Capítulo 16

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El frío de la noche no podía calar mis huesos, estaba aquí en el rellano de los pisos de mi antiguo amigo, esperando a que me abriera la puerta. Unos pasos pesados se escuchaban al otro lado, ya que la madera no dejaba de emitir sonidos cada vez más cerca. 

El chico el cual conocí con nueve años apareció con una tostada en la boca, sus ojos se abrieron en forma de sorpresa al verme. Seguía con su cabello rizo y sus lentes, ahora más nuevas. Era obvio que pasaron los años por él, a todos nos ha pasado. 

— ¡Hey!- saludé.— ¿Has adelgazado?

— ¿Aspen?- vaya, tendré que darle explicaciones, ¿verdad?— Eres tú, estás aquí, de verdad.- observé dentro de casa, todo se encontraba esparcido por el suelo, cosa que no me extrañaba de él.

— Sí, he vuelto por unos asuntos. ¿Te importa que me quede contigo hasta que me vaya? Necesito resolver un asunto. 

— Claro, pasa.- pasé al recibidor, esperando a que cerrara la puerta. 

Me enseñó todo el apartamento, no era algo grande pero me servía para pasar la noche. Había ropa sucia y olía a sudor rancio. Me siento como en la cárcel pero con peor higiene. Me gusta. 

Me acosté en el sofá. Mis ojos me dolían demasiado por el largo viaje, no volveré a hacerlo, después del día de mañana no volveré a recordar el tema; es mejor para mi estado mental hacer como si nada hubiera ocurrido. 

— ¿Vas a contarme el porqué has vuelto?- quité el brazo de mi frente, mi amigo Andy se encontraba sentado en una silla justo a pocos metros. 

— Tengo algo que hacer en Irving.- abrió sus ojos.— Antes de que digas algo, no, no tiene nada que ver con mi familia. Luego me volveré a ir. 

— Pensé que esta vez te quedarías, Aspen.

— Tengo una nueva vida allá, una en la que mi pasado no está presente en mi día a día. Te lo dije, cuando saliera de la cárcel me iría de Texas lo más lejos que pudiera, tuve la suerte de que me cambiaran de reformatorio.

— ¿Entonces has vuelto por Kaila?- fruncí mi ceño.— Te estaba tomando el pelo. 

— No me cae bien esa estúpida.- Kaila, una de las niñas que no dejaba de molestarme cuando estaba en el psiquiátrico.— ¿Qué fue de tu vida después del psiquiátrico?- vio a sus alrededores, observó a su cuerpo, el cual recordaba antes bastante más grande, ahora era parecido al mío. 

— Nada importante, ya he superado la muerte de mis padres y me han dejado salir hace unos cuantos años, tengo este piso, una ayuda económica bastante fuerte, consigo dinero en negro y vivo como un dios. La pregunta es; ¿cómo has conseguido encontrarme tú?

— Artis me lo contó hace tiempo, tengo suerte de que no te hayas mudado, sino no tendría dónde quedarme. 

— ¿Artis?- se frotó la cara.— ¿Aún nadie lo ató a una camilla y diseccionó su cerebro para ver lo que hay ahí dentro?- se levantó de la silla de una para agarrar el mando de la consola y su destornillador, está arreglando aparatos pequeños para poder tener muchos más caprichos, fantástico.

— Siempre se las ha ingeniado bien. 

— Supongo, ¿quieres algo de cenar?- dejó las cosas a un lado.— He encargado comida china.

— Estaría bien. 

***

— Dime... ¿Cómo me has convencido para dejar que vinieras aquí?

PINTURAS ROJASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora