CAPITULO NUEVE

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GLORIA REGALI





Les tomó días romper a Keera y así y todo, Josteil veía a la muchacha seguir resistiendo.

A decir verdad, los días se habían vuelto un tanto confusos. La plata entrando en su organismo lentamente, debido a que tenían las muñecas en carne viva por el roce de aquel material en su piel, comenzaba a hacer estragos en su cordura. Sin embargo, ellos no podían quejarse —ninguno lo hacía, de todos modos—, por que quien estaba llevándose la peor parte era Keera.

A ella era a quien realmente querían romper, y en un principio todos habían luchado, en un vago intento de ayudarla, sin embargo se dieron cuenta de que en realidad, aquello era peor, por que entre ellos más luchaban, más se ensañaban con Keera.

Así que todos habían dejado de pelear, no por que no quisieran, sino por que era un simple intento de intentar alivianar el peso de las torturas a ella.

Josteil se dio cuenta en ese momento, que la muchacha era alguien digna de admirar, a pesar de que lentamente comenzaba a perder el brillo de sus ojos, él sabia que no se rendiría tan fácilmente.

Keera no se dejaría doblegar así como así.

Todos se encontraban débiles y cansados, y Josteil se preguntaba si el alfa tardaría mucho más en encontrarlos. Los inmaculados no eran demasiados, pero a simple vista se veían poderosos y entrenados y sabía que no eran humanos comunes, además, todos estaban bajo el mando del hechicero.

Yokel, había escuchado que le decían. El hechicero se notaba a raudales que se sentía superior, humillándolos cada que podía.

El cambia formas, por su parte, había vuelto a su forma humana, dejando ver a un muchacho de mirada seria, con el cabello de color rojo como el fuego, sin embargo, se mantenía alejado de todo mundo, sin siquiera hablar con nadie.

Más de una vez, lo había visto mirando fijamente a Keera, como si buscara las respuestas a algo, como si quisiera acercarse pero hubiera algo que lo detenía. De todas maneras, no hizo nada por ayudarla o alivianar las torturas a las que estaba siendo sometida.

El cambiaformas se limitaba a mirar todo desde lejos.

«Cobarde» pensó Josteil, para sus adentros.

Él también había entrado en su lista.

Por qué sí, intentando no caer en la desesperación que le provocaba la plata en su organismo, había pensado en todas las personas a las que mataría una vez que estuviera libre de sus cadenas y quien encabezaba aquella lista era el hechicero, seguido por uno de los inmaculados que parecía ser el segundo al mando, quien más se ensañaba con Keera.

Con ellos dos se tomaría un tiempo especial, los mataría muy, muy lentamente. Los haría sufrir de maneras pocas veces vistas y consideradas inhumanas, de todas maneras, nada se comparaba con el trato que estaba recibiendo ella.

Se obligaba a observarla cada vez que la tenia dentro de su radar, no perdía detalle de cómo lentamente el color de su piel iba palideciendo, como los huesos comenzaban a marcarse cada vez más debido a la falta de alimentos. Las ojeras cada vez más pronunciadas, teniendo en cuenta que los malditos guardias, no la dejaban dormir más de un par de horas seguidas.

La mantenían cansada y agotada tanto física, como mentalmente. Se burlaban de su falta de coordinación cuando aquello pasaba, con Keera tamborileándose de un lado a otro, presa del cansancio que la consumía.

Mundos Ocultos [Gaia 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora