Capítulo 26 | Apoyo

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Vi la cara de loco de E.D. correr hacia mí, pero no pude hacer nada más que cerrar los ojos con fuerza e intentar concentrarme en la cúpula. No podía dejar que me distrajera de lo principal. Alguien me ayudaría. Alguien se daría cuenta. Alguien... la cúpula. Concéntrate en la cúpula.

Un golpe retumbó delante de mí y removió el aire. Tuve que abrir los ojos para ver a Jake cayendo justo frente a mí. Me estaba dando la espalda y se arrastraba por el suelo para acercarse. Di un paso al frente sin salir de mi posición de cuclillas y pasé un brazo por encima de su hombro para sostenerlo del pecho y ayudarlo a venir hacia la pared de la cúpula. Estaría más seguro conmigo y sin duda no estaba en condiciones de pelear. Abrí las piernas para dejar que se apoyara sobre mi cuerpo y lo abracé con el brazo izquierdo sin soltar el artefacto con el derecho. Pyrus corrió desde la derecha y Angemon lo detuvo para enfrentarse a él. Seguramente Jake lo había golpeado para que no llegara hasta mí. Pegué mi cabeza a la suya y pude escuchar su respiración entrecortada. Maldita sea, Jake... Malditos sombra y maldito todo. ¿En qué momento decidí unirme a esto?

Tragué saliva para concentrarme en la cúpula y Jake puso las manos sobre mis rodillas.

–¿Cómo estás? –pude decirle.

Él asintió con la cabeza mientras hacía muecas de dolor.

–Estoy bien. Solo necesito descansar un minuto antes de volver a pelear.

–¿Bien? –lo miré de reojo– Si ahora estás bien, no te quiero ni ver cuando estés mal.

Sonrió mirando al frente.

–No te preocupes –parecía que estaba recuperando el aliento.

Nos quedamos en silencio viendo cómo los digimon peleaban contra los sombra en el parque. Lo miré de arriba abajo sin que se diera cuenta: la sangre le había manchado la ropa oscura, y tenía varias roturas por todas partes. Su abdomen se contraía como si algo le diera punzadas y su cara estaba repleta de rasguños y sangre. No pude evitar apoyar la frente en su hombro para no llorar. Concéntrate, Ari. Concéntrate. No es momento de llantos estúpidos. Concéntrate. Jake apoyó una mano sobre la mía, la que estaba extendida sobre su pecho.

–Siento todo esto, Ari –murmuró.

Levanté la cabeza para fingir que no había estado a punto de lloriquear como una cría de 4 años a la que le quitan su golosina preferida, pero se puso en pie de golpe y me miró desde arriba. Volví a encogerme sobre mi cuerpo y a rodear el artefacto casi por completo. Lo miré. Desde ahí, pude ver claramente que Jake no era el mismo que había ido conmigo al instituto durante años, ni el que me saludaba por los pasillos con una sonrisa amable. Tampoco era el mismo que me había dicho que me iba a matar, ni aquel que había traicionado a un grupo de sombras capaz de hacer de cualquier cosa. No. Ese Jake parecía otro, otro distinto a los que yo había conocido... y, al mismo tiempo, era el mismo. El mismo que me había ofrecido un helado hacía un año y el mismo que me había amenazado con matar a mis amigos un año después. De pronto, pude ver delante de mí a un Jake amable, bueno, peligroso y destrozado, que me miraba con una determinación y un cansancio que me atravesaron por completo.

–Te prometo que tus amigos y tú saldrán de aquí con vida –me dijo.

Me puse en pie y él se dio la vuelta.

–Espera –me miró–. Quiero... –balbuceé. ¿Qué me estaba pasando? Maldita sea, Ari, solo tienes que concentrarte en mantener la cúpula mientras le dices al chico que te ha amenazado de muerte que crees que es un buen tipo. Tampoco es tan complicado, digo yo. Tragué saliva y lo miré a los ojos–. Quiero que sepas que nunca he conocido a nadie con tanto arrojo como tú. Que no importa que tu ADN esté mezclado ni que unos señores de otro mundo piensen que no vales nada –¿qué estoy diciendo?–, porque he podido ver por mí misma que tu ADN te hace increíble, y que lo que piensan esos señores no tiene nada que ver con quién eres tú, sino con quiénes son ellos. Que no tienes que dejar que te peguen para demostrar que no tienes miedo... porque sé que lo tienes –apartó sus ojos verdes de los míos por primera vez desde que sabía que era A.D.–, y que no sé si tienes a alguien que te apoye cuando estás muerto de miedo, pero yo sí lo he tenido –mierda, no llores. Miré a mi alrededor. Los sombra y los digimon continuaban en una batalla que parecía no terminarse nunca, y los niños elegidos, mis amigos, gritaban palabras de ánimo que no podía llegar a escuchar. Entonces me acordé de mis hermanos, de mi madre y del padre al que veía tan solo un par de veces al año. Me acordé de mi familia y de mis amigos. De aquel Jake de meses atrás. Le devolví la mirada–. No sé lo que es que nadie te apoye, porque siempre he tenido gente a mi alrededor que me ayudaba y me sostenía cuando yo creía que no podía... y siempre pude, gracias a ellos –me miró. Pf, socorro. Extendí la mano izquierda sin soltar el artefacto con la otra, y él la miró–. Yo te apoyo. Sé que no puedo hacer mucho porque no soy una niña elegida, ni vengo de otra dimensión ni nada de eso –me dio la mano–, pero quiero que sepas que me gustaría sostenerte cuando creas que no puedes más. Me gustaría darte la mano cuando creas que no tienes a nadie, y me gustaría convencerte de que nada de lo que te dice esa gente es cierto. En absoluto.

Mi historia DigimonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora