Me siento en el borde de la cama, con mis manos entrelazadas. No tenía idea por dónde empezar.
Ben se sienta a mi lado y coloca una de sus manos en mi rodilla, haciéndome sentir cierto tipo de electricidad recorrer por mi cuerpo.
—¿Qué ocurre Le? —su voz era calmada.
Suelto un suspiro y trato que las palabras salgan de mi boca, de una buena vez.
—Recuerdas que el día del concurso estaban presentes directivos de varias universidades —el asiente—. Resulta que una universidad está interesada en mí.
—Eso es genial —dice y luego enarca una ceja—. Pero creí que habías dicho que ninguna universidad te había respondido de momento.
—Y así era, hasta que hace una semana Clark me entrego un sobre con la información de una academia. Una amiga de ella es directora de una academia de danza y al parecer le gusto mi presentación en el concurso —solté un suspiro.
Mi corazón estaba latiendo demasiado fuerte. Sentía que en cualquier momento se me saldría por la boca.
—¿Lo sabes desde hace una semana? —asentí, algo apenada—. ¿Por qué no me lo comentaste antes?
—No lo sé. Es que todavía no se decisión tomar, queda lejos de aquí y... —iba a seguir hablando, pero él me interrumpió.
—¿Qué tan lejos?
—En Quebec —arrugue mi nariz.
—¿De verdad? —dice emocionado.
No entendí bien su expresión.
—Si... ¿por qué? —enarque mi ceja.
—Por qué mi universidad también queda en Quebec —encogió los hombros.
—¿Tu universidad?
—Si... —rasca su nuca, nervioso—. Hace unas horas me llego un correo, diciendo que fue seleccionado para entrar al programa.
—¿Es una broma? —dije irónica— ¿Y no me dijiste nada hasta ahora?
—Bueno, parecías preocupada cuando llegaste y... —lo interrumpí.
—Eso es genial Ben, ¡lo lograste! —le doy un beso en la frente.
—Gracias —suelta una risa—. Sobre lo de la academia, ¿en qué ciudad queda?
—Montréal —hice un chasquido con la lengua.
—La mía justamente en Quedec... Estaríamos lejos aún así.
Sentí como un dolor en mi pecho se hacía cada más presente.
Nunca pensé que me dolería tanto estar lejos de una persona.
Aun estando en el mismo país, nuestras ciudades no quedan precisamente cerca una de la otra.
—¿Qué haremos? —susurra él—. Si te soy sincero ya no recuerdo como era mi vida antes de ti —su voz de entrecorta—. Me da miedo seguir avanzando estando lejos de ti.
—A mi igual —un nudo se formaba en mi garganta. Los dos nos quedamos en silencio, hasta que yo decidí seguir hablando—. Escucha —sostengo su mano con fuerza—, nos costó mucho encontrarnos, llegar a donde estamos. Logramos adentrarnos al camino que tanto queríamos y ahora tenemos.
—¿Dices que funcionara una relación a distancia? —sus mejillas estaban empapadas de lágrimas, al igual que las mías.
—No lo sé —confesé—. Sera una tortura no tenerte cerca, pero sé que sería peor el hecho de no tenerte. No puedo soltarte por nada del mundo, no podría soltar al amor de mi vida.
Ben sonríe, mientras una lagrima se desliza por su mejilla derecha. Él se acerca a mí y me rodea con sus brazos, en un cálido abrazo.
—Tienes razón —dice, aun sin romper el abrazo—. Hay que intentarlo, nosotros podremos con esto.
—Siempre estaremos juntos, de la forma que sea.
El asiente y suelta un suspiro en mi cuello. Podía sentir como mi corazón ya estaba más calmado. Todo mi cuerpo de relajo.
—Lamento que no hayas sido el primero al que le haya dicho sobre la academia —hable.
Él se separa y me mira fijamente, corriendo un mechón de cabello detrás de mi oreja.
—Descuida, era una decisión difícil para ti, lo entiendo perfectamente —dice, sincero.
Yo le dedico una sonrisa y acaricio su mejilla con mi pulgar.
Que difícil sería tenerlo lejos.
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El clima era pesado, la lluvia se haría presente en unas pocas horas. Lo cual, no me sorprendía, ya que estos días la temperatura estuvo arriba de los veinticinco en la última semana. El clima estaba tan loco que no sorprendería que después de la lluvia de esta tarde, haya una sequía... o tal vez hasta cae nieve.
—El agua esta helado —dijo Ben, horrorizado y sacudiendo su mano una y otra vez.
Yo no pude evitar soltar una risa.
Luego tener conversar sobre nuestra futura relación a distancia y demás, decimos venir un rato a ver la cascada.
A pesar de que ya habíamos hablado casi todo lo que pensábamos al respecto. La sensación de tensión aun quedo en el aire.
—Ven Le —él le da palmadas a la roca que está al lado suyo.
Yo cedo y me siento a su lado.
Suelto un suspiro pesado, muchas cosas estaban agobiándome en estos momentos, y sé que no debería ser así, tendría que estar disfrutando del tiempo que me queda junto a mi novio, pero era inevitable pensar en el futuro en esta ocasión.
Ben me mira y enarca una ceja.
—¿En qué piensas?
—En lo aburrida que será tu vida sin mí —brome.
Los dos soltamos una carcajada. Nos quedamos mirando unos segundos. En silencio y no uno incómodo. Si no uno en el que podría quedarme a vivir para siempre.
Su mirada café le otorgaba mucha paz a mi alma.
—Yo también te extrañare —dice él—. Pero no arrepiento ni un segundo todo lo vivido a tu lado. Y seguiremos viviendo más cosas juntos, a su debido tiempo —entrelaza su mano con la mía—. Podremos con esto —su voz era calmada, pero en ella transmitía seguridad.
—Te amo —mi voz tiembla—. Demasiado.
—Y yo a ti —acaricia su nariz contra la mía.
—¿Sabes? Podremos vernos los fines de semana, o en los recesos de invierno y verano...
—Exacto —asintió el—. Trataremos de hacer video llamada constantemente. Pasará rápido, cuando nos demos cuenta, ya estaremos juntos de nuevo como siempre —sonrió—. Ya volveremos a coincidir.
—Más que coincidir, yo diría que conectamos —digo, orgullosa de nosotros.
Ben suelta una sonrisa de oreja a oreja y se acerca para abrazarme.
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Dí cuándo ©
Teen FictionLeah regresa después de ocho años a su ciudad natal. Cuando pareciera que en su vida no iba a salir nunca más el sol... aparece Ben, un chico cuyos ataques de ansiedad nadie sabe que tiene. Juntos van a tener que dejar atrás todo lo que los atormen...