Capítulo 2 | Preguntas

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Di dos toques a la puerta. Adelante, dijo mi profesor desde el otro lado. Abrí la puerta y el profesor, al verme, me lanzó una mirada homicida. Con la cabeza gacha, pedí permiso para pasar y me dirigí a mi asiento, al lado del pelo-pincho. Ese día teníamos doble clase de Historia. Este me miró con cara de pocos amigos y un toque de preocupación. Una combinación extraña. Yo le devolví una mirada de tranquilidad y Davis se relajó un poco, aunque seguía inquieto.

A la salida todos me preguntaron por Kari y yo les contesté que estaba bien, que simplemente se sentía mal. No les había mentido, solo que se lo tomaron de forma diferente a la que yo me refería: mientras que yo me refería a que se sentía mal por dentro, ellos pensaban que se sentía mal físicamente.

Matt había dejado la banda hacía poco, así que no tenía ensayo y salió con Sora a dar una vuelta. TK tenía entrenamiento de baloncesto, mientras que Tai, Davis y Ken, de fútbol. Ken iba a otro instituto, pero se había apuntado al equipo de fútbol de nuestro instituto por la insistencia de Davis y cada día venía después de las clases. Antes de irse a entrenar, Tai llamó a Kari, y Davis le quitó el teléfono, desesperado, mientras que nosotros simplemente lo mirábamos mal. Lo típico.

Yolei y yo nos quedamos a ver a los chicos entrenar. Primero fuimos a ver a los de fútbol, y yo dejé a Yolei, mientras se le caía la baba viendo a Ken, para ir a ver cómo le iba a TK. Cuando llegué solo estaban haciendo tiros libres. TK las metía casi todas, como siempre. Miré a todos lados y no vi al entrenador por ninguna parte, hasta que salió de uno de los baños.

–Bueno, chicos, por hoy se suspende el entrenamiento, que mi hermana se casa mañana y quiero dormir bien para estar guapo en la boda.

Los chicos se quejaron. TK me vio y se acercó.

–¿Quieres que vayamos a ver a Kari? –me preguntó sonriendo.

–Claro –le contesté.

–Pues espera, que me voy a duchar.

–Vale, ¡pero date prisa! Ya deberías haber terminado –bromeé.

–¡Voy! –y se marchó a los baños como un relámpago.

Me senté en uno de los bancos a esperarle cuando un chico de mi clase, Jake, se acercó a mí sonriendo. Jake era un chico un poco más alto que yo, más o menos de la misma altura que Davis. Era rubio, de ojos verdes. Era un buen chico, le encantaban las bromas y estaba en el equipo de TK.

–Hola, pequeño saltamontes –me saludó aun sonriendo. "Pequeño saltamontes" era el mote que me había puesto porque decía que no paraba quieta.

–Hola –le contesté, también con una sonrisa.

–¿Vas a salir con el capitán?

–Sí. Vamos a visitar a una amiga.

–Lástima, y yo que pensaba invitarte a un helado –vaya, parecía que lo hacía a propósito. Eso de ofrecerme helado no era buena idea: Me estaba tentando a dejar a TK y marcharme con él a comer helado.

–Lo siento, pero no puedo faltar. Es importante.

–No pasa nada. Otro día será –seguía sonriendo. Encima se ponía amable. Si es que era para matarlo.

Entonces TK salió del baño poniéndose la camiseta, aún con el pelo mojado.

–Bueno, ¿nos vamos? –preguntó acelerado. Cogió una toalla de su mochila y se secó el pelo a lo bestia.

Ains... –suspiré– Vamos. ¡Adiós, Jake! –me despedí alejándome.

–¡Hasta mañana! –gritó TK a toda prisa.

Jake se despidió y TK y yo nos alejamos de él. Pasamos por delante del terreno de fútbol y Yolei nos detuvo.

–¿A dónde van? –nos preguntó con tono de estar sospechando. ¿Llevábamos una pistola y yo no lo sabía?

–Solo vamos a ver a Kari –le contesté lo obvio.

–Bueno, vale, avísenme si todo va bien. Dile a Kari que luego iré a verla –le dijo a TK–, pero que no les vea Davis o dejará el entrenamiento a mitad.

–Vale –TK se rió–, vamos.

Con mucho cuidado y sigilo, salimos del instituto y nos dirigimos hacia casa de los Yagami. A mitad del camino, TK me hizo la pregunta que menos quería escuchar:

–Ari, tengo el presentimiento de que pasa algo más con Kari, de que no es solo que se encontrara mal físicamente... de que le pasaba algo y de que tú le estás encubriendo por algo. ¿Qué le pasaba realmente?

Me quedé callada un momento. Recordaba perfectamente las palabras de Kari: "Está bien, pero no le digas ni a mi hermano ni a nadie lo que me pasaba, ¿vale?". Aunque esas palabras no sonaran peligrosas, yo sabía perfectamente que era una especie de amenaza.

–¿De qué hablas? –me hice la loca– A Kari le dolía el estómago, se sentía mal.

–Por favor, no me mientas. Te conozco desde siempre y sé perfectamente cuando mientes –maldita sea. ¿Es que las clases de teatro que no me habían servido para nada?

–No te estoy mintiendo –volví a mentir–. ¿Te he mentido alguna vez? –dos veces tan solo en un segundo. Cuando dije eso, la ceja derecha de TK se alzó más que la izquierda– Y si te he mentido serían mentiras piadosas –intenté arreglarlo.

–Eso es otra cosa, pero se te nota en la cara.

TK me estaba presionando demasiado. ¿Por qué era tan terco?

–Ari...

–No puedo decírtelo. Le prometí que no diría nada –maldita sea. Este TK siempre conseguía sonsacarme las cosas. ¡Esta vez no me lo iba a sacar todo! Me preguntaba cómo lo hacía.

–Bueno, al menos sé que yo tenía razón –¿ya está? ¿Se rindió? Pues vaya.

Llegamos al apartamento Yagami, tocamos a la puerta y Kari abrió.









Sombra&Luz

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