Capítulo 15

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    Jason se arregla la corbata por millonésima vez mientras Holden habla con los guardias de la entrada del club de campo y conduce hasta el aparcamiento designado para los asistentes al cumpleaños de Allie.

El escocés detiene su escarabajo y suelta un silbido gracioso, mirando hacia el exterior.

—Me había hecho una idea de que Prue era una niña rica, pero esto parece ridículo —masculla—. ¿Un aparcamiento específico? ¿Qué sigue? ¿Guardias de palacio en la entrada?

—No seas idiota —Jason rueda los ojos—. Prue dijo que separan los aparcamientos porque el cumpleaños de Allie no es el único evento que hay hoy y también está abierta la barra para los socios.

—¿Barra libre? Por favor dime que hay barra libre —pide su amigo.

—Habrá barra libre en la fiesta de Allie. Puedes ser mi más uno —ofrece con la esperanza de que acepte y así tenga a alguien con quien hablar.

—Esto no es una boda, idiota. No tienes un más uno. Además, ¿con estos jeans de Target? No gracias, amigo —niega—. Ahora ponte la máscara y quita tu puto trasero de mi auto. Iré a Willowsbrook con Regina y quiero darme una ducha antes de ir a su apartamento.

Jason niega y sale del auto.

—¡Hey, hey, hey! —llama Holden desde el interior—. No olvides tu máscara, campeón.

—Gracias —dice, arrancándocela de las manos y camina dando grandes zancadas hasta la puerta principal, donde dos guardias vestidos con trajes rojos les indican a las personas cuál camino deben tomar.

—Buenas tardes —saluda uno—. Invitación, por favor —Jason busca la arrugada invitación en el bolsillo de su americana y la entrega—. Los dulces 17 de la señorita Henstridge —lee el guardia—. Debe seguir el pasillo izquierdo hasta el final. Disfrute la fiesta, señor.

Jason agradece y sigue sus indicaciones, sintiendo como las manos le transpiran como si estuviese en el infierno.

El pasillo es más angosto de lo que Jason esperaba, con tapiz color marfil y grandes candelabros con velas que crean un aura misteriosa y romántica a la vez, un par de puertas a cada lado con cuadros y esculturas que parecen valer más de lo Jason gana en un año.

Una de las puertas de servicio se abre a su lado y una mano la arrastra por el brazo, dejándolos sumidos en la oscuridad, pero antes de que Jason pueda protestar, una mano se posa sobre sus labios.

No necesita verla para saber que aquella mano suave y pequeña pertenece a Allie, incluso si no tuviera su mano sobre la boca, podría reconocer el dulce aroma de su perfume favorito en cualquier lugar.

—Voy a encender la luz, ¿vale? —quita su mano para presionar el interruptor, pero no se aleja de él.

El cuatro es pequeño y huele a cloro y detergente para ropa, los distintos productos de limpieza descansan en repisas metálicas con escobillones y trapeadores colgando de la pared con una ampolleta alumbrando el espacio.

El espacio es pequeño, ridículamente reducido por lo que la cercanía es inevitable.

Sus rostros están demasiado cerca para la salud de mental de ambos, pero un campo de fuerza invisible les impide separarse.

—Te han borrado las pecas —es lo primero que sale de la boca del joven maestro, acariciándole el rostro con el pulgar.

Una sonrisa tonta aparece en los labios de la pelirroja.

—No te preocupes por ellas. Simplemente las taparon con maquillaje para hacerme ver más adulta, ya sabes —se encoge de hombros—. ¿No tienes algo más que decirme? —lo mira directamente a los ojos, tratando de respirar.

Just That Girl: Porque amar nunca fue tan prohibido ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora