Capítulo 2

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— ¡Mamá!

Abrí mis ojos viendo en todas las direcciones, me encontraba en mi cuarto arropada en la cama. Escuché ruidos dentro de casa. Distinguía la voz de mi padre, se notaba enfadado, pero la voz de otro hombre se hacía presente. Me levanté de la cama, un sonido de papeles venía de mi tripa, ahí me acordé de las hojas del cuaderno de papá. Los escondí debajo del colchón.

Abrí lentamente la puerta de la habitación, los gritos se hacían provenientes de la puerta de la entrada. Me asomé a una esquina. Papá me daba la espalda, detrás de él, un hombre de unos 34 años, ambos estaban discutiendo. La vista del hombre me vio y su voz fue ahogada en milésimas de segundo. Papá giró su cabeza encontrándose con mi vista.

— Nora... - oí decir al hombre. Papá lo empujó a dentro de la casa. Cogiendo al individuo desprevenido, haciendo que cayera a pocos metros de dónde yo estaba.

Cuando papá cerró la puerta se abalanzó contra él, pero el desconocido elevó el pie, dándole con el en la nariz haciendo que se encogiera de dolor. Mis ojos se abrieron, la sangre de mi padre inundaba el salón. El desconocido se acercó a mí y me agarró de los hombros. Acarició mi cabello y en sus ojos empezaron a brillar y algo de agua se acumulaba.

Ahora era mi padre quien lo agarró de los hombros y lo apartó de mí, que seguía inmóvil en mi lugar. El sonido de la tele inundaba mi mente. Torné mi cabeza mientras veía la pelea. Anteriormente las he visto en la tele: Cuando una chica veía pelear a su novio con su amante ella gritaba e intentaba separarlos. Sin embargo a mí me da igual esta disputa.

El desconocido estaba sobre mi padre, inmovilizándolo. El taconeo de mi madre se hizo presente a mis espaldas, me giré lentamente encontrándomela con una sonrisa, la de todos los días.

— Arte, mi amor, ¿no vas a ayudar a papá? - me preguntó — Está en el cajón...

Me acerqué lentamente a su lado, me echó una vista haciendo que abriera el cajón en el que se encontraba la lámpara favorita de mamá. Había una pistola, era muy grande para mi mano. Me giré para ver a mamá pero ya no estaba. Agarré el arma y sin más disparé, hizo apenas un sonido leve, le había dado al desconocido en la espalda. Papá aprovechó esto para darle la vuelta y con la lampara, romperla en la cabeza del señor.

Papá se acercó corriendo a mí observando cada parte de mí. Tras eso puso la pistola en el mueble y me abrazó. El hombre estaba inmóvil en el suelo.

— Papá, tengo hambre. - dije. — No sé dónde está mamá. - No dejaba de acariciarme el cabello mientras intentaba consolarme.

— Mi amor, tienes que traerme la cuerda que está en el cajón de la cocina.

Caminé lentamente hasta la cocina, todo se encontraba vacío. Divisé el cajón y saqué la cuerda de lino, cuando volví no había nadie, solo un camino de un líquido rojo hasta la puerta del sótano. Esa puerta siempre estaba cerrada con llave, menos hoy, que se encontraba abierta. Seguí el camino de sangre, que fueron a dar a unas escaleras de madera. Las bajé de una manera lenta y tediosa, estaba perdiendo mi hora de comer los cereales.

— Papá, tengo las cuerdas que me has pedido - dije cuando llegué al piso.

El desconocido se encontraba inconsciente sentado en una silla de madera. Papá agarró las cuerdas y comenzó a atarlo. Unos gritos y sollozos se hicieron presentes en la esquina de la habitación. No me había percatado de ella hasta ahora.

Inconscientemente me acerqué a ella hasta que la luz de la pequeña ventana me facilitaba la vista de su rostro. La reconocí al momento.

— Mamá, por fin has vuelto. - ella me miraba con miedo — Siempre me dices que no me siente en el suelo pero tú estás sentado en el. - contesté tranquila. Mamá se levantó de manera torpe y se abrazó a mí. Me llevó a su rincón y me sentó en su regazo mientras hacía ruidos y mojaba mi cara con agua.

PINTURAS ROJASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora