SEGUNDA PARTE

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Escena extra de Las Chicas Henstridge: Vacaciones en Nueva York

     La vida en Nueva York es tan excitante como estresante y Allie parece haberse acoplado bastante bien después de cuatro días durmiendo en la habitación de la compañera de apartamento de Prue, quien se marchó a Oregon para pasar las fiestas con su familia.

La puerta se abre y Prue aparece en su pijama de vaca con el cabello despeinado y dos tazas de café humeantes.

—¿Cómo estás, rayito de sol? —dice con voz cantarina. Le pasa una taza y se sienta a los pies de cama, mirándola con una gran sonrisa.

Allie frunce el ceño. ¿Por qué tiene que ser perturbadora en las mañanas? ¿Le enseñarán en la universidad?

—¿Por qué estás tan feliz? —se queja de mal humor y mira la hora en su móvil. La noche anterior resulta un poco borrosa. Algo relacionado con tequila y películas de Colin Firth viene a su cabeza—. Son las ocho treinta. Prometiste que no haríamos nada antes de las nueve.

—Tengo que entregar el bolso de Balenciaga que voy a vender en Manhattan a una chica que trabaja para una revista de modas y su jefe realmente quiere el bolso para una sesión fotográfica. Tendremos el resto de la mañana libre para comer en algún lugar lindo y podrás recorrer todas las librerías que quieras o dormir en alguna banca de Washington Square —sonríe a sabiendas de que su hermana no podrá negarse—. Luego tengo una entrevista para trabajar de niñera cuando comiencen las clases. Ya descubrí cómo ajustar mis horarios de clases al trabajo de niñera. Mañanas ocupadas y tardes aún más ocupadas.

—¿Vas a trabajar de niñera? —alza ambas cejas con sorpresa y le da un sorbo a su taza sin poder creérselo.

No es que Allie no confíe en las capacidades de su hermana para lidiar con niños. Después de todo, Prue fue quien prácticamente se hizo cargo de ella (y, por lo visto, aún no termina su tarea o Allie estaría llorando a oscuras en su habitación con comida chatarra y Diario de una pasión).

El tema en discusión es que ninguna de ellas ha trabajado alguna vez.

Han sido niñas ricas desde antes de nacer y nunca habían tenido la necesidad de hacerlo, a diferencia de algunos compañeros de la escuela que tienen becas y deben trabajar los fines de semana y los veranos.

La vida adulta sin dinero realmente debe estar pegándole fuerte.

Prue le pincha en el brazo con el dedo índice, como hacía cuando eran pequeñas y necesitaba un favor.

—Por favor, hermana. Necesito de tus habilidades geniales para manipular a las personas —asiente repetidas veces como si fuese una niña buena—. Por eso es que vendrás conmigo como apoyo moral y le dirás a los Robbins lo buena que soy con los niños y lo mucho que agradeces el haber crecido con una buena influencia como yo. No temas alardear sobre tus logros académicos y tus relaciones interpersonales. A los padres les gusta escuchar esas cosas.

—¿Cuánto tiempo tengo para estar lista? —suspira, dándose por vencida.

—Cuarenta y cinco minutos —sonríe, dándole un golpecito en la punta de la nariz—. Tomaremos el metro y luego llamaremos a mamá para contarle que desayunaremos en un puesto ambulante. Con un poco de suerte y nos hace una reservación en el restaurant de comida griega al que fuimos la última vez.

—Me gusta como piensas, Nanny Fine —ríe Allie—. Seré la pequeña señorita perfecta y los Robbins quedarán tan encantados con nosotras que van a pedirte que cuides a sus nietos.

—Eres la mejor, enana —dice.

Si no puedes ganar, entonces únete.

Y ordena un café.

Just That Girl: Porque amar nunca fue tan prohibido ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora