stay with me

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La luz de la luna se colaba en la habitación, atravesando el fino y resistente cristal del amplio ventanal con vista preferencial a la enorme y lujosa piscina con jacuzzis a sus costados, algo en mi fuero interno gritaba el porqué de la ubicación de su habitación aquí: ver a las chicas lindas nadando en diminutos biquinis, inmediatamente aparte los pensamientos.  De fondo la vista se extendía hasta un poco más de la cancha de tenis y el comienzo de lo que parecía ser un campo de golf, que esperaban? Es una mansión. Las  negras mantas de seda se confundían con el bóxer oscuro que se abrazaba flojamente a mis muslos, el chico forjado en una vida llena del crepúsculo yacía sentado tranquilamente enfrente de mí, su pecho subía y bajaba  pautado con su respirar, la maraña de cabello negro no tocaba la suspicaz mirada color índigo, los vestigios de memorias grabados en tonos renegridos etiquetaban su piel y chocaban en un hermoso caos con la genuina blancura de su bóxer de diseñador, la V en su abdomen daba la bienvenida a la única prenda de Armani que vestía su cuerpo , creerán si les digo que el perfume de Paco Rabanne aun  esculpía su cuerpo? La fragancia parecía tener vida propia cambiando según el ambiente pero el matiz algo oscuro seguía vigente con tenues referencias que solapan al pachuli y el rasgo apagado de la nuez moscada con ámbar dulce más bajo que un grano de tonka, la menta y la combinación de tragos entremezclados con el humo y el aroma a fiesta se fundían dando paso a una esencia que solo él y sus fluidos corporales podían tornar exquisita.

-Joder, deja de mirarme así no soy un trozo de carne cría- eso fue mucho más vergonzoso que él instándome a mirarlo aún más –por lo menos deja de cubrirte los pechos con las mantas, así los dos estaríamos a mano- sonrió cansinamente por el alcohol nadando entre sus venas.

-Cuando empezó todo? cuando fue tú inicio en las carreras?- bien hecho, cambia la pregunta y pasa inadvertida. Aplausos para esta genio. –la vez pasada me dijiste que desde pequeño te habían gustado los autos, tenías un cochecito que conducías de niño  y tu familia y tu tienen por tradición ir a las carreras de la fórmula uno- asintió con la cabeza empujándome a continuar, él solo quería tiempo, sabía a qué punto me dirigía yo, pero tiempo para qué? –Pero como empezó realmente todo para ti, cuál fue el momento en el que subiste a un auto retando la ley en conjunto con otros conductores que iban por un “botín”- dije recordando su manera de llamar el monto ganado e instantáneamente recordé otro de sus apelativos relacionados a las carreras: “este es nuestro pequeño Tokio”  su voz hablo en mi cabeza, así había nombrado a aquel lugar donde el límite de velocidad es dictado por la carrocería del auto y no por las leyes estatales –cuando formaste parte del pequeño Tokio?

-cuando forme parte del pequeño Tokio- cito  consumado en los recuerdos viajando a su cabeza –nací con él, crecimos juntos, estás haciendo dos preguntas Infinite, mi historia en las carreras no se engendró en el pequeño Tokio… mi camino en las carreras tuvo punto de partida en Rusia, unos amigos sabían de mi poco fervor a satisfacer al tío Sam [Uncle Sam (Tío Sam) es el símbolo oficial del Gobierno de los Estados Unidos] y el resto es historia.- si naciste con el pequeño Tokio eso significa una sola cosa:  eres uno de los pioneros de las carreras ilegales aquí en Los Ángeles. Interesante y aterrador dato, una prueba más de que  no me convienes, de que tu camino en la vida no es el correcto. –por qué una chica de tu edad prolonga su virginidad?- maldito, maldito y mil veces maldito. No le diría que es porque quiero llegar virgen al matrimonio, se burlaría en mi cara una y otra vez y sacaría provecho de ello cada que pudiese.

-Reto-  proferí sin pensar.

-No creí que me besarías tan pronto-  la mordaz sonrisa ladina resplandeció en sus labios, su trabajado cuerpo se inclinó para besarme. No, esto no iba a pasar. Salte desenfrenadamente de la cama, sin un rumbo claro, pero estaba en sus dominios, su risa divertida lleno la estancia y antes de pestañear  me capturo aprisionándome en la jaula de sus brazos, con mi cuerpo pegado a la lisa pared y su rostro a centímetros del mío, lo podía sentir, era consciente de la cercanía, era consciente del calor emanado de su cuerpo, de las finas capas de tela que nos separaban de la desnudes total, de mis pechos sin sostén pegados al suyo y solo dividido por una ligera camisa blanca, el calor se dilato cuando su enorme miembro despertó y roso osadamente mi   vientre –reglas son reglas-  farfullo con algo más que alcohol en su mirada, había deseo, un febril y caliente deseo y me encontré a mí misma deseando lo mismo, sus labios. Mi pulso se fue acelerando y mi pecho subía y bajaba en una constante lucha por ocultar mis jadeos debajo de la entrecortada respiración,  el  vacilante zarandeo de mi busto provocado por la excitación en incremento desencadeno el tentadoramente desgarrador roce de nuestros pechos y los sucesos de esta noche podrían volverse ese cuento de niños que has escuchado una y otra vez, con un final conocido y hasta predecible.

Estuan Glacies.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora