Capítulo 22

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La tensión se concentró en mi mandíbula, provocando que mis encías se sintieran demasiado dañadas para hablar, pero aún en ese estado no dejé que su mirada me dominara. La voz de Artis le hizo girar la cabeza; al fin pude soltar todo el aire. Toqué mi mandíbula superficialmente y masajeé para que el dolor se dispersara. 

— Tengo una pregunta para ti.- Artis centró su mirada en mí, pero Bach frunció su ceño en la dirección de su amigo. Asentí para que continuara.— Si tu estás viva, ¿de quién es el cuerpo que está enterrado en tu tumba?- ahora Bach me vio, como si también quisiera saber la respuesta a esa estúpida pregunta. Pensé que era obvio para él. Miré a Bach, como si le estuviera contestando a él. 

— La otra persona que atentó contra mi vida. Sustituí mi cuerpo por el de ella.- el hombre que tenía a mi frente frotó su cabello y caminó hasta la cocina de manera brusca y desenfrenada.— ¿Disfrutaste quitándole el corazón?

— Ahora que sé que no eras tú, no tanto.- volvió y se sentó en el sofá frotando sus ojos. Que desconsiderado.

— ¿De qué mierda estáis hablando?-gruñó. 

— Él,- hice un gesto con mi cabeza en la dirección del sujeto.— le arrancó el corazón a la mujer que está bajo mi tumba pensando que era mi cuerpo el que se encontraba allí.- Bach lo vio a los ojos y este levantó las manos. 

— Eres un asqueroso psicópata.- habló con desprecio. Este levantó las manos en señal de rendición, pero su mirad seguía sin mostrar ninguna emoción de verdadero arrepentimiento. 

— Ella está viva, no puedes culparme de ello. Si te sirve de consuelo no le haré nada, tendrás que compartir mi desliñado corazón con ella.- soltó una carcajada, pillándome totalmente fuera de lugar.— A pesar de que la quieres para ti solo, no comparto ese interés por ella, ya me entiendes.

Rodé los ojos, centrándome en la hora del reloj más cercano, en el cual marcaban las 23:08, la hora de mi pastilla ya había pasado. Caminé hasta la habitación frotando mi ojo escuchando como encendieron la televisión. 

Llegué hasta la mesilla y metí la pastilla en mi boca, acto seguido tomé un poco de agua de la botella. El sonido de los pasos cercanos en mi habitación, no me sorprendió. La puerta fue cerrada como una suave brisa. No hace falta girarme para saber que es él. 

Las pasos se acercaron a mí, me erizaba la piel. 

— ¿Por qué velabas a esa tumba?- me animé a preguntar primero. 

— Porque pensé que habías muerto.- contestó sin ninguna emoción en su rostro. 

Mi cuerpo se giró en su dirección, el se estaba acercando a mí, no me moví ni un centímetro. No sé que pretende invadiendo mi espacio personal. Sus manos tocaron mis brazos de manera lenta y pausada, hasta llegar a mis manos. Su mirada se centraba en la acción que estaba realizando. 

Me sorprendió que en menos de un segundo mi espalda estaba en la pared siendo elevada por su manos sujetando la camiseta por el cuello. Su respiración era acelerad y en su mirada no había ningún indicio de tranquilidad. 

Quieres parecer un tipo duro pero no puedes hacerme daño físicamente. 

— Habla.- gruñó.— Qué mierda has hecho y porqué.

— ¿Hay que llegar a estos puntos?- su agarre se hizo más fuerte cortándome la respiración. Notaba mi corazón ir demasiado rápido. Agarré su mano y clavé mis uñas en su piel, pero no se inmutó ni lo más mínimo.— Me estás haciendo daño.- contesté como pude, pues su agarre cada vez era más fuerte. Tras mi silencio soltó la camiseta y agarró mi cuello, no me asfixiaba, sino que me tenía sujeta a la pared.— Digamos que no eres el único que tiene secretos en esta habitación. 

PINTURAS ROJASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora