28. Christopher y Erick

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Christopher abrió los ojos al escuchar pasos por toda la casa, por lo que supuso que Melissa se había levantado ya. Estiró la mano con pereza y tomó el celular que había dejado cargando, mal hábito que debía dejar, y revisó la hora y los mensajes que le había llegado. Quiso encontrar uno de Ana, ella tenía que haber llegado en la madrugada para llevársela, no porque le molestara tenerla, sino porque debía dejarla ese día con su madre. Se levantó y salió de la habitación, sonriendo cuando encontró a la rubia tratando de hacer el menor ruido posible con sus zapatos altos al alistar el maletín de la niña, con unas ojeras que parecía querer caerse del sueño.

—Buenos días, pequitas.

—Chris, disculpa si te desperté, ya nos vamos —asintió lentamente y se sentó en el sofá, observando también a Cristóbal en el marco de la puerta.

—Buenos días, Chris

No tardaron más de cinco minutos y salieron de casa, él aprovechó que aún era temprano y se fue a bañar y alistar sin tener que preocuparse por la hora. Ya era sábado, le quedaba medio día de trabajo para resolver el desorden que había dejado. Salió del departamento a la hora usual, ni tan tarde ni tan temprano. Se había levantado de buen humor a pesar de haberle costado conciliar el sueño, esperaba que nada pudiera quitárselo, ni siquiera ver que pasaba otra día más sin que Erick fuera a cumplir su labor.

Saludó a las personas de la entrada, admirando la decoración navideña. Ese año había pasado demasiado lento, fue de muchos altibajos. Subió hasta la oficina y cerró la puerta para dirigirse al escritorio, encendió el portátil y conectó los auriculares, como solía hacerlo siempre. Cuando se dispuso a empezar nuevamente, la puerta se abrió y vio entrar al ojiverde con unas ojeras mucho peores que las de Ana y un humor del demonio, empujando y todo lo que se interpusiera en su camino al escritorio vacío.

No iba a hablarle si él llegaba en esa forma, no quería meterse en problemas con él porque imaginaba que no quería dirigirle la palabra a nadie. Bajó la mirada y trató de no ponerla atención, y eso logró por unos minutos. Consiguió sacar la mayor cantidad de trabajo posible y dedicarse enteramente a lo que tenía programado para ese día. No tenía la más mínima idea de lo que estaba haciendo Erick, era obvio que estaba completamente desactualizado y debía ponerlo al tanto, pero su semblante no era muy cordial.

Dio un pequeño giro en la silla para quedar mirando en su dirección y dejó el bolígrafo sobre las hojas —Erick, ¿Jonathan te envió los datos? —Suspiró al no recibir respuesta, sabía que lo había escuchado y por eso mismo lo había ignorado. No iba a aguantar su falta de profesionalismo solo por un problema personal —Erick... —rodó los ojos —. Sé que tú y yo no nos llevamos bien, pero queramos o no somos compañeros y lo mínimo que necesitamos es una buena comunicación. Esto tienes que separarlo de los problemas.

—¿Y tú qué harías en mi lugar?, no es fácil venir y convivir contigo cuando tú mismo sabes que pronto te veré salir con Joel y hacerte el que ya no sabe nada con lo que pasó.

—¿Qué pasó?

—Que yo estuve con él, deja la hipocresía de lado, para ti debe ser un honor que yo los vea juntos y burlarte porque al final tú ganaste —el menor se volteó también, mirándolo por primera vez—. Te odio y no tengo que ocultarlo.

—Yo no hice nada, si Joel terminó contigo no fue porque yo hubiera intervenido.

—Eso no importa, te aprovechaste de la situación.

—Mira, Erick, necesito que te quede claro que si yo llego a estar con él no es por alimentar tu dolor y para que veas que gané o no, esto no es una competencia —el ojiverde sonrió falsamente, no le creía nada —. Estamos hablando de una persona, no de un objeto, él es quien debe elegir lo que quiere y lo que no.

Una Oportunidad ||Joerick - Virgato|| TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora