacia la puerta, ya que por ahí se había escuchado el ruido.

Ahora se le había borrado todo rastro de indefenso y tranquilo hombre, ahora tenía una expresión fría y distante de antes. Con un movimiento ágil se levanto de la cama yendo en dirección a la puerta agarrando su arma con las dos manos; le iba a avisar que lo más seguro era Liz que estaba allí pero mi mirada y mi mente estaba en estado de shock viendo su cuerpo bien formado, todavía no me cansaba de verlo, de la manera que más me gustaba, desnudo.

— Quédate aquí –Me informa abriendo la puerta de mi habitación con sigilo para luego salir de la habitación dejándome sola.

Me quede unos segundos en el aire como intentando entender qué fue lo que acabo de pasar para luego salir de la cama corriendo, poniéndome lo primero que vi que fue mis bragas y la chaqueta de Perro ¿Dónde habíamos tirado la ropa ayer?

No me iba a poner a darle mente a la ubicación de la ropa cuando Perro estaba con un arma en mi casa y lo más importante, él estaba desnudo ¿En serio no se había dado cuenta de eso?

Abrí la puerta sin ningún cuidado y me dirigí corriendo hacia la cocina para entrar a toda prisa y como había pensando el ruido que habíamos escuchado fue Liz, ella estaba mirando a Perro con los ojos bien abierto y este a darse cuenta de quién se trataba bajo el arma dejando libre una de sus manos.

PERRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora