Capítulo 6 | Voces

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Quedaban dos días para que se cumpliera un año desde la desaparición de TK.

Nadie sabía nada de él. Los niños elegidos habían buscado por todo el Digimundo en varias ocasiones y la policía seguía buscándole, pero el rubio no aparecía.

Kari había estado más seria y reservada que nunca. Siempre procuraba disimular, pero había momentos en los que se enfrascaba tanto en sí misma que ni hablaba ni se enteraba de lo que ocurría a su alrededor. Los demás intentábamos llevar el duelo como podíamos, pero era complicado. A pesar de eso, yo no quería perder la esperanza de encontrarlo.

En todo este tiempo, a mi cabeza loca se le habían ocurrido miles de teorías, la mayoría sin sentido: como que se lo habían llevado los extraterrestres, o que vivía escondido en las montañas, ajeno a la civilización; o incluso que un horripilante monstruo se lo había llevado a su cueva como compañero de juegos. Miles de teorías sin sentido alguno rondaban mi cabeza como moscas molestas.

La gente decía que lo más lógico era pensar que había muerto, pero yo no pensaba igual. Al contrario: sabía que TK estaba vivo en alguna parte, pero no sabía dónde. Quizás en el Mundo Digital, tal vez en el mundo real, pero estaba completamente segura de que estaba vivo. En todo este tiempo había escuchado aquellas voces más de una vez:

-*-

Dos meses después de la desaparición de TK, me encontraba en el parque donde él y yo jugábamos de pequeños, sentada en uno de los columpios. Recordé las veces en las que mi madre y la suya se sentaban en uno de los bancos a hablar mientras que él y yo nos dedicábamos a jugar y reírnos. Entonces mis pensamientos fueron interrumpidos por dos voces masculinas que una vez invadieron mi mente en un callejón:

–¿Tienes al chico? –Preguntó el que parecía tener mayor autoridad.

–Sí, señor –contestó el otro.

–Perfecto.

Entonces se desvanecieron otra vez.

-*-

Otra de las veces que escuché las voces me ocurrió un mes después de aquello:

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Estaba en mi habitación, lanzando una pelota saltarina contra la pared una y otra vez, pensando que ese día, justo ese día, era el decimoquinto cumpleaños de TK y que, estuviera donde estuviera, lo estaría pasando mal. Deseaba con todas mis fuerzas que todo volviera a la normalidad; que TK hubiera ido a clase, que recibiera mis quince tirones de orejas, que recibiera nuestras felicitaciones, que estuviera con nosotros.

Entonces tiré la pelota, esta regresó y antes de volver a tirarla, esas mismas voces invadieron mi cabeza de nuevo:

–Es hoy, señor.

–Lo sé. Cada vez queda menos para que el Proyecto Oscuridad recolecte sus frutos.

–Para entonces estaremos preparados.

Y mi madre entró por la puerta, haciendo que las voces se desvanecieran.

-*-

La siguiente vez me ocurrió seis meses después de su cumpleaños:

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Estaba en una biblioteca con Davis y Jake, estudiando para un examen de Historia. Davis se había quedado dormido hacía rato, y Jake y yo nos explicábamos lo que no entendíamos mutuamente.

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