Capítulo 9 | Confío en ti

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Cuando abrí los ojos me encontraba en... No sabía dónde estaba.

Era un lugar casi totalmente oscuro, iluminado débilmente por una pequeña luz en el horizonte. Estábamos flotando. No había nada material en aquel inmenso y aparentemente infinito espacio oscuro. El silencio reinaba. Todos estábamos mirando a todas partes y a ninguna. No sabíamos qué hacíamos allí.

–¡Maldita sea! –Davis cortó el silencio con este grito– ¡Hemos venido hasta aquí para nada! ¿Qué es esto? ¿Una broma? ¿Ese tal E.D. nos está vacilando? Nos ha tomado el pelo.

–Davis –susurró Veemon–, tranquilízate.

–Eso, Davis –articuló Tai.

–¿Cómo quieren que me tranquilice si hemos confiado en un señor que nos ha traicionado? ¡Ni siquiera es un señor! ¡Es solo una voz!

–¡Davis! –Tai se cabreó y le pegó un puñetazo a Davis en la cara, dejándole la mejilla derecha un poco hinchada y muy roja.

Todos nos quedamos mirándolos. Por una parte, Davis tenía algo de razón: E.D nos había conducido a un lugar totalmente extraño y vacío donde la única vida que parecía haber era... nada. No parecía haber nada.

Entonces, dos siluetas aparecieron detrás de Davis, que se había caído con el golpe. Este se levantó asustado y se apartó de las dos siluetas muy deprisa. Las siluetas pertenecían a dos hombres vestidos completamente de negro, con capucha, a los que no se les veía la cara. Uno era más alto que el otro. Lo más extraño de todo era que, a pesar de no poder verles la cara, sentía que conocía de algo a aquellos hombres. Pero ¿de qué?

–Buenas tardes, niños elegidos –dijo uno de los hombres, el más alto. Esa voz también me resultaba familiar.

–¿Y ustedes quiénes son ahora? –preguntó Matt molesto.

–¿No me reconocen? –inquirió de nuevo el mismo tipo.

Entonces me quedé paralizada. Me sonaban sus siluetas, esa ropa, esa capucha, ese aire misterioso... Había recordado de qué me sonaban esos hombres, y eso no era buena señal. También reconocí su voz. Aunque eso no era de extrañar: después de todo la acababa de oír.

–¿E.D? –preguntaron los demás.

Parecía que no era la única que se había dado cuenta. La verdad es que esperaba con todas mis ganas que E.D y el otro tipo no fueran los que yo estaba pensando.

–Exacto –respondió–. Este es un amigo mío –nos presentó al otro hombre–. Se llama A.D.

–Oye –Tai parecía empezar a cansarse–, si vas a empezar con lo de las iniciales, empiezas mal.

–Ya les dije que no puedo revelar el significado de nuestras iniciales.

–Bueno, entonces ¿qué tenemos que hacer ahora? –preguntó Izzy.

–Ahora, simplemente, déjennoslo a mi amigo y a mí. Yo los llevaré hasta el elegido de la Esperanza. Pero les advierto que no será un camino fácil. Todo camino tiene su obstáculo, y para llegar a la meta tienen que superarlos todos. Tengan mucho cuidado, niños elegidos. Les voy avisando de que cada vez que uno de ustedes utilice sus poderes o su digimon lo haga, se tendrán que quedar atrás, ¿entendido? Así que no todos llegarán al final, y cuando lleguen al final, si ganan esta guerra, todos podrán volver a sus vidas normales. Si no, morirán. ¿Preparados?

Yo sencillamente no estaba preparada, pero no creo que sirviera de mucho que lo dijera. Además, ¿cómo que guerra? ¿Por qué lo llamaba guerra?

–Ah, casi lo olvido. Elegido de la Amistad, tú no podrás pasar.

–¿Por? –Matt parecía indignado, y no era para menos.

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