Capítulo 8 | El Mundo Digital

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Abrí los ojos lentamente, y cuando mis párpados se separaron del todo, me sorprendí. ¿En serio estábamos en el Digimundo? ¡No me lo podía creer! Era tan parecido, pero a la vez tan diferente al nuestro... Era la primera vez que viajaba a este mundo y esperaba que no fuera la última. Era simplemente maravilloso. No sabría cómo explicarlo, era algo... mágico. Sí, quizás esa era la palabra correcta: mágico. Todos estaban de pie, impasibles, mirando a una misma dirección. Entonces empezaron a caminar en esa dirección sin articular palabra alguna. Odiaba ser la única sorprendida por ese mundo. Todos lo conocían menos yo, y aunque era la primera vez que viajaba, me resultaba tan familiar.

Entonces caminé con ellos. Ni siquiera sabía adónde íbamos. Yo les seguiría y ellos me llevarían a la Ciudad del Comienzo, estuviera donde estuviera. Hacía mucho calor, no creo que pudiéramos aguantar mucho. En apenas veinte minutos ya estábamos todos deshidratados y agotados.

–¿Falta mucho? –pregunté, y aspiré una bocanada de aire. Casi no podía ni respirar.

–¿Te digo la verdad o te miento? –me preguntó Joe agotado, dándome a entender que la respuesta era que sí. Suspiré.

–Izzy –dijo Tai molesto–, ¿por qué abriste una puerta tan lejos de la Ciudad del Comienzo? –creo que Tai tenía ganas de pegar a Izzy. Y no era el único.

–Era la única puerta que se podía abrir en kilómetros a la redonda. Las demás estaban bloqueadas.

–¿Bloqueadas por qué? –preguntó Davis.

–Ni idea. Solo sé que fueron bloqueadas desde el Mundo Digital.

–A lo mejor el tal "E.D." quería ganar tiempo por algún motivo –opinó Cody.

–Lo peor es que no tenemos a nuestros compañeros. Ellos nos podrían llevar –Sora también opinó. Esperaba que sus amigos supieran volar.

–Pero podemos avisarles con el dispositivo digital –¡Cody daba una idea coherente! ¡Genial!

Entonces todos lo miraron y enseguida sacaron sus dispositivos, nombrando a sus digimon. Tenían nombres un poco repetitivos. ¿Es que acaso todos los nombres de los digimon acababan en "mon"? Parecía que sí.

Nos sentamos a esperar a sus compañeros. Estaba muy emocionada. No era la primera vez que veía un digimon, pero sí era la primera vez que los veía en persona y tan de cerca. Entonces, a lo lejos, se empezaron a ver unas sombras que poco a poco fueron cogiendo forma: una especie de caballo-zorro azul y blanco, un ave fénix, un dinosaurio, un... ¿cactus? Increíble. Otro parecía un escarabajo extraño de color azulado. Otro un... no sabía exactamente qué era eso. Era azul con ¿cáscaras de huevo? ¿Pintadas con fuego? Em, vale. También había otro en forma de morsa o algo de eso. Luego un taladro con patas, después un bicho raro, un caballo alado, una serpiente gigante y por último, un ángel.

Se acercaron corriendo a sus respectivos compañeros y yo me quedé mirándolos embobada. Era increíble lo que veían mis ojos castaños. Doce digimon totalmente diferentes a mi alrededor, conviviendo con humanos como si estos fueran sus mejores amigos. Y suponía que así era.

–¿Dónde está Patamon? –le preguntó Matt a su compañero.

–No estamos seguros –le respondió el caballo-zorro.

–Le perdimos la pista poco antes de venir –añadió el ángel–. No sabemos si estará con TK.

–Espero que sí –Matt apretó los puños con fuerza.

Entonces, los niños elegidos me presentaron a sus amigos y cada uno se subió en su digimon. Yo me subí con Sora, en las patas de Birdramon. Desde ahí arriba se veía todo. Íbamos a una velocidad sorprendente y llegamos en menos de diez minutos.

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