XXVII

115 23 16
                                    

-Espera -dijo Brock, acercándose a ambos-, espera, espera, espera -tomó a su amigo de los hombros, llamando su atención-, ¿Nani?

-¿Qué?

-Lo dijiste recién, Nani -dijo Brock, algo agitado-. ¿Sabes quién es Nani?

-No -negó con la cabeza-, solo se me vino a la mente -se encogió de hombros.

-Vamos, hermano -respondió algo incrédulo-, tienes que estar bromeando.

-¿Por qué lo haría? -respondió algo arisco debido a la reacción de su amigo.

-Es igual que contigo -dijo Barley-, sólo recuerda el nombre, nada más -se acercó al pelirrojo-. Quizá si le muestran más cosas, digamos, significativas, pueda recordar más pronto.

Brock tomó a Barley por uno de sus hombros de metal y se lo llevó consigo, algo lejos de su amigo para que no escuchara la charla. El círculo que se había formado para recibir a Rosa se disipó en cuestión de segundos y, después de agradecerle a la botánica por aquella pieza cuyo propósito desconocía, fue a guardarla en la mochila que su madre le obligó a llevar por cualquier cosa.

Cuando se giró, alcanzó a Bull llegar visiblemente agitado y dirigirse a la cocina; le pareció ver sangre en uno de sus brazos, por lo que se alertó y caminó hacia él, interceptándolo a mitad de camino.

-¿Estás bien?

-No tengo tiempo -hizo a Colt a un lado-, perdón.

Continuó su camino a la cocina, donde vio a Bibi cuya irritación era tanta que incluso el ambiente podía sentirse tenso.

-¿Encontraste a ese imbécil? -sus brazos estaban cruzados y su ceño fruncido.

-Sí -contrastando con el de la chica, su voz estaba algo quebrada.

Ella lo notó y su expresión cambió a una más bien preocupada cuando vio la mancha roja en el brazo de Bull.

Sabía que Bull estaba apunto de cometer alguna estupidez, algo típico de su mal carácter. Sabía que rompería los platos, que lanzaría la ensalada hacia la pared, algo de lo que estaba acostumbrada a ver a causa de la ira. Pero Bull solo se quedó en su lugar, recargado en el refrigerador de la cocina, siendo sobrecogido por esa masculinidad estúpida que no le permitía llorar.

-Hablamos con Mortis -dijo después de tallarse los ojos, su voz era más gruesa que de costumbre.

Bibi solo atinó a sentarse en la mesa donde hace unas horas se hallaban escribiendo el poema para el pelirrojo.

-Me negué a seguir -suspiró y levantó la vista, tratando de distraerse de la presencia de la chica.

Aún con la mirada serena, Bibi temía preguntar lo que había pasado, no quería saber el destino que había sufrido el cuervo, es más, se aferraba en la pequeña esperanza que era saber que estaba vivo.

-Te juro que quise acabar con todo -dijo el mayor, fracasando en sacar su impotencia e ira, siendo la pared la que sufrió las consecuencias de su estado.

Bibi sacó el chicle que tenía en la boca y lo dejó debajo de la mesa de madera, todo sin quitarle la vista en las respiraciones que hacia su hermano mayor.

-Quiero verlo -dijo la chica, más como una orden, apenas y dio unos pasos, cuando el contrario la detuvo.

-Tick y 8-Bit se ofrecieron en cuidarlo -suspiro-. No sé qué haría si te lastimara.

-Serías un bruto -bromeó, tratando de aligerar el ambiente, logrando sacarle una sonrisa.

-Ya no eres la niña que me descalabro la cabeza esa tarde -pronunció, tratando de olvidar todo lo que había ocurrido afuera.

Cegado por una Dalia Negra. [Hiatus] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora