➳Capítulo 18

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¨Me desconcierta tanto pensar que Dios existe, como que no existe¨.  —Gabriel Garcia Marquéz

Los domingos suelen ser muy tranquilos

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Los domingos suelen ser muy tranquilos. Después de almorzar y ayudar a limpiar todo, Hope suele estar abajo mirando alguna telenovela, Jessa se queda en su dormitorio terminando sus deberes o estudiando y yo por lo general no bajo de mi habitación hasta la hora de la merienda. Hoy particularmente es un domingo bastante tranquilo —por no decir apagado—. Hace unas horas estaba lloviznando, ahora simplemente el cielo estaba gris.

Estaba en mi balcón, tocando con la guitarra acordes sueltos, cuando en eso suena mi celular. Era Leah. No me había dado cuenta, ella había llamado ya dos veces.

—¿Le?

—Ben —su voz temblaba. Estaba llorando—. Perdón por llamar así de la nada, yo... —soltó un sollozo.

—Leah tranquila, no pidas perdón por nada. ¿Qué ocurre? ¿Dónde estás?

—Estoy aquí en mi casa, yo... —inhalo pesadamente—. Quería pedirte un favor, aunque entiendo si dices que no.

—Dime, lo que sea.

—Quisiera ir a visitar a Dana al cementerio. No quiero ir sola, pero tampoco quiero decirles a mis padres o a Noah. ¿Puedes acompañarme?

—Claro que si —dije suavemente—. ¿Paso por ti dentro de un rato?

—Si, por favor. Gracias Ben.

—No hay porque, nos vemos.

Luego de colgar, me levanto y me dirigí directo al baño para tomar una ducha rápida.

Admiro el valor de Leah, no imagino cuando difícil debe ser perder a una amistad, a alguien que para ti era de la familia.

Yo no sé qué haría si perdiera de esa manera a Logan o Celia, junto con sus familias. Sería más que duro.

Leah tenía cierta fortaleza, aunque ella no se diera cuenta. Paso, por tanto, y, aun así, sigue aquí y dando lo mejor de ella para ayudar a los demás. Los libros y la información que me dio ella me ayuda muchísimo con mis ataques de ansiedad.

Esta chica salva tu vida, aunque la de ella tenga un color gris.

—¿Vas a salir? —pregunta Hope, sin despejar su mirada de la televisión.

—Sí, voy a acompañar una amiga a un sitio.

—¿Así que amiga? —Jessa aparece con un bol lleno de palomitas—. ¿Qué amiga? —levanta y sube las cejas.

—¿No se supone que estabas en tu habitación?

—Yo pregunte primero —contrataca—. Pero si, estaba. Ya terminé de estudiar, me merezco un descanso.

Dí cuándo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora