24. Déjame conocerte

332 31 30
                                    

Las luces se apagaron y los novios empezaron a bailar todo lo que días antes había puesto en práctica, las voces de los músicos que habían ido anteriormente a la casa, dieron el toque mágico a dicho momento. Después de que bailaran por casi dos minutos solos, algunas parejas empezaron a unirse también, entre ellos Kathy y Richard, quienes a pesar de ser primos, salieron para no quedarse solos.

La mulata, al dar vuelta, le dedicó una mirada a Zabdiel y le sacó el dedo del medio. Los que miraban solo rieron y el rubio bajó la mirada con una sonrisa leve. Extrañaba Kathy, sí, ella fue buena novia con él y le brindó una hermosa relación, pero ya no quería seguir mintiéndose. Si de una cosa sí se arrepentía, era de no haberle dado una buena explicación o pedirle una disculpa por su estupidez.

Él más que nadie sabía que con Erick no iba a suceder nada, el ojiverde era de esas personas, que como decía el mismo Joel, no estaban listas para una relación. Había miles de razones por las que tampoco se arrepentía de su decisión, y una de ellas era que su exnovia merecía alguien mejor y que pudiera amarla en realidad.

El ambiente romántico cambió por completo cuando comenzó la música movida, poco a poco la pista fue llenándose y sonaba una que otra canción de reggaetón, que era cuando más gente salía y los gritos resonaban por todo el lugar.

—¿Ustedes dos se van a quedar ahí sentados toda la noche? Qué amargados —Kathy volvió a su lugar, ubicándose donde iba el ojiverde, quien bailaba con Julieth.

—Preferimos hablar, pero gracias por recordarnos lo amargados que somos —Christopher sonrió burlonamente y volvió a mirar al rizado.

—De nada, seguiré haciéndolo entonces —ella les guiñó un ojo y se levantó para bailar esa vez con Cristóbal —. Tortolitos —susurró cuando ya nadie podía escucharla.

La mulata lograba llamar la atención, pues a pesar de estar sencilla y mostrando poco, su rostro era su mayor atractivo. Era simplemente hermosa para todos, hasta Zabdiel podía admitirlo. Jonathan llamó a su hermano con una seña, quien le dijo a Joel que esperara un momento y se acercó a él.

—¿Puedes conseguir un inhalador para Vanessa?

—¿Qué le pasó? —el castaño frunció el ceño.

—Está teniendo problemas para respirar, sabes que es asmática, pero se le quedó el inhalador en su casa —explicó el mayor y le pasó a su hermano uno —. En realidad los confundió, trajo uno que ya estaba vacío.

—Vale, ¿y dónde hay una farmacia?

—Pues la verdad no sé, pero hay un centro comercial cerca, allí debe haber farmacia —Christopher asintió y se guardó el que estaba vacío en el bolsillo, recibió el dinero que le ofrecía Jonathan y regresó a su lugar.

Le dijo a Joel que lo esperara, pero el rizado se ofreció a acompañarlo, usando como argumento que estaba aburriéndose y sería peor quedar solo. Ambos pasaron por el lado de Zabdiel y Erick, pidiéndole al rubio que le avisara a Jonathan que ya habían salido.

El ojiverde frunció el ceño y dejó la copa en la barra nuevamente, siguiéndolos con la mirada. No era la primera vez que salían solos, pero ahora Joel estaba con más confianza al hablar con el castaño. Quizá para ese momento ya tenían algo, considerando que habían sido capaces de meterse cuando el rizado estaba aún con él.

Desvió la vista y evadió la intensa mirada de Zabdiel, le molestaba tenerlo al lado, era como un recordatorio de la estupidez que había cometido por tantos años. Estaba cansado de lo irónica que era la vida, el rubio lo quería y él no, él quería a Joel y no era correspondido ya. Todo se dirigía a que la única parejita que encajaba era la del rizado y Christopher, y eso lo irritaba.

Una Oportunidad ||Joerick - Virgato|| TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora