Capítulo 7

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    La primera vez que Prue puso un pie en Elizabethtown fue como una bocanada de aire fresco.

    Su hermanita, Allie, había estado molestándola durante semanas, rogándole que tomaran el tren y fueran al pueblo vecino. Prue se había negado en un principio porque Allie se había perdido hace tan solo un mes y medio y sus padres temían que pudiera perderse nuevamente.

    Finalmente accedió, pero bajo sus propios términos.

    No tomarían el tren ni algún autobús, ella conduciría el auto de su madre hasta el pueblo y Allie no debía alejarse en ningún momento.

    Su hermana le hizo un tour desde la estación de trenes (donde la obligó a aparcar como si estuvieran esperando a alguien) y la guió por las calles adoquinadas, haciéndola parar cada vez que recordaba algún detalle de la primera vez que había estado ahí, como si fuese alguna clase de experta.

    —Cierra los ojos, Prudence —ordenó la niña.

    Prue le hizo caso, canturreando Dear Prudence de The Beatles, su canción favorita, y dejó que su hermana la guiara de la mano.

    El sonido agradable de unas campanillas y el delicioso aroma a rollos de canela la hizo sonreír instantáneamente.

    —Abre los ojos.

    Mantuvo los ojos cerrados por un par de segundos más, tratando de imaginarse qué vería a continuación. Su hermana le apretó la mano, incitándola a abrirlos.

    Finalmente se decidió y lo hizo.

    Se encontraban en la entrada de una cafetería con aspecto de los años cincuenta, con las paredes de un suave celeste pastel, grandes ventanales de cristal, mesas de distintos tamaños con arreglos florales en el medio, meseros y meseras con sus uniformes celestes con delantales blancos, un par de mostradores con distintos tipos de pasteles y dulces y una barra en la que dejan los pedidos antes de llevarlos a las mesas con personas compartiendo cálidas sonrisas.

    —¿Qué te parece? —preguntó Allie con sus ojos abiertos como platos—. Aquí es donde estuve cuando tomé el tren en el sentido equivocado. Fantástico, ¿verdad?

    —Es muy lindo. Parece sacado de alguna película —comentó, mirando el lugar como si estuviese soñando.

    —Rosie me dejo tomar café, aunque era descafeinado, pero no me quejo. Lo pasamos muy bien y nos reímos mucho. Conocí a su familia y su esposo hizo un truco de magia.

    —¡Allie, corazón! —una mujer apareció frente a ellas y abrazó a la pequeña como si la conociera de toda la vida—. No sabía que vendrías.

    —Hola, Rosie —saludó la pelirroja con una gran sonrisa—. He venido con mi hermana, te hablé de ella la última vez. Me costó bastante convencerla para que me acompañara.

    —Oh —dijo la mujer, reparando en la adolescente junto a la niña—. Debes de ser Prue, la hermanita de Allie. Es un gusto conocerte. Mi nombre es Rosie, soy quien estuvo con tu hermana cuando se perdió.

    —¡Ya lo recuerdo! —asintió—. Allie habla hasta por los codos y nos contó mucho sobre usted también. Es un placer conocerla —estiró la mano.

    La mujer tomó su mano y la atrajo hacia ella para darle un gran abrazo.

    La chica se quedó quieta durante unos segundos sin saber qué hacer.

    Los Henstridge (y también los Centurioni) nunca han sido la clase de personas que se abrazan y se dicen ''te quiero''. Ella y su hermana fueron criadas para saludar con roses de mejilla con mejilla y apretones de mano, a veces incluso reverencias.

Just That Girl: Porque amar nunca fue tan prohibido ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora