CAPÍTULO DIECISIETE

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DE ALIADOS Y ENEMIGOS














—No me mires de esa manera —farfulló Josteil, sintiendo su mirada asesina.

—Te miraré cómo me dé la gana —respondió Keera—, estamos aquí por tu culpa —lo acusó al final.

—Esto no es mi culpa —intentó defenderse él y al ver la mirada que le largó ella, luego de escucharlo decir aquello, agregó:—Tal vez, si me hubieras dicho cual era tu plan, las cosas hubieran sido diferentes.

—¿Estas diciendo que es mi culpa? —preguntó ella indignada.

—Definitivamente todo esto es tu culpa —respondió el lobo, fingiendo ofenderse mientras apartaba la mirada.

Keera miraba con incredulidad a Josteil, realmente no pudiendo creer lo que decía.

—Si tan solo hubieras hecho lo que te pedí, nada de esto estaría pasando —dijo ella, su trenza zamarreándose de un lado a otro.

—Hice lo que me dijiste —intentó defenderse él, sin embargo la mirada asesina que le largó ella nuevamente, terminó haciéndolo suspirar con derrota. —Tal vez escuché ruido y me aleje solo un poco.

—¿Solo un poco? —agregó ella con sarcasmo.

—Tal vez un poco bastante —respondió él, rodando los ojos—, en mi defensa, creí que estabas en problemas.

—¿En problemas? —se mofó ella. —En problemas estoy ahora, aquí amarrada, mientras me llevan como si fuera su próxima comida.

—Eres nuestra próxima comida —dijo uno de los centauros que la cargaban.

Keera —al igual que Josteil— tenía tanto sus piernas como sus manos amarradas a un tronco, mientras eran llevados a lo más profundo de aquel bosque por aquella rara especie, su cuerpo de la cintura para arriba era humano, o todo lo humano que se podia ser teniendo en cuenta la cantidad de vello que tenían, mientras que su parte inferior era igual a la de los caballos.

Habían estado caminando por lo menos dos horas desde que habían sido capturados, siendo llevados a quien sabe donde y por el momento, sin manera de escapar. Si bien eran llevados por centauros, Keera pudo divisar otras razas corriendo a su alrededor, a paso apurado, camuflándose entre los árboles y la espesura de la hierba que se encontraba en el camino, sin embargo la noche había caído de lleno, dejando prácticamente todo en penumbras.

De todas maneras, llegó a reconocer algún que otro duende, elfos y faunos corrían también, todas aquellas pequeñas especies de Gaia que se consideraban insignificantes, echados de sus hogares y obligados a adentrarse en las llanuras alejadas de Shangri.

No la había sorprendido encontrarlos allí, sin embargo si lo había hecho el encontrarlos conviviendo y trabajando juntos y el claro crecimiento de aquella población de marginados.

El camino era iluminado por las antorchas que cargaban los centauros, sin embargo Keera se dio cuenta de que comenzaban a haber pequeñas lámparas con luciérnagas colgadas de los árboles, marcando el camino.

El movimiento que hacia su cuerpo la estaba mareando y revolviéndole un poco el estómago, sin embargo se mantuvo con el rostro inexpresivo, diciéndose a si misma que debía recordar el camino para cuando saliera de allí.

«Tal vez los convencería de dejarla ir a cambio de dejarles al lobo» pensó con malicia.

Comenzó a escucharse poco a poco el bullicio de la gente, mientras divisaba pequeñas cuevas con puertas, escondidas y camufladas detrás del espeso follaje de la naturaleza, pequeñas criaturas asomándose, curiosos de los nuevos visitantes que llegaban.

Mundos Ocultos [Gaia 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora