CAPITULO UNO

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UN ÚLTIMO ALIENTO











Keera observaba todo a su alrededor con atención: el carruaje con las pertenencias de toda la manada, aquel vagón de carga que transportaba comida, los barriles que contenían el agua, toda la gente a su alrededor haciendo algo y por último los guardias.

La decena de guardias que tenía a su alrededor custodiándola.

A su parecer aquello era un tanto exagerado —no es como si fuese a escapar—,  sin embargo no era como si pudiera quejarse o decírselo a alguien.

Por que si, aquello tampoco podía hacerlo; el alfa le había prohibido hablar con nadie así como tampoco nadie se podía acercar a ella a intentar entablar conversación.

De todas maneras aquello no era lo peor que había hecho el alfa —definitivamente aquello se quedaba pequeño en comparación con una de sus tantas decisiones—, había decidido que los pocos sobrevivientes que habían quedado en Setenil, eran tan culpables como Keera, por lo que todos eran prisioneros que probablemente se convertirían en esclavos nada más pasar por algún pueblo que comercializara con ellos.

Sus ojos conectaron unos segundos con los de Lila, antes de que ella apartara la mirada recibiendo la comida —con ración extra— que le tendía Alec y que su amiga agradecía con una sonrisa.

Era la primera vez desde que conocía a aquel lobo —que la mayoría de las veces lucía bastante amargado— producir una expresión tan banal como era una sonrisa. Y aquella sonrisa era nada más ni nada menos que para Lila.

De todas maneras, no sabía de qué se sorprendía, su amiga podría conquistar al corazón más frÍo si se lo propusiera, aquel pensamiento hizo que una sonrisa triste se formara en su rostro. Estaba contenta de ver a su amiga, sin embargo no dejaba de culparse por el trato que estaban recibiendo ahora a causa de ella.

Había intentado hablar con Belial en varias ocasiones, sin embargo el alfa siquiera le dedicaba una mirada, la indiferencia era peor que cientos de insultos de su parte y ella estaba segura de que él lo sabía.

No tenia idea de cómo saldría de aquel embrollo en el que se encontraba metida.

¿Cómo iba a escapar?¿Como ayudaría a la gente que quedaba viva de Setenil? —. Eran las preguntas que rondaban en su cabeza una y otra vez.

No podía simplemente dejarlos a su suerte, estaban allí por su culpa y sus estúpidas decisiones.

De todas maneras sabía que de un momento a otro Belial lo descubriría, aquello que tanto había intentado ocultar, aquel pasado del que venía escapando desde hacía años la había alcanzado. Ser el último ángel de Dios —así era como algunos la habían apodado— no era algo que pudiera ocultar para siempre, sabía que aquella burbuja de felicidad en la que se había sumido con el alfa no podía durar mucho tiempo, de todas maneras le hubiese gustado disfrutarlo solo un poco más.

Suspiró con resignación mientras observaba las cientos de estrellas en el cielo en la oscuridad de la noche, ¿qué demonios era lo que debía hacer? no podía parar de preguntarse, intentando que algún ser superior le diera alguna respuesta.

Estuvo de aquella manera un rato, sumida en sus propios pensamientos, no queriendo rememorar la muerte de su opa que era algo que se negaba a enfrentar todavía. Tenía demasiadas cosas en la cabeza y si dejaba que aquellos sentimientos se colaran en su mente, estaba segura de que no podría soportarlo y se perdería en sí misma.

A decir verdad lo que había pasado cuando se dirigió al campamento de la guardia fue todo un borrón, recordaba la sangre, los golpes, la pelea, pero nada más aparte de eso.

Mundos Ocultos [Gaia 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora