Tara en multimedia
¿Qué tan imbécil tiene que ser para confundir dióxido de carbono con alcohol etílico? Respuesta: Mucho. Un chico en la clase de química había causado un pequeño —gran— accidente, así que ahora mismo estábamos todos a fuera del salón, cubiertos de algo verde por todas partes. Según el profesor no era toxico, pero era mejor que nos lo quistemos lo más pronto posible. Así que pedí permiso al profesor para ir al baño.
La porquería verde no se quitaba fácil de mi cabello, tuve que mojarlo varias veces y frotarlo hasta que se despegara lo que ahora tenía forma de chicle.
Pasados unos diez minutos, ya no tenía casi nada en el cabello, pero si lo seguía frotando me quedaría pelada. Sólo me queda esperar a la hora de salida y poder enjuagarlo bien en casa. Para mi suerte —o desgracia—, la próxima clase que me tocaba era la última, arte y estoy casi segura que Tara se burlara de mi cabello durante toda la hora. Sin dar más vueltas me hice moño en la cabeza, trate que quede decente, pero eso era misión imposible.
Con cara de disgusto y con algo en la cabeza que parecía budín, me dispongo a ir hacia la clase de arte. Iba caminando en el pasillo, en cual casi todos los estudiantes estaban saliendo y entrando en las aulas, casi todas —por no decir todas— las personas que pasaban a mi lado se fijaban en el desastre de mi cabello.
En el momento que Intento ignorar que todas las miradas se fijaban en el nido que tenía arriba, veo a Miller al otro lado del pasillo, parecía apurado, tal vez lo estaba, tanto que se le cayeron un par de hojas al piso, ¿por qué no me sorprende? Veo como su rostro se pone rojo de la rabia y me dirijo hacia el par ayudarlo.
—Miller —lo llamo y él levanta su vista hacia mí—. ¿Escapas de alguien o algo por el estilo? Pareces más nervioso que de costumbre.
—Hola Leah, a mí también me alegra verte —dijo con sarcasmo—. Todas mis partituras están mezcladas y ahora estoy llegando tarde a clase de música —esto último lo dijo en un susurro.
—¿Y está prohibido ir a música? —susurre, imitándolo.
—No, pero mis amigos no saben que voy a música y no quiero que lo sepan por el momento.
—Ah, claro, Dios nos libre que tus amigos sepan que haces música —ironice.
—El tema es que, si lo llegan a saber, lo más probable es que me quieran escuchar y hasta son capaces de anotarme al concurso de arte y música. —Se rasco la nuca, nervioso.
—¿Y eso que tiene de malo?
—Por si no lo recuerdas, tengo ataques de ansiedad. Y una vez que te anotas en el concurso tienes que comprometerte.
—Como quieras, pero podría ser una gran oportunidad para que al fin se te vaya ese miedo, podrías hacer algo genial en ese concurso.
—O un desastre —dijo levantándose del piso, luego de guardar las partituras en su folio.
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Dí cuándo ©
Dla nastolatkówLeah regresa después de ocho años a su ciudad natal. Cuando pareciera que en su vida no iba a salir nunca más el sol... aparece Ben, un chico cuyos ataques de ansiedad nadie sabe que tiene. Juntos van a tener que dejar atrás todo lo que los atormen...