Capítulo 8

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    El reloj marca las ocho, cuando Jason y Alec dan los últimos retoques a sus disfraces, antes de entrar a la fiesta de Halloween que organiza la editorial.

    La editorial Lighthouse destaca por organizar fiestas temáticas cada vez que publican un nuevo libro e invitan todos sus escritores y trabajadores a disfrutar de agradables veladas.

    El salón Sylver del hotel Hamilton es el escogido de la ocasión para acoger a los cerca de doscientos invitados que asisten con sus mejores disfraces, ganas de divertirse y bailar hasta desfallecer.

    Jason recibió su invitación hace dos semanas y decidió que Alec sería su invitado. Normalmente las personas suelen asistir con sus parejas, esposos o prometidos, pero Jason no tiene nada de eso.

    Suben al ascensor hasta el piso trece, sintiéndose tremendamente ridículos al ser los únicos disfrazados en la pequeña cabina de metal, pero todas las personas se bajan unos cuantos pisos antes.

   Las puertas del ascensor se abren, dejando ver el salón. Si bien las luces del gigantesco candelabro que cuelga en el centro del salón están apagadas, luces de colores alumbran toda la estancia, dando la sensación de que estuviesen bajo la luz de una luna sangrienta.

    Las personas se pasean de un lado hacia otro, con extraños y extravagantes disfraces. Algunos muy elegantes y otros que parecen haber sido los que nadie en la tienda de disfraces quiso comprar.

    —Personalmente pensé que seríamos los más ridículos de la fiesta, pero acabo de ver a alguien con un disfraz de Barney —confiesa Alec, arreglándose la capa de su disfraz de El Zorro—. ¡Oh, mira, hay un Justin Bieber!

    —No estoy seguro de que sea un disfraz —Jason observa con la cabeza ladeada, intentando deducir el disfraz.

    —Entonces creo que alguien necesita un nuevo corte de cabello —silba Alec—. Lindas medias, Jay —se burla, mirando el disfraz de Jason.

    —Ya quisieras que tu culo luciera así de bien. Y no son medias. Son pantalones con tiro alto y botones —responde.

    —¿Jason Edwards y Alexander Beckendorf?

    Jason voltea con los ojos bien abiertos para encontrarse con Allie de pie tras ellos con una sonrisa burlona plantada en los labios.

    —¿Henstridge? —pregunta con confusión y dedica una mirada molesta a Alec, quien se encoge de hombros.

    —Iba a decírtelo. Lo juro.

    —Recuérdame nunca pedirte una ambulancia.

    —¿Si sabes que en Estados Unidos usamos el 911 y no el 999, verdad?

    —Claro que lo sé —responde, indignado.

    Allie y Alec chocan los cinco.

    —Wow —la pelirroja alza ambas cejas—. Lindas medias, señor Edwards.

    —No, linda, es el señor Darcy —interrumpe una mujer pelirroja, muy parecida a ella, llegando junto a Allie vestida como vampiresa.

    Alec abre los ojos como platos por debajo de su máscara y le da un ligero golpe en el brazo a su acompañante, antes de huir despavorido por las escaleras como si el mismísimo diablo fuera tras sus pasos.

    —No, mamá —niega la muchacha—. Es el señor Edwards, el nuevo maestro de literatura en Pengrove.

    —¡Oh! —exclama, sorprendida la vampiresa—. Soy Sarah, la madre de Allie y una de las organizadoras de la velada —sonríe, mostrando los colmillos.

Just That Girl: Porque amar nunca fue tan prohibido ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora