Capítulo 29

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     La primavera ha llegado a Connecticut en gloria y majestad.

Las calles de Charmin Heinz están llenas de niños correteando por todo lados con sus juguetes nuevos; sombreros de paja de Marie Claire; sandalias con tacón; palos de golf y raquetas de tenis; jeeps Wrangler en todos sus modelos y tonalidades; deportivos descapotables; té matcha y cold brew para la sed.

Allie camina por el centro de Charmin Heinz con el teléfono en la mano derecha pegado a la oreja y su vestido para baile de primavera dentro una oscura funda para ropa que acaba de recoger de la tienda de Melanie Abrams.

Llega hasta la nueva cafetería, una de las pocas con café decente en el pueblo, y se sienta en una de las mesitas de la terraza para esperar a que Carrie y Harry vengan a buscarla para irse pitando hacia la escuela y poder terminar los últimos detalles antes de que el baile empiece a las ocho.

Pide tres cafés para llevar y les escribe por el grupo de WhatsApp para que no se olviden de ella.

Todo sería más fácil si Prue siguiera en Connecticut y no se hubiese llevado el auto (o si sus padres finalmente decidieran que es tiempo de olvidar el incidente con su antiguo auto y le regalaran uno nuevo).

—¿Allie? —llama alguien.

La pelirroja alza la mirada y se encuentra con una sonriente Katherine Oliver frente a ella.

Katherine luce increíblemente elegante y chic con su vestido floreado de mangas abultadas, acompañado con un bolso de Kate Spade y sandalias negras de tacón a juego. Su cabello rubio recogido en media coleta con un par de mechones que enmarcan su rostro bronceado por el sol, además de un collar perlas colgando en su cuello.

Allie dedica una rápida mirada a sus zapatillas blancas, jeans azules de segunda mano que consiguió con Prue el Nueva York y que tienen agujeros en las rodillas, su blusa azul con pequeñas estrellas plateadas en el cuello y unos pendientes colgantes con pequeños diamantes. Ni siquiera se arregló el cabello y lo tiene amarrado en una coleta desordenada.

—Oh, hola, Kate —saluda con una sonrisa sincera.

—¿Puedo sentarme contigo? Se supone que debo hacer una reseña sobre este lugar, pero ni siquiera encuentro donde sentarme.

—Uh, sí, claro —asiente, confundida—. Se supone que unos amigos pasarán a buscarme en un rato, pero puedes quedarte con la mesa.

La rubia se sienta frente a ella y saca su computadora para posicionarla sobre la pequeña mesita de vidrio templado con colores que simulan pinturas abstractas.

—Debo pedirte disculpas —dice la periodista.

—¿A mí?

—Sí, todo este tiempo he estado llamándote Allison porque pensaba que ese era tu nombre y que los demás te decían Allie como apodo, pero tu amigo Alec se encargó de explicarme que tu nombre realmente es Allie.

—¿Hablaste con Alec? —la pelirroja casi no puede creérselo. Alec es un miembro honorario del club anti-Katherine porque la considera una estirada que siempre mete las narices donde no le corresponde.

—Ajá. Me lo encontré en Hartford hace unos días y le pregunté por el estado de salud de tu hermana. Yo estaba con Danna y Jason cuando sucedió el incidente y no nos dejaron ir a ver cómo estaba porque no éramos invitadas directas por parte de ustedes. Los guardias no me dejaron pasar ni cuando vieron mi credencial del DailyGrammar.

—Sí, Melanie no quería que los medios o la competencia se colaran en los vestidores. Incluso me dejó elegir uno de los vestidos que no alcancé a modelar y lo usaré en el baile de primavera —lo apunta con la cabeza.

Just That Girl: Porque amar nunca fue tan prohibido ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora