La isla

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Habíamos llegado a la isla, era preciosa. No era tan grande, había una casa hermosa color blanco con azul, era grande y también preciosa; está bien, por lo visto todo lo que estaba en este lugar era hermoso. Liz corrió por todo el lugar disfrutando del agradable aire que había.

— Y... -Alargue esa palabra lo más que pude. -¿Qué hacemos aquí?

— Pasar un agradable rato

— ¿Y eso por qué?

Él me miro y sonrió acercándome más hacia él.

— Porque me quería alejar un poco de toda esa mierda de vida que tengo y aprochar estar contigo. –Me beso

— ¿Entonces yo no entro en la mierda de vida que tienes? –Sonreí –Que alivio, pensaba que sí.

— Idiota –Dijo agarrándome por la cintura para luego depositar un leve beso en mis labios.

— ¿No estas molesto? –Pregunte un poco confusa, él se apartó de mí.

Si hubiera sabido que Perro se iba a retirar de mi lado me hubiera quedado callada.

— Perdóname –Dije de repente.

¿Por qué mierda había dicho eso? No había hecho nada malo, además no podía estar disculpándome por él, al menos que estuviera suplicando yo por mi vida. Perro se quedó mirándome como si estudiara cada parte de mí, frunce el ceño y luego habla.

— ¿Por qué te disculpas?

— No lo sé –Me encogí de hombro.

— Si sabes –Insistió

Comencé a mirar hacia otro lado para intentar que él ignorara lo que paso ¿Qué yo le podía contestar? Que me estaba disculpando por toda la mentira que había montado de mí, o me estaba disculpando por lo que había ocurrido con "Los dos hombres" como él había dicho, o mucho mejor aún, me estaba disculpando porque en mis planes lo usare para presentar pruebas de que él es culpable de muchos de los crímenes y actividades ilegales que hoy en día este país está podrido con eso.

— Rosmeri –Me llamo.

Odio ese nombre. Todo sería un poco más fácil si me llamara por mi nombre; nunca he escuchado de su labios decir mi nombre "Rosalinda" eso es algo que lo agrego a mi lista de deseos. Se lo pudiera decir, pero eso haría que me pudiera investigar con más facilidad y que también sepa que le he mentido y él me ha dicho ya muchas veces que odia eso y no quiero tentar al demonio, no cuando la que saldrá perjudicada seré yo.

— ¿Podemos entrar a la casa? –Pregunte cambiando de tema.

— O que te parece –Hizo como si estuviera pensando en una idea mucho mejor –Si me dices ya lo que te pregunte.

Suspire.

Este hombre era muy intenso.

— Me disculpe –Dije rodando los ojos –Por haberte molestado –Antes de que él hablara lo interrumpí –No sé porque me disculpe por eso –Me encogí de los hombros –No hice nada malo –Recalque.

Él suspiro.

— Ven acá –Me llamo y yo me acerque como toda una sumisa. Él me agarra por la cintura con una mano y luego me da un beso en la cabeza –Vamos para adentro.

Comenzamos a entrar a la casa, por dentro seguía siendo hermoso, la decoración era sencilla pero agradable; Perro me estaba dando un leve empujoncito para que yo subiera la escalera, ya sabía para donde me iba a llevar y en vez de decir que no, me sonreí. Pero cuando íbamos por el primer escalón apareció Liz con un plato de piñas rebanadas.

PERRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora