Habían pasado tres semanas desde que Leah me había mostrado el hermoso parque con la cascada rosada ese. Desde entonces, fuimos un par de veces los días siguientes, después de la escuela o los fines de semana por la tarde. No le dije a nadie del lugar, ella me lo había mostrado con tanta emoción y cariño, así que supuse que —por alguna razón— era muy importante para ella.
Es ahí cuando me cuestiono: ¿Por qué me llevo ahí? ¿Por qué yo? Más allá de esas dudas, me alegro que me haya llevado, el arroyo tiene algo que me calma, que me relaja el alma, es como ir a otro mundo por un momento, estar con Leah me hacía sentir que estaba en otro mundo, más sano, apacible y sin preocupaciones. Estas últimas semanas la notaba algo más alegre que desde que nos conocimos, su rostro ya no estaba tan apagado, sus ojos últimamente se veían como dos diamantes azules, pude ver su sonrisa más seguido el último tiempo y eso para mí, era uno de los placeres de la vida.
Llegue de la escuela e hice lo habitual, deje la mochila sobre el sofá y me dirigí al baño para lavarme las manos y la cara antes de comer. Fui hacia la cocina para almorzar, mamá había llegado más temprano de lo normal ese día, así que estábamos los tres juntos, era raro, demasiado, nunca coincidíamos para almorzar. Lo que pareció más raro es el hecho de que mamá estaba algo nerviosa, como si tuviera algo que decir y no se atreviera. Sin dar tantas vueltas, creo que lo mejor es que le pregunte, aunque lo dude un momento, ya que Jessa estaba presente, pero luego recordé que ya casi catorce años y entendía la cosas mejor que cualquiera.
—Mamá —dije, llamando su atención—. ¿Sucede algo?
Ella le dio un último sorbo su a su sopa. Se limpió la boca con una servilleta y se aclaró la garganta.
—Su padre llamo.
Carajo.
—A mí me estuvo llamando mínimo tres veces a la semana el último mes —dije harto.
—Él va a venir hoy —dijo en un susurro.
—¿Es broma, cierto?
—Mamá sabes que no queremos tener relación con él —dijo Jessa, a punto de llorar.
—Lo sé, cariño, lo sé.
—¿Y entonces por qué aun así dejas que entre a esta casa y nos dirija la palabra?
—Ben, él es su padre y tiene...
—Él no es nuestro padre, es un jodido hombre que solo nos arruino la vida a todos —exaspere—. Dile que no venga.
—Ya es tarde, llegará en unas pocas horas.
—Bueno, tal vez solo quiera acercarse esta vez y luego nos dejara en paz, lo mejor sería mantener la calma. —Jessa estaba nerviosa, pero lo disimulaba bien.
—Como sea. Me voy a mi habitación.
Subí las escaleras sin esperar respuesta. Es increíble. ¿Por qué no puede dejarnos en paz de una jodida vez? Nunca entenderé como las personas pueden lastimar a otras, sin pensar en cómo se van a sentir, o como pueden lastimar y ya, mejor dicho. Quería pensar que todo esto era solo una pesadilla, pero no, realmente así era mi vida, una montaña rusa llena de caos. Yo entiendo que mi mamá quiere que esto ya nos afecte, que lo superemos y podamos vivir con lo que paso, sé que no hizo esto de mala fe, pero yo realmente no podía verlo a la cara. Soy una persona que piensa que el rencor no sirve de nada, que no es bueno, pero, es inevitable hacer como si no pasó nada, que somos una familia unida, que todo está como hace unos años. Lo que hizo mi papá dolió, nos dolió a mí, a mi hermana y sobre todo a Hope. El solo pensar que tengo que verlo después de todo este tiempo, me provoca ansiedad y rabia, pero más la primera.
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Dí cuándo ©
Teen FictionLeah regresa después de ocho años a su ciudad natal. Cuando pareciera que en su vida no iba a salir nunca más el sol... aparece Ben, un chico cuyos ataques de ansiedad nadie sabe que tiene. Juntos van a tener que dejar atrás todo lo que los atormen...