Leah regresa después de ocho años a su ciudad natal. Cuando pareciera que en su vida no iba a salir nunca más el sol... aparece Ben, un chico cuyos ataques de ansiedad nadie sabe que tiene.
Juntos van a tener que dejar atrás todo lo que los atormen...
"El universo está hecho de historias, no de átomos". —Muriel Rukeyser
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Eran casi las dos de la madrugada y Leah no contestaba los mensajes, esto me estaba preocupando. Se suponía que pasaría por mí y su casa no queda tan lejos de la mía. No entiendo que es lo que planea para esta noche, es el misterio en persona. No sé a qué se refería con ¨No pasa de esta noche que dejes de tener una nuez dentro de la cabeza¨.
Cuando iba a llamarla por milésima vez pude sentir que algo golpeo mi ventana. Me acerque al balcón para ver de qué se trataba. Finalmente abrí la ventana y...
—¡MILLER!
Me asusté tanto que di unos pasos hacia atrás, exaltado.
—¿Leah?
—¿Qué pasa? ¿Me estas engañando y esperabas a alguien más a esta hora? —me miro divertida.
—¿Acaso estás loca? ¿Cómo vas asustarme así?
—Hey, tampoco estoy tan fea para que te asustes. —Se acomodó el cabello mientras se miraba en el espejo—. Y te avise que pasaba a buscarte.
—Tardaste tanto que me preocupaste —hable cuando mi respiración volvió a su ritmo normal.
—Oww que tierno. —Dijo golpeándome levemente con el codo—. Tarde porque no quería despertar a nadie, así que no fue tan sencillo salir de casa y prender el auto sin hacer tanto ruido.
—¿Viniste en auto?
—¿Qué no acabas de escucharme? —enarco una ceja.
—Mandona —dije haciendo una mueca.
—Lo que digas. —Encogió los hombros, restándole importancia a mi comentario—. ¿Nos vamos ya? Recomiendo que te pongas un abrigo, hay algo de viento.
—¿A dónde vamos?
—A un antro.
—Estoy hablando en serio Leah.
—Yo igual —dijo soltando una sonrisa.
—Leah... —me cruce de brazos.
—Venga, tranquilo. No te voy a llevar a un antro.
—Ash. —Levante lo brazos en forma de rendición y me dispuse a buscar un abrigo.
—Al menos no por ahora —exclamo mientras bajaba por la terraza de nuevo—. ¡Te espero aquí abajo!
—Puedes salir por la puerta de la sala, ¿sabías? —dije, acercandome al balcón.
—¿Seguro qué es la mejor opción? —enarcó las cejas.
