XI

157 25 11
                                    

Ese día había conocido a todo el pueblo por segunda vez en su vida, no tenía idea de quiénes eran, pero se veían agradables. Esta vez, su madre junto con su hermana decidieron acompañarlos, siendo algo complicado por las súplicas de Jessie de no dejar a Spike en la casa.

Después de toda la mañana de saludar a gran parte de pueblo, cada hora que pasaba se sentía. Bull los invitó a pasar a una cafetería que se encontraba cerca de su apeadero. Los colores rosa, azul y más tonos pastel decoraban todo el local.

Una chica con vestido azul y cabello rubio recibió a Colt con un abrazo, Colt lo correspondió gustoso. La chica que se hacía llamar Piper les ofreció galletas de vainilla en forma de corazones, gatitos y uno que otro cactus. Colt tomó una galleta y pidió un chocolate caliente.

Jessie y Pam decidieron ir a la sala de juegos que Piper tenía en su pequeña cafetería, Colt tomó la segunda galleta un poco nervioso por la situación de tener que ver a tanta gente que le tenía la lástima que a su persona.

-¿Estás cómodo? -dijo Bull, tratando de sacar conversación

El pelirrojo solo asintió, dando a entender lo contrario.

-No creo que todo esto funcione -Piper les trajo su chocolate, agradeció y agarró otra galleta-. Todos me ven con lástima, como si fuera un pobre diablo.

-No te ven con lástima -sentenció Bull-. Solo están asustados.

-Explícate.

-Ya sabes -dijo-. Es extraño recibir la notica de tener que cuidar a alguien que los cuidaba antes.

-¿Tu te sentiste seguro conmigo?

Bull no respondió, simplemente desvío la mirada tratando de negar lo innegable. Sin ningun aviso, Colt sintió una enorme punzada en la pierna izquierda, soltando un grito que alarmó a Bull en segundos. Se levantó de la silla lo más rápido que pudo, descubriendo a un pequeño ser que estaba cubierto con un disfraz de oso.

-¡Quítamela! ¡Quítamela! -gritaba el pelirrojo, sintiendo cómo su voz se hacía más aguda al sentir cómo aquellos dientes se encajaban más en su pierna.

-¡Está bien! ¡Tranquilízate! -dijo Bull igual de alterado, tratando de poner sus manos de forma correcta en el pequeño cuerpecito.

Un silvido fue todo para dejara de sentir esos dientes encajarse en su pierna. Resultó ser que aquél intruso era una niña de no más de siete años.

-¡Hola, Nita! -escuchó la voz de su hermana en la puerta que daba al patio, recibiendo el movimiento de de mano de la otra niña como respuesta.

Colt decidió voltear a ver a su salvador, topándose a un hombre que le pareció medianamente intrigante, quien se le acercó. Su cabello negro estaba amarrado en una coleta, pero notó que era bastante largo, sólo un chaleco color turquesa cubría su torso y unos pantalones color café en sus piernas.
Al parecer la niña salvaje no venía sola, sino con un niño cuyo rostro estaban parcialmente cubierto por una capucha con forma de camaleón. Colt dedujo que eran sus hijos.

-Colt -dijo, su voz era profunda, pero agradable

-Yo... -dijo levantando los hombros, sintiéndose amenazado por su interlocutor.

-¿Pasa algo?

-No, no ocurre nada -dijo Bull tratando de no entrar en una conversación con el contrario-, ¿nos vamos?

-Lo siento -dijo Colt, sintiendo cómo Bull lo empujaba-. Tenemos que conocer el pueblo antes del atardecer.

-¿Por qué deberías conocer el pueblo donde has vivido toda la vida?

Cegado por una Dalia Negra. [Hiatus] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora