Capítulo 19 | Respuestas

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Mis pulmones se vaciaban más y más con cada milésima de segundo que pasaba, y no podía llenarlos por culpa de dos brazos que me asfixiaban con fuerza. Me revolví en un intento por zafarme, pero no servía para nada. Poco a poco me fui quedando sin fuerzas y otra vez estaba perdiendo la conciencia. Pero, de golpe, los brazos me soltaron y caí a lo que fuera aquello que nos sostenía en pie. ¿Suelo? No lo sé. Tosí varias veces con las manos en el cuello y los ojos cerrados. Había recuperado el aire en unas cuatro o cinco grandes bocanadas y abrí los ojos por fin. No sabía por qué E.D. me habría soltado, pero A.D. se encontraba de pronto con nosotros.

–¿Se puede saber qué haces? –el cabreo de E.D. parecía mayor, pero también más controlado que antes.

–¿Alguien te ha mandado a matarla? –dijo A.D. Habló por primera vez desde que lo conocíamos. ¡No era mudo! Pero, espera, ¿conocía esa voz?

E.D. movió la mandíbula de lado a lado.

–Es un estorbo. Ya no sirve para nada porque La Profecía ya se ha cumplido y nos ha salido todo mal. Régar nos matará si sigues haciendo esto, chico. Hay que matarla antes de que lo descubra todo –E.D. contenía el enfado como podía.

–¿Te he dado permiso para actuar por tu cuenta? Ni siquiera tienes permiso para tocarla o para hablar con ella –respondió A.D. Esa voz...

–Pero, Régar...

–¿Le vas a contar algo a Régar? –lo interrumpió el más bajito– Si quieres se lo contamos todo, para que conozca la historia con detalles –E.D. cerró la boca ante las palabras de A.D. –. Te recuerdo que soy yo quien decide cuándo alguien es un estorbo, y tú te estás convirtiendo en uno.

–Pero... –insistió E.D., que no fue capaz de seguir hablando al mirar a los ojos a su acompañante.

–Bien –A.D. hablaba con calma–. Ari, ¿no? –me preguntó, a lo que yo respondí asintiendo con la cabeza. No estaba segura de si su presencia me aliviaba o me asustaba todavía más, y el hecho de que su voz me sonara tanto no ayudaba. ¿Sería la voz que escuché durante el año en el que TK estuvo desaparecido, la que conversaba con la voz de Régar? Pero, ¿no habían sido él y E.D. los que habían permitido que yo escuchara esas mismas voces?– No eres una niña elegida, pero has venido hasta aquí de todas formas.

–¡No podemos hacer esto! –le gritó E.D.

–¿Por qué no te largas? –A.D. pareció girar la cabeza hacia él otra vez– Juraría que tenías asuntos por resolver.

El pecho de E.D. se hinchaba y deshinchaba mientras parecía que intentaba recobrar la compostura.

–Lo que tú digas –respondió entre dientes. En ese momento, A.D. chasqueó los dedos y E.D. desapareció y apareció en la pantalla que teníamos al lado, donde se estaba librando aquella batalla entre los digimon y los seres encapuchados.

–Bien –dijo–. ¿Por qué has venido hasta aquí? No eres una niña elegida.

–¿Por qué? Por ayudar a mis amigos. Pero dime una cosa: ¿por qué hacen esto?

A.D. tardó en responder y mis nervios aumentaron en ese momento en el que estuvo callado.

–Ari, no te prometo que no te vaya a matar –soltó. ¿Perdón? Ay, mi madre–, pero antes de tomar una decisión necesito saber algunas cosas.

Me quedé callada e intenté asimilar lo que me estaba diciendo. ¿Matarme?

–Vale, pero... –mi cerebro funcionaba despacio–. Primero explícame de qué va todo esto de raptar a TK, La Profecía, Ayudante Digital... todo. Creo que sabes más cosas que yo, así que también tengo derecho a preguntar, ¿no? –probé, pero a pesar de que estaba diciendo tonterías porque ahí no había derechos que valieran, no pareció reaccionar– ¿Quién eres?

Mi historia DigimonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora