VI

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Colt se levantó exaltado debido a un ruido. Reaccionó después de unos momentos cuando supo que el ruido venía de afuera. Se levantó y corrió a su ventana.

Se sorprendió al ver un pequeño murciélago con un papel en el hocico, miró por un momento al animalito, hasta que este tiró dentro de su habitación el papel y se fue tan rápido como llegó.

Confundido, tomó la pequeña carta y después miró el reloj que tenía en la mesita de noche, marcando las 3:45 de la madrugada. Desdobló el papel con cuidado y encendió la lámpara que tenía en su mesita de noche. Lo leyó y sonrió, un sentimiento de calidez e impaciencia inmediatamente le llenó. Nuevamente dobló el papel y lo guardó en un cajón para recostarse y dormir.

Una vez la luz del alba se colaba por su rota ventana, Colt abrió los ojos. Miró la hora y agradeció que aún fuera lo suficientemente temprano. Se levantó con inquietud y buscó entre su ropa que, para su decepción, era bastante parecida entre sí. Hizo una mueca, tomó una camisa color rojo algo desteñido y unos jeans y se dirigió al baño rápidamente. Tomó una ducha, cepilló sus dientes y se arregló.

Salió del baño y escuchó unos ruidos escaleras abajo, inmediatamente dedujo que era Pam. Bajó con paso apresurado y entró a la cocina, donde vio a su madre preparando una mezcla que no supo con certeza qué era.

-Ah, ¿levantándote temprano? -dijo ella, de espaldas.

-Sí, supongo -soltó una risilla nerviosa-. Pam...

-También puedes llamarme mamá, ¿sabes? -intercedió la pelirroja antes de que su hijo pudiese continuar.

-Mamá -se corrigió inmediatamente-, hoy saldré con Shelly -ya había ensayado qué decirle, pero en la práctica era mucho más difícil hacerlo ver creíble-. Ayer quedamos de dar una vuelta por el pueblo y charlar un poco.

-Hmm, ¿a qué hora planeas regresar?

-No estoy seguro...

-Shelly es buena muchacha. Sólo procura que sea antes de que anochezca -vertió la mezcla en un sartén caliente con mantequilla derretida-. Ah, y come algo antes de irte.

Colt dudó al principio, pero no era como si pudiera negarle eso a Pam, así que tomó asiento en la mesa y unos minutos después, le fue servido un plato con dos panqueques los cuales degustó plácidamente, aunque procuró tardar lo menos posible. Lavó su plato, se despidió de su madre y salió de la casa.

Había salido temprano, pues quería evitar ver a Bull, aún se sentía algo molesto y, para evitar cualquier conflicto, decidió que era mejor no verlo hasta que estuviera más tranquilo. Ahora tendría que buscar algo que hacer en lo que llegaba la hora de su cita con su supuesto novio.

Caminó hasta el centro, donde vivía la mayoría y allí se dedicó a andar de un lado a otro, sin un rumbo específico, mirando las casas y los comercios que estaban apostados a su alrededor, preguntándose cómo es que habían ido a parar allí cada uno de los habitantes, cómo es que su familia había llegado a parar allí. Era todo tan extraño que aún no se lograba acostumbrar, había veces en las que ver a Spike aún le sorprendía.

Perdió la noción del tiempo y no fue hasta que el reloj de engranajes del pueblo marcó las doce que salió de su ensimismamiento. Afortunadamente para él, no estaba tan lejos del lugar.

Caminó en dirección al camposanto, esperando recordar la ruta. Después de unos cuantos desvíos imprevistos, llegó a las puertas metálicas del cementerio y, al no ver a nadie, decidió recargarse en ellas, provocando un hórrido chirrido que le hizo poner una inevitable mueca de disgusto.

-¿A quién tenemos aquí?

Reconoció inmediatamente el dueño de aquella voz y sintió cómo su corazón empezaba a latir más fuerte, le sorprendió que sólo bastara con escucharle para emocionarse. Sonrió algo nervioso y lo saludó sacudiendo su mano. Mortis tenía puesta una capa negra que, dedujo, sería la que le cubría del sol, aunque esa parte del pueblo parecía estar en penumbra perpetua.

Cegado por una Dalia Negra. [Hiatus] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora