CAPÍTULO DIECISÉIS

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SUSURROS EN LA NOCHE











Keera no podía sacarse de la cabeza aquella sensación de escalofríos en el cuerpo, si había algo que nunca podía olvidarse, era el momento exacto de la primera persona a quien le quitabas la vida.

A menudo solía soñar con aquel hombre, aunque no pudiera recordar su rostro, o el color de sus ojos, o su contextura física, sólo las súplicas y el siseo de su espada al bajar y cortar su cabeza, ésta, produciendo un ruido sordo al chocar con el césped debajo.

La sangre roja y espesa saliendo a borbotones, mezclandose con el verde de la hierba debajo.

Las felicitaciones del Mosén luego de que lo hiciera; el tacto de su mano sobre su hombro y aquella sonrisa siniestra, como si ocultara todos los secretos del universo.

Después de eso, ella siempre despertaba, con la respiración agitada y un sudor frío recorriendo su cuerpo entero.

Hacía dos días que se mantenía en movimiento, sin dormir, ya que por extraño que parezca, había estado soñando cada noche con aquella muerte desde que había partido de Crena y Keera sabía que era por el hecho de haber vuelto a ver al Mosén después de tantos años.

Hacía cinco días que había partido de la tierra de los lobos, manteniéndose a paso firme y con un solo objetivo en mente, salir del bosque negro.

No estaba usando sus alas y se decía a sí misma que era por que no quería ser descubierta por nadie, aunque las razones fueran otras, pero no se atreviera a reconocerlas.

El invierno estaba demasiado pronto a su llegada y ella sabía que tenia que salir del bosque antes de que comenzara a nevar, porque ahí sí que las cosas se pondrían difíciles, ya que cuando la nieve empezaba los caminos quedaban al completo tapados.

Era también esa una de las razones por las que Keera no había parado a descansar, eso y que hacia medio día que Keera sentía que estaba siendo seguida y hacia medio día que ella había apurado el paso aún más.

No tenía idea de quién podía ser, ya que había ocultado perfectamente su rastro, de hecho siquiera había querido llevarse un caballo de Crena, ya que éste marcaría demasiado el camino y era algo que ella quería evitar a toda costa.

Sin embargo, algo había hecho mal, por que alguien la estaba siguiendo.

De todas maneras no dejó que aquello la distraiga, sino que se decidió por empezar a correr, correr hasta que la noche cayera y recién ahí atacar.

Así lo hizo, cuando el sol comenzó a ocultarse, cuando fueron solo sombras en la espesura del bosque negro, Keera se subió a lo alto de un árbol y esperó.

Esperó por lo menos dos horas hasta que lo vio, la sombra que corría debajo suyo cubierta por una capa negra y los movimientos ágiles, dándole a entender que era un ser sobrenatural.

Se lanzó sin siquiera titubear, con una agilidad y precisión perfecta, cayendo sobre el cuerpo y haciéndolo caer con fuerza al suelo que tenía debajo.

—¿Qué demonios haces siguiéndome? —preguntó en su oído, una daga sobre su cuello.

—¿Sabes? A veces siento que eres demasiado dramática para tu propio bien —respondió Josteil, aunque sin mover un pelo, temiendo lo que pudiera hacerle Keera. —De verdad, ¿estabas esperándome arriba de un árbol? —preguntó con curiosidad.

—Por supuesto que estaba esperándote arriba de un árbol —respondió ella lo obvio, sin quitar la daga de su cuello—, ¿por qué demonios estabas siguiéndome? —Volvió a preguntar.

Mundos Ocultos [Gaia 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora