CAPÍTULO TREINTA

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EL AIRE QUE RESPIRO 






Una vez que el ejército de Alexey exterminó a todos los demonios, todos ellos habían sido puestos de rodillas, así lo había ordenado el rey vampiro y ellos habían obedecido.

«¿Cómo demonios saldrían de esto?» Se preguntaba Belial una y otra vez para sus adentros con frustración.

Tenía que pensar en algo rápidamente, para sacar a los pocos lobos que habían quedado con vida, para que el rey vampiro no vaya con Keera, porque si descubría que ella estaba con vida después de lo que había hecho con su primogénito...

No quiso siquiera imaginar aquello y el rey vampiro parecía no tener idea que la persona que más odiaba estaba del otro lado del muro y con la cantidad de soldados que tenían, si las cosas no habían terminado de aquel lado, los masacraría y todo habría sido en vano.

—Bueno... bueno —comenzó diciendo, paseándose con su armadura dorada brillando—, ¿qué tenemos aquí?

Belial lo odiaba, y tenia buenos motivos para hacerlo. El rey vampiro le había arrebatado a su madre hacía ya varios años, se habían enfrentado en muchas sangrientas batallas, sin embargo lo único que quería ahora era arrastrarlo lejos de allí, así eso lo llevara a la muerte, con tal de salvar a los pocos que habían sobrevivido a la batalla, con tal de darles otra oportunidad a quienes estuvieran en el lado norte de Bastean.

—Que placer honrarnos con tu presencia —se mofó Belial.

—Yo que tu no me burlaría, alfa —escupió este, acercándose donde él se encontraba de rodillas.

Malditamente de rodillas frente al rey vampiro.

—Deja que ellos se vayan —dijo él con una señal de su cabeza, y aunque estuviera de rodillas, aunque todo su cuerpo se quejara, su espalda estaba erguida y recta.

—¿Por qué habría de hacer semejante estupidez? —Siseó el vampiro con los ojos entrecerrados.

—No lo sabes, ¿verdad? —Dijo el alfa, levantando una de sus cejas en un gesto interrogante.

—¿Qué debería saber? —Murmuró él y no le pasó por alto la mirada de reojo que le lanzo a Alexey, que se puso tenso bajo su escudriño.

—Si los dejas ir, tal vez sobrevivirás —murmuró el alfa, con una de sus comisuras levantadas.

—Nada puede matarme —siseó el rey vampiro.

—¿A no? —Preguntó el alfa, rogando para sus adentros que su plan funcione. —¿Ni siquiera un hada muy, muy poderosa?

El rey vampiro se tensiono cuando dejó caer aquellas palabras, mirándolo con los ojos entrecerrados, buscando la mentira en ellos.

—Mientes —fue todo lo que respondió.

—¿Miento? —Preguntó él, sin dejarse amedrentar. —Búscala —lo incitó, mientras pedía a la luna que el hada aún estuviera con vida—, sé que puedes sentirla, búscala y veras que no está muy lejos...

El rey vampiro siquiera apartó la mirada, pero vio cómo sus pupilas se dilataban mientras con su poderosa mente buscaba entre los campos de Bastean, lleno de muertos y demonios.

Su rostro se ladeó en una pequeña sonrisa que hizo que la respiración del alfa se agite, ¿acaso Diya había muerto?

—Están demasiado ocupados como para percatarse de que estamos aquí —susurró el rey vampiro.

Mundos Ocultos [Gaia 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora